Paula Maddox

«¿Quién ha permitido tanto hacinamiento? ¿Quién no puso fin a tanto sufrimiento?» son algunas de las cuestiones que Teresa Barrera, enfermera de urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés, Madrid, plantea en una carta abierta, en formato vídeo, al gerente del centro.

Teresa, al igual que sus compañeras, ha vivido de primera mano el horror y la desolación de «no dar a basto. Nadie nos ha ayudado. Hemos estado solas, hemos pasado muchísimo y todavía no somos capaces de hablar de todo lo que hemos visto porque estamos muy tocadas», confiesa a Aquí Madrid, en un día muy especial para este colectivo, el Día Internacional de la Enfermería.

Mientras por toda España se han producido protestas de este colectivo, ella ha querido grabar una carta abierta al gerente del hospital, narrando la situación que han vivido.

«Estimado gerente»

«Estimado gerente, querido compañero, necesito escribir este mensaje para que mi conciencia me deje dormir tranquila. Escribo en mi nombre y, creo, en el de la gran mayoría de mis compañeros de urgencias generales del hospital que usted dirige», comienza la carta.

«Desde el principio de la pandemia nos hemos sentido solas, desoladas, intranquilas, desprotegidas y conmocionadas por tanto sufrimiento. Hemos luchado con lo poco que teníamos y hemos sobrevivido al dolor. A más dolor del que cualquier profesional puede soportar», explica.

Hacinados en cualquier lugar, sentados en sillas de plástico durante un par de días, sin poder lavarse más que la cara… «Nos llegaban personas mayores de residencias y no teníamos sitio donde colocarlos. Los pasillos estaban colapsados, en un sitio donde tenía que haber ochenta personas había cuatrocientas».

Es por ello que esta enfermera lamenta que nadie hubiera dicho «basta, hasta aquí». «Cada persona que ha llegado a nuestra querida urgencia tenía una vida, una familia, un proyecto. Y no nos hemos parado a pensar en ello, les hemos tratado como hemos podido y sentimos haber dado una atención insuficiente. Se merecían un trato mejor, pero las pésimas condiciones y la falta de medios no nos lo han permitido».

En la carta abierta, Teresa se pregunta; «¿Quién ha permitido tanta desolación? ¿Quién ha permitido tanto hacinamiento? ¿Quién no puso fin a tanto sufrimiento? ¿Quién se preocupó por quienes nos dejamos el alma en tanto esfuerzo? ¿Por qué?»

«Nadie nos ha ofrecido ayuda»

Todavía nadie les ha reconocido, ni a Teresa ni a tantos sanitarios que han caído, incluso que han muerto, el esfuerzo, la dedicación y el amor con el que han luchado a cuerpo descubierto frente a el virus.

Durante la pandemia, «en la urgencia general hubo bajas por Covid-19. Y fuimos nosotras las que nos ofrecimos para doblar, para hacer noches… Cuando alguna compañera se daba de baja, no ponían a otra persona para suplirla. Hemos sido nosotras las que voluntariamente hemos trabajado los días libres que teníamos, incluso doblando turnos».

De ahí surge el malestar porque, desde arriba, «nadie nos haya reunido. Ni siquiera nuestro jefe de servicio. Uno de nuestros compañeros ha muerto y nadie nos ha ofrecido ayuda, ni apoyo. Entre nosotras nos hemos ido dando el teléfono de varios psicólogos».

Y es que, a día de hoy, a pesar de que la situación está algo más tranquila en el hospital, «seguimos con un nudo en la garganta cada vez que tratamos de afrontar lo que ha pasado».

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