Paula Maddox

A las ocho de la tarde, cuando todo el país sale a aplaudir a sus ventanas para mandar ánimos a los trabajadores sanitarios, la plantilla de cocina del Hospital La Paz se encuentra en plena tarea para lograr cumplir con los horarios de comida. José es uno de los más de 40 trabajadores que se encargan de preparar el desayuno, la comida, la merienda y la cena a todos los pacientes del hospital, incluídos los que están en urgencias y en las carpas adyacentes.

«El otro día, sin embargo, nuestra jefa nos dijo que podíamos parar un momento. Nos dijo que esos aplausos de las ocho horas también eran para nosotros, y toda la cocina nos pusimos a aplaudir», cuenta José emocionado.

A pesar de haber vivido unas semanas caóticas, parece que poco a poco todo vuelve a la normalidad. «Poco a poco tenemos más esperanza… en una semana los datos han bajado significativamente. Esta semana hemos estado dando unas 200 cenas menos que la semana anterior, lo que significa que cada vez hay menos pacientes», nos cuenta.

Si bien es cierto que muchos pacientes son trasladados del Hospital La Paz a IFEMA, «también están ingresando muchos menos enfermos. De hecho, este domingo únicamente se internaron a tres nuevos pacientes y en las urgencias solo había unas diez personas en cada sala, cuando antes estaban desbordadas», apunta.

Semanas de caos

La labor de estas cocinas, además de ser admirable, es fundamental. «Es muy importante que entreguemos la comida a la hora prevista, porque esa es la hora a la que se le da la medicación a cada paciente», nos dice.

Y, aunque en las cámaras tienen mucho alimento guardado, «si que es verdad que las primeras semanas de la pandemia había momentos en los que estábamos desbordados, teniendo que triplicar los platos».

Además, las medidas de protección se han ido extremando con el tiempo. Actualmente todos tienen mascarillas, todas las bandejas que usan son deshechables y, «a pesar de que el servicio de entrega de la comida lo hacemos nosotros mismos en las plantas, tratamos de no tener contacto con nadie».

Sin embargo, José no olvida el caos del principio. «He visto a muchas de mis compañeras derrumbarse, llorar… preocupadas porque volvían a casa y podían estar contagiadas. Además, ya van unos 15 ó 20 trabajadores que han terminado contagiándose por el maldito bicho».

Ante esta situación, desde el hospital actuaron con rapidez. «De hecho, en un caso normal en el que un compañero cae enfermo por cualquier circunstancia, los jefes tienen un plazo mínimo para poder pedir un suplente, que suele ser de dos o tres semanas. En este caso nos han dado gente para suplir inmediatamente», nos cuenta.

Un rayo de esperanza

De todas formas, parece que estos momentos de crisis humanitaria han sacado lo mejor de cada uno de ellos. «Hay mucha solidaridad entre nosotros. Estamos luchando todos juntos», explica este trabajador del Hospital La Paz.

Y si bien es cierto que normalmente suele haber problemas cuando contratan a nuevos trabajadores, «los que han llegado supliendo las bajas de nuestros compañeros han venido con muchas ganas de ayudar. Aunque no nos conocen ni nosotros a ellos, se preocupan muchísimo los unos por los otros y están dispuestos a lo que haga falta todo el tiempo», apunta con ilusión.

Dicen que siempre hay luz al final del túnel y, tras haber vivido unas semanas de caos total, parece que los hospitales de España comienzan a ver poco a poco esa luz. Esperanza y ánimos que han empujado a estos trabajadores a grabar este emocionante vídeo para que todos podamos ver su labor, y escuchar la letra de la canción que han elegido, que parece escrita para la ocasión.

Bandejas con mensaje

Desde las cocinas del Hospital La Paz también están siendo testigos de una iniciativa cuanto menos emotiva. ‘No te conozco pero aquí estoy‘ nace con el fin de ayudar a las personas más vulnerables que, aislados en los hospitales sin poder tener contacto con el exterior, están pasando por una fase de soledad extrema.

«Cada día recibimos muchísimas cartas. Llegan por email y la dietista es la encargada de imprimirlas», cuenta José.

Una vez impresas, las doblan y las colocan en cada bandeja de comida, debajo de los cubiertos, «para que los pacientes las lean y se sientan un poco más acompañados».

Además, confiesa José, «procuramos que todos los pacientes reciban una carta. Si un día no da para todos, al día siguiente comenzamos a repartirlas a partir del paciente que el día anterior no tuvo».

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