Paula Maddox

Los empleados de supermercados, junto con el personal sanitario, es uno de los grupos que más expuesto está a contraer el virus de la COVID-19, al trabajar de cara al público.

A raíz de que el pasado sábado 14 de marzo de 2020 se decretase el estado de alarma en todo el país, solo los supermercados, farmacias y comercios de suministros básicos pueden continuar abiertos.

Desde entonces, y día a día, las medidas para proteger a los trabajadores han ido en aumento gracias a las labores de los sindicatos y a la propia responsabilidad de las empresas.

«En cuanto a las medidas de protección, cada vez están más controladas. En la mayoría de los super hay personal de seguridad vigilando que no entre toda la gente de golpe», explica María Hidalgo.

«Los problemas surgen con los clientes»

María trabaja en un supermercado de Barcelona, donde todos van bien protegidos. Guantes de nitrilo, mascarillas, desinfectante en las cajas y mamparas para protegerse por si algún cliente tose, «algo que ya ha pasado».

«También nos han habilitado un teléfono con enfermeras y doctores 24 horas por si alguno de los trabajadores se encuentra mal, para poder llamarles a ellos y así no colapsar la seguridad social», asegura.

Si bien se siente protegida por la empresa y confiesa que sus superiores le mandan mensajes de ánimo, asegura que «los problemas surgen más con los clientes».

«Hay un señor de unos 40 años que suele venir casi todos los días a meterse con las cajeras. El otro día me tocó a mí. Me preguntó: ¿Tú esto de la pandemia te lo crees? Porque yo creo que es una broma, que nos están tomando el pelo». Pero ahí no quedó la cosa, «el señor continuó quejándose de que ahora se cierre a las 19 horas, como si fuera decisión nuestra».

«Además, hay ocasiones en las que, cuando le dices a una persona que se espere para ser atendida, se lo toma a mal, te mira mal o, en el peor de los casos, te hace algún comentario. Pero por no entrar en disputa no les contesto», confiesa.

«Las medidas dependen de cada super»

No sucede lo mismo en todos los supermercados. En otros, por ejemplo, las medidas de protección son más escasas. Es el caso de Sofía, que trabaja en uno de Zaragoza.

«Las condiciones dependen de cada comercio. En el nuestro las mascarillas las hemos tenido que comprar los propios trabajadores y, al disminuir el horario comercial, nos han intentado quitar algún que otro derecho. Además, tenemos una compañera de alto riesgo y nadie le da la baja, ni la mutua ni la seguridad social» denuncia.

Algo curioso que ha observado esta empleada es que «la clientela respeta el espacio entre ellos, pero no con los trabajadores. Llevan sus guantes y mascarillas pero a nosotras nos tratan como al mobiliario. Se acercan, no se apartan…»

«Hace unos días vinieron al supermercado un padre y una madre con los niños y uno de ellos comenzó a hacerse selfies por la tienda…. creo que no son conscientes del peligro al que se exponen y al que nos exponen» sentencia.

«Cualquier excusa les vale para salir de casa»

«Muchos clientes son unos inconscientes y egoístas», también opina Jihane, cuyo puesto de trabajo se encuentra en el centro de Madrid. «Hay clientes que vienen a comprar una cerveza a las 9 de la mañana, otros que vienen cuatro veces al día y otros que hacen una compra que les va a durar cinco años, se llevan todo lo que pueden y no dejan nada para los demás», explica.

Por otra parte, parece que los jóvenes están más concienciados que la gente de edad. “Los mayores, que son los que más riesgo tienen, son los que más vienen con la excusa de salir de casa».

«El otro día le comenté a un cliente que era mejor que no bajase todos los días y su contestación fue ‘yo hago lo que me sale de los coj…’» explica Jihane.

Y es que en todos los supermercados sigue primando la venta a los clientes, por lo que si un trabajador decide llamar la atención a alguien por su comportamiento, «eso corre a cuenta de cada uno».

«Una solución sería empezar a multar»

Laura Suárez desempeña su trabajo en Cádiz, y el otro día ya no aguantó más. «Hago un llamamiento desde aquí para que, a aquellos clientes que lo único que hacen es dar paseitos y venir a comprar una bolsa de pipas, les multen» escribió en su cuenta de Facebook. «Parece que solo tocando el bolsillo de las personas se dan cuenta de la realidad», nos cuenta.

«Cada día lloro un ratito para desahogarme, porque a veces esta situación me supera. Ver cómo nos faltan al respeto y no se toman en serio la situación, me enciende»

El primer dia que Laura llegó y vio a todos sus compañeros con guantes, mascarillas y colas de carros kilométricas, supo que algo grave estaba pasando. Por ello, asegura que solo espera que su mensaje «llegue a las personas que parecen estar ciegas ante algo tan gordo y que, cuando se den cuenta, no sea demasiado tarde».

Por su parte, Gabriel, que trabaja en otra gran superficie de Madrid, asegura que «en general, los clientes están nerviosos. Entre ellos he visto alguna discusión sobre la distancia de seguridad y nerviosismo por si algún producto se va a agotar».

«Pero no todo es negativo para nosotros. Hay clientes que se preocupan por nuestro estado y nos dan ánimos» añade Gabriel.

También hay mucha gente que respeta las normas y que siempre nos dice «gracias por el trabajo que estáis haciendo», sentencia Jihane.

Los aplausos diarios a las 20:00 horas van también por todos ellos.

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