Paula Maddox

«Empatía, educación y respeto» es el mensaje que decenas de familias que tienen niños con autismo están tratando de hacer llegar a la población estos días.

«Hay que entender que existen discapacidades que no se ven y que las personas con autismo también necesitan salir a dar paseos terapéuticos durante esta cuarentena», nos cuenta Ana Sanz.

Ana es presidenta de NorTEA y mamá de una niña de nueve años con autismo. Desde su asociación han querido lanzar un mensaje para concienciar a la gente: «En estos días estamos recibiendo muchas quejas de familias con personas con autismo que cuando salen a la calle son increpados por sus vecinos o por aquellos que se encuentran en su camino».

«Nos gustaría que estas situaciones no se dieran y que, por supuesto, cualquier persona que vea a un adulto con un niño por la calle entienda que puede haber una circunstancia o una discapacidad que no se ve y que por ese motivo necesitan salir fuera de casa en periodos de tiempo cortos», explica.

También se ha iniciado una campaña para informar de que cuando alguien vea a una persona por la calle vestida con cualquier elemento o ropa azul, no le increpen, «pues este color tradicionalmente se relaciona con el autismo. Igual que la pieza del puzzle».

«Hay veces que el azul es brillante como el mar en un día de verano y, otras veces, ese azul oscurece y se disipa como un mar de tempestad»

Si bien es cierto que desde la ONG Plena Inclusión rechazan la idea de que ningún niño tenga que llevar un distintivo, Ana confiesa que «esta campaña es para disponer de una clave visual para que las personas lo vean. Nadie quiere tener que ponerle a su hijo un distintivo», pero parece necesario mientras los vecinos, o la gente en general, no entiendan la situación.

La cuarentena puede afectarles en exceso

Los paseos terapéuticos son un beneficio de prevención para las personas con este trastorno, pues «sirven para prevenir conductas disruptivas que en casa podrían generar un riesgo peor, como una agresión o autoagresión».

La ansiedad generada en casa en estos tiempos de confinamiento puede provocar una crisis aún mayor en estos niños. Por ello, de forma responsable, las familias pueden hacer uso de estos paseos. «No es un abuso ni una licencia, las personas que hacemos uso de estos paseos lo hacemos con responsabilidad», explica Ana.

Y es que esta cuarentena puede llegar a afectarles en exceso. «Les afecta aceptar los cambios de rutina. Mi hija no entendía lo que estaba pasando, así que hemos creado una rutina en casa e intentamos seguirla, ya que eso le da seguridad» confiesa Ana. Además asegura que, desde el colegio al que va su hija, un centro preferente TGD TEA, «nos mandan pautas, ejercicios y se preocupan mucho».

Amenazas e insultos de los vecinos

Todavía hay mucha falta de empatía por parte de la sociedad. «Piensan que nos estamos saltando el periodo de cuarentena así porque sí», denuncia Merche Luque.

Merche vive en Córdoba con su hijo Raúl, un niño con autismo. «El otro día Raúl estaba mal y salí con él diez minutos a la calle a que corriese», explica.

«Pasé un rato horrible. La gente desde los balcones diciéndome que me tendrían que meter en la cárcel. Incluso una enfermera de urgencias del centro de salud Carlos Castilla de Pino me dijo que sobre mi conciencia caería para el resto de mi vida si a mi hijo le pasaba algo», confiesa angustiada. «Es terrible e injusto que tengamos que vivir esto».

«No salimos por gusto, lo hacemos por necesidad. Pero tenemos miedo a contagiarnos igual que los demás», nos cuenta Belén Jurado.

Belén vive en Leganés, Madrid, y tiene una niña de 12 años con autismo. «Salimos con Lucía cada dos o tres días durante diez minutos a la calle. Damos la vuelta a la manzana y volvemos», explica.

Si bien es cierto que a ella, por el momento, nadie le ha dicho nada, el otro día su marido tuvo que presenciar una situación injusta. «Iba paseando con Lucía cuando un hombre le empezó a insultar y a decirle que le iba a matar». Y a pesar de que el padre trató de enseñarle la tarjeta de discapacidad de Lucía, el señor siguió increpándole.

«De todas formas hablé con el Ayuntamiento y me dijeron que si volvía a suceder llamara a la policía. En estas situaciones agradecemos mucho el apoyo que recibimos», sentencia.

«Aún nos queda mucho camino por andar»

Algo parecido vivió también Raquel Hernández, de Jaén, hace unos días. «Después de dos días en casa decidí dar un paseo con mi hijo Manuel. Lo dejamos para última hora de la tarde, ya que los comercios estarían cerrados y en teoría habría menos gente en la calle», explica.

Poco rato después, dos agentes de la Policía Nacional le pararon para preguntarle que a dónde iba. Pero a Raquel no le hizo falta sacar la documentación para mostrar que su hijo tenía autismo «pues muy amablemente nos dijeron que siguiésemos con el paseo y tuviésemos una buena tarde». Y la tarde siguió con normalidad hasta que finalmente alguien decidió insultarla con un «hija de p… vete a casa».

«No saben lo que pueden herir esas palabras. Menos mal que a mi hijo no le importan esos comentarios. Así que seguiremos dando nuestros paseos pese a quien le pese», dice, pues «aún nos queda mucho camino por andar».

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