Vigencia de Ignacio Aldecoa

Se publican en un solo volumen todas las novelas del escritor fallecido prematuramente

Se les llamó la Generación del medio siglo, por coincidir las primeras publicaciones de todos ellos alrededor de la década de los cincuenta del siglo veinte.

Casi todos comenzaron a escribir en publicaciones como «Índice» y «Revista española», independientes, y también en «La Hora», «Juventud» o «Acento cultural», vinculadas al SEU. Esta característica hizo que se especializasen en narraciones cortas, aunque más tarde publicasen también grandes novelas.

Se trata de Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan García Hortelano, Alfonso Sastre y también Ignacio Aldecoa, de quien Biblioteca Castro acaba de publicar todas sus novelas en un solo volumen, precedidas de una extensa e ilustrativa introducción de Hipólito Esteban Soler.

Todos ellos compartían los mismos presupuestos ideológicos y participaban de las mismas preocupaciones temáticas y formales y pretendían convertir la literatura en un revulsivo político que informase de las realidades que los medios de comunicación ocultaban a los españoles tras la guerra civil.

La crítica lo llamó realismo social. Todos bebían de las fuentes del neorrealismo italiano y del nouveau roman francés, coincidían en las mismas tertulias (La Granja, El Gijón) y mantenían estrechas relaciones de amistad y camaradería.

Aldecoa se casó con Josefina Rodríguez (quien publicó sus obras como Josefina Aldecoa), identificada también con la generación.

Las novelas de un escritor ejemplar

En 1954 Ignacio Aldecoa publicó su primera novela, «El fulgor y la sangre», en la que están presentes los presupuestos de la narrativa anterior de sus cuentos, encarnados en las esposas de cinco guardias civiles que, ante la noticia del asesinato de uno de ellos en un tiroteo con un delincuente huido, esperan dramáticamente que se les comunique la identidad del fallecido.

Todas se muestran incómodas con la vida en una casa cuartel fría y desangelada, sueñan con salir del aislamiento y desean para sus hijos una vida mejor que la suya. Cada una cuenta también su historia personal de decepciones y fracasos. La atmósfera de la posguerra aletea sobre todos los personajes de la novela en los siete fragmentos temporales en que se divide.

«Con el viento solano», publicada dos años más tarde, puede considerarse como una continuación de la anterior, ahora adoptando el punto de vista del asesino, el gitano Sebastián Vázquez, de quien el autor reconstruye sus miedos y sus miserias en la dura vida que le tocó vivir, así como su comportamiento al margen de la sociedad considerada normal.

En 1957 Aldecoa publicó «Gran Sol», la gran novela dedicada a los trabajadores de la pesca de altura, Premio de la Crítica de ese año, donde los pescadores que arriesgan su vida en los caladeros del Gran Sol anhelan el regreso a sus casas y la reunión con sus familias. Son los tripulantes de dos pesqueros en las circunstancias de su trabajo diario y también de su tiempo de ocio, en el que consumen novelas rosa y se dejan seducir por recuerdos felices de su pasado.

El drama de la muerte en alta mar interrumpe la monotonía e introduce en sus vidas el pálpito de la tragedia.

Aldecoa sabe de lo que habla, pues para documentar esta novela y vivir las dificultades de los marineros se embarcó una marea en un pesquero cántabro.

En «Parte de una historia», su última novela, que tardó diez años en publicar desde la anterior, el misterio rodea al protagonista, un escritor que tiene que refugiarse en las islas Canarias (el lugar ha sido identificado como La Graciosa, un islote próximo a Lanzarote) sin que se lleguen a saber realmente los motivos de su confinamiento.

En el décimo aniversario de la muerte de Aldecoa, su coetáneo de generación Jesús Fernández Santos escribió (El País, 30-octubre-1979): «Ignacio está en todos sus personajes, en el desvalimiento histórico y existencial de la gente de España, pero más que en ninguna parte, en su última historia, que nos habla de sus crisis como escritor y hombre».

En sus novelas Ignacio Aldecoa persiguió desenmascarar la falsa imagen que el régimen franquista trasladaba a la sociedad a la que maltrataba y reprimía, tratando de mostrar la verdadera cara del país y de sus indefensos habitantes, manteniendo una actitud de escritor irreductible e insobornable.

En estas narraciones profundiza en la soledad y la incomunicación de sus personajes, sujetos frágiles y desvalidos, pobres, débiles y vulnerables, de los que se sirve para denunciar la desigualdad social y las injusticias del sistema. Son, también, personas con defectos y contradicciones, con vicios y actitudes condenables.

Un narrador excepcional

Como muchos escritores (recordemos al Cela de «Pisando la dudosa luz del día» o al Baroja de «Canciones del suburbio»), Ignacio Aldecoa comenzó escribiendo poemas («Todavía la vida», «Libro de las algas»), con una fuerte influencia del postismo de Carlos Edmundo de Ory. Aunque la abandonó muy pronto, su poesía, como dijo Caballero Bonald, quedó filtrada en su prosa narrativa.

Se dedicó a escribir relatos cortos que publicaba en diversas revistas, en los que mostraba su inconformismo con la vida política, social y cultural del país a través de temas como la muerte, la soledad y la incomunicación.

Los reunió en 1955 en los volúmenes «Vísperas del silencio» y «Espera de tercera clase», y más tarde, en 1961, en «Caballo de pica» y «Arqueología», donde además rememora la España de su infancia y adolescencia.

En las prosas poéticas de «Neutral corner» (1962), ilustradas con fotografías de Ramón Masats, recoge sus narraciones centradas en el mundo del boxeo. Continuó en los sesenta con «Pájaros y espantapájaros» y «Los pájaros de Baden-Baden», donde los protagonistas pertenecen a la clase media acomodada, a la que Aldecoa reprocha su adhesión a los convencionalismos de la sociedad burguesa.

En 1973 Alianza publicó sus «Cuentos completos». No estaría de más recuperarlos también a estas alturas. Escribió también relatos de viajes para la revista «Clavileño», reunidos en «Cuadernos de godo» y «El país vasco».

Ignacio Aldecoa, quien nació en Vitoria y estudió Filosofía y Letras en Salamanca y Madrid, murió en 1969, a los 44 años, en un momento de excepcional madurez creadora.

La relectura de su obra nos recuerda a un narrador que escribió sobre la vida que le tocó en una de las Españas más difíciles y que denunció las desigualdades y las injusticias con un comportamiento ejemplarmente ético y estético, al hacerlo con un estilo literario acorde con el realismo que describía en sus relatos.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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