La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que la crisis económica creada por el COVID-19 hará perder en todo el mundo el 6,7 por ciento de las horas de trabajo en el segundo trimestre de 2020, lo que equivale a las que trabajan 195 millones de empleados a tiempo completo.

Ello conllevará enormes pérdidas en los ingresos, en particular en los países de ingresos medios altos, con recortes previstos en los Estados Árabes, con alrededor de un 8,1 por ciento, seguidos por Europa, con 7,8 por ciento, y Asia y el Pacífico, con un 7,2 por ciento.

Según los datos de la OIT, más de cuatro de cada cinco personas, el 81 por ciento de los más de tres mil millones que conforman la fuerza de trabajo mundial, están siendo afectadas por cierres totales o parciales de su lugar de trabajo.

El posible aumento del desempleo mundial durante 2020 dependerá de manera considerable de la evolución futura y de las medidas políticas que serán adoptadas. Existe un riesgo elevado de que para final de año la cifra será significativamente más alta que la propia previsión inicial de la OIT, que cifró entre 5,3 y 25 millones el aumento de desempleados debido a la pandemia.

Trabajadores y empleadores enfrentan una catástrofe

«Los trabajadores y las empresas se enfrentan una catástrofe, tanto en las economías desarrolladas como en las que están en desarrollo… Tenemos que actuar con rapidez, decisión y coordinación. Las medidas correctas y urgentes podrían hacer la diferencia entre la supervivencia y el colapso», señala Guy Ryder, director general de la OIT tras conocerse estas previsiones.

La segunda edición del Observatorio de la OIT: El COVID-19 y el mundo del trabajo , describe el COVID-19 como «la peor crisis mundial desde la Segunda Guerra Mundial».

Según el nuevo estudio, 1250 millones de personas trabajan en los sectores considerados de alto riesgo de sufrir «drásticos y devastadores» aumentos en los despidos y disminución de los salarios y horas de trabajo.

Muchas de estas personas están empleadas en trabajos mal remunerados, de baja calificación, donde una pérdida imprevista de ingresos tiene consecuencias devastadoras.

A nivel regional, la proporción de trabajadores en estos sectores «en riesgo» varía del 43 por ciento en las Américas al 26 por ciento en África.

Algunas regiones, África en particular, tienen niveles de informalidad más altos, lo cual unido a la falta de protección social, gran densidad de población y débil capacidad, plantea a los Gobiernos serios desafíos sanitarios y económicos, advierte el informe.

Recomendaciones

A nivel mundial, dos mil millones de personas trabajan en el sector informal, la mayoría en las economías emergentes y en desarrollo, y corren un riesgo especial, y es necesario adoptar medidas políticas integradas y a gran escala, centradas en cuatro pilares:

  1. apoyar a las empresas, al empleo y los ingresos
  2. estimular la economía y los empleos
  3. proteger a los trabajadores en el lugar de trabajo
  4. utilizar el diálogo social entre Gobiernos, trabajadores y empleadores a fin de encontrar soluciones

«Esta es la mayor prueba para la cooperación internacional en más de 75 años», afirmó Guy Ryder, quien sostiene que «Si un país fracasa, entonces todos fracasamos. Debemos buscar soluciones que ayuden a todos los segmentos de nuestra sociedad global, en particular los más vulnerables y los que tienen menores posibilidades de valerse por sí mismos».

Ryder aseguró también que con las medidas correctas se puede limitar el impacto y las heridas que dejará la pandemia: «Nuestro objetivo debe ser reconstruir mejor para que nuestros nuevos sistemas sean más seguros, más justos y sostenibles de los que permitieron que esta crisis ocurriera».

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