Continuamos nuestra apasionante aventura para descubrir Nueva Zelanda. Después de la primera, segunda y tercera entregas anteriores, subimos a la gran duna de Te Paki y llegamos a Cape Reinga, desde donde se puede divisar a Kahira, el árbol sagrado de los Maoríes. Este lugar nos depara otra sorpresa. Y os damos más trucos para viajar por este maravilloso país.

Día 5º Marisol Castro, Javier Barrio

El camping TOP 10 Bay of  Islands Holiday Park ha sido todo un descubrimiento, junto al río Waitangi, barato, 13 $ NZ por persona y con derecho a ducha, cocinas y enganche de luz. La recepcionista amable y atenta. Hemos cocinado tortilla de patatas en las instalaciones del camping, donde puedes compartir experiencias con otros viajeros, y nos hemos duchado con agua caliente ¡por fin!

Salimos hacia la punta de la Isla Norte, donde termina la isla y nos espera uno de los lugares más bonitos del mundo. Se llama Cape Reinga.

La gran duna

Seguimos nuestro recorrido para descubrir Nueva Zelanda, viendo el gran país de los contrastes. Pasamos de los bosques de invierno, a los bosques subtropicales. De las playas de arena fina inmensas a las costas rocosas. Vemos manglares, zonas pantanosas, rías, albuferas y cañaverales, llenos de aves. Y terminamos en un pequeño desierto, en la gran duna Te Paki. Arriba, desde la cima, solo vemos arena. Al final la costa y el mar.

Subir la gran duna Te Paki es divertido, apasionante y sorprendente, para los que nunca hemos vagado por un desierto. Las vistas más allá de la arena no tienen precio. Los más atrevidos surfean las dunas con tablas. Allí mismo te venden por 10 o 20 dólares tablas de madera artesanales para divertirte en la duna. Para los menos atrevidos, tampoco está mal bajar corriendo a toda velocidad, aunque puedes terminar rodando por la pendiente.

Rainbow Falls y la 90 millas

Otro lugar imprescindible para descubrir y detenerse, viniendo como nosotros desde Kerikeri, es una de las cascadas más bonitas, la Rainbow Falls. Cuenta con un pequeño aparcamiento y, como en otras ocasiones, previa limpieza de nuestro calzado, podemos disfrutar de un salto de agua recogido en una pequeña laguna. Entre un bosque subtropical, desde ahí comienzan varios recorridos, para elegir, dependiendo de las ganas que tengamos de caminar.

De camino hemos paseado también por la playa más larga de Nueva Zelanda, la que llaman la playa de las 90 millas -aunque hoy por hoy no las tiene- de costa y arena blanca, Ninety Mile Beach. Una gozada pasear descalzo por la arena y no ver ni un alma. De vez en cuando algún todoterreno o un pick-up te interrumpe el paseo y se interpone entre tú y la inmensidad de la costa o del océano. Una playa en la que está permitido circular con vehículo, pero con la precaución de que puedes quedarte atrapado dentro del coche por la subida de la marea.

Ninety Mile Beach
Ninety Mile Beach

Música con la arena

Otra playa también merece nuestra atención, otra maravilla, aunque el viento hace que se torne algo incómodo el paseo. Al lado, un arroyo cuya agua se junta con la del mar, incluso antes de la desembocadura. Es zona de anidación de dos especies endémicas de la isla y en peligro de extinción por la acción de los depredadores. Observamos algunas parejas. Dice mi hijo que esta es su playa preferida. A mi también me parece preciosa. Hay que dejar el coche en un prado y luego bajar el sendero que te lleva a Rarawa Beach. Recomendación, hacer el camino descalzo si no queréis cargar con un kilo de tierra en vuestro calzado. Respirar, relajarse y entornar los ojos mirando hacia el horizonte. Y una curiosidad; “la arena emite diferentes sonidos” si deslizas los pies por ella.

Cuidado con las multas

Volvemos a la carretera. Esta noche vamos a dormir en una cala en medio de una montaña y un acantilado, a la orilla de otro río, se llama Tapotupotu Campsite. Antes una visita obligada para quien tenga tiempo, el punto más al norte de Nueva Zelanda, Cape Reinga. No podemos ver el faro porque la densa niebla lo cubre todo, así que tras un breve paseo decidimos ir directamente al camping. El camino, de tierra, es espectacular y eso que apenas vemos. Con un día claro, debe de ser de los que tienes que ir parando en cada recodo para capturar una instantánea del paisaje. El camping es de pago, pero no hay recepción, como tantos en el país, sólo hay que depositar la tarifa en un sobre junto con un formulario que hay que rellenar. Luego depositas el sobre en una especie de caja fuerte.

Tapotupotu Campsite

Si no pagas puedes amanecer con una multa de 200 $ NZ en el parabrisas de tu vehículo. Los vigilantes suelen pasar de noche o de madrugada, aunque por lo que pudimos comprobar en todo el viaje la gente aquí no “hace trampas”. Son ocho dólares por persona y hay que meter la cantidad exacta, así que es recomendable llevar siempre algo de dinero suelto (cash) porque aunque todo se puede pagar con tarjeta, para esto sí es conveniente el dinero en efectivo.

Día 6º. El hike más largo de mi vida

Amanecemos mejor de lo que nos acostamos. La niebla ha levantado un poco, esperemos que el día nos permita ver todas las maravillas que nos ofrece la zona. Hoy he hecho el hike más largo de mi vida, 19 kilómetros atravesando más de seis ecosistemas distintos. Empieza a orillas de la carretera, el cartel indica Twilight Beach. Dos horas ida, comenzando en un inmenso prado, salpicado de vacas, que te miran sin inmutarse cuando pasas a escasos dos metros de ellas. Un cañaveral pantanoso, surcado por un puente que lo atraviesa. Un monte bajo. Un bosque. Un pinar. Un terreno pre-desértico. Un pequeño desierto de dunas. Un lago. Y, finalmente, la costa, con arena de playa y acantilados. Varias islas y cabos se abren ante tus ojos. Mantener en la retina tanta belleza es el ejercicio más habitual en esta tierra.

Un recorrido de 19 kilómetros hasta una playa espectacular

Regresamos cuatro o cinco horas después, estamos agotados, pero ha merecido la pena. Dos faisanes salvajes nos han sorprendido en nuestro paseo. También hemos visto el cadáver reseco de una zarigüeya, los depredadores más destructivos de la fauna de la isla. Ojo que si no regresas por el mismo sitio puedes alargar tu caminata varias horas más y acabar muy lejos de donde dejas el coche. Otra mala idea es salir del camino marcado para “ahorrar tiempo” y evitar las vallas electrificadas que se sortean por encima, gracias a unos escalones acondicionados para los caminantes. Nos llevó otra media hora más y serias dificultades para encontrar un lugar por donde la verja nos permitiera pasar sin quedarnos electrificados o enganchados, en el mejor de los casos.

Orcas

Estamos muy cansados, pero aún nos quedan fuerzas para ir a ver el faro en Cape Reinga. La niebla ha levantado un poco, lo suficiente para ver una de las estampas más alucinantes de mis viajes. El grito de una viajera, en perfecto castellano, nos alerta. Hay orcas cerca de la costa. A pesar de la distancia las vemos surfeando las olas muy cerca del acantilado. Son una familia de cuatro o cinco individuos, nadando en una costa en la que se juntan el Pacífico y el Mar de Tasman (Tasmania), y la línea que los separa se nota. Un evidente cambio de tonalidad marca la diferencia de densidad, salinidad y el color de los dos mares. Las olas que chocan unas contra otras, el encuentro del hombre y la mujer según la cultura Maorí.

Hay tanto que describir en este paraje, tanta belleza, que se te clava en la retina para siempre. Resulta indispensable ir hasta allí, aunque las orcas, o ballenas, creo que no son nada fácil de avistar, pero igual también hay suerte.

Inframundo

Lo que se ve con facilidad, porque destaca en una de las laderas del acantilado cuando bajas por el camino y cuyo significado te describen los carteles que rodean el faro, es Kahira, el árbol sagrado para los maoríes, con más de 800 años. Dicen de él que es el punto donde las almas de los muertos dejan el mundo terrenal y se lanzan al Reinga (inframundo), para recorrer el sendero de los espíritus y cruzar a la otra vida.

Un lugar con tanta espiritualidad que parece flotar en el aire. Os aseguro que se respira una atmósfera especial y se impregna de tal manera que nos acompañó en el viaje de regreso.

Kahira, un árbol con más de 800 años, sagrado para los maoríes. Descubrir Nueva Zelanda
Kahira, el árbol con más de 800 años, sagrado para los maoríes

Volvemos al camping de pago que nos gustó tanto hace dos noches. Ducha caliente nocturna, ¡qué maravilla! Hablo del TOP 10 Holiday Park Bay of Islands. Un día más de aventura para descubrir Nueva Zelanda.

Acceso a la serie Conocer Nueva Zelanda

2 COMENTARIOS

  1. Debe ser un país alucinante, me esta encantando vuestro relato, y aunque me pone los diente muy largos, ahora que estamos en esta situación de confinamiento, me ayuda a pensar y planear un futuro viaje a Nueva Zelanda.
    Gracias por compartirlo.

DEJA UNA RESPUESTA

Escribe un comentario
Escribe aquí tu nombre