Acaso no fueron los Cruzados quienes nos trajeron noticias de aquella tierras, también los venecianos supieron comerciar con el Imperio Otomano y llegar a acuerdos, que se rompieron cuando Solimán, el Magnifico, quiso adueñarse de Europa.

Oro, piedras preciosas, danzas exóticas, guerreros feroces y una lengua lejana. Llegar a Turquía es abrir la puerta a un pasado de guerras y conquistas, de esplendor y decadencia, de hechos que cambiaron el rumbo de la historia mundial.

Geográficamente, Turquía es un centro estratégico por tener una parte de su territorio en Europa, otra parte en Asia Occidental. Linda con: Georgia, Armenia, Iran, Azerbaiyán, Bulgaria y Grecia, y al sur con Siria y con Irak.

Está rodeada por tres mares: Mar Negro, (el interno Mar de Mármara), los estrechos de Dardanelos y Fosforero, el mar Egeo y el mar Mediterráneo.

Es un enorme unicornio que encaja su cuerno en Europa, un rectángulo terrestre que se articula norte-sur, oeste-este con diversos países y culturas, un puente natural entre civilizaciones y rutas, incluyendo la famosa Ruta de la Seda. Una geografía excepcional que definió la historia de Turquía y de Europa.

Su territorio alojó a los hititas, frigios, cimerios, asirios, persas, los kirguis, entre otros, ninguna dejó huella tan profunda como la civilización griega. Sin embargo, fueron los selyúcidas y otomanos quienes afianzaron un gran imperio: el Imperio Otomano, que duro seiscientos años, hasta que en 1923 Turquía se levanta como pueblo soberano y se configura en una moderna República, a partir del Tratado de Lausana en Suiza.

«Después de la Segunda Guerra Mundial, creo que los turcos nos dimos cuenta que ya el Imperio Otomano no daba más y queríamos ser una nación, con nuestra identidad y el reconocimiento internacional. Mustafa Kemal, fue el padre de la patria pero había todo un pueblo detrás, aun recuerdo comentarios entre mis abuelos y tíos, me confiesa Adil, profesor turco jubilado.

Turquía es considerada uno de los veinte primeros países industrializados, y ha abierto sus mercados. Estambul es su capital financiera, reúne más de treinta multimillonarios y es también la capital del oro.

Los ojos no alcanzan para ver todas las joyas expuestas, brillando en las vidrieras del Gran Bazar o por el barrio comercial. Pectorales, cadenas, anillos, barras de oro, oro de 24,18 quilates, lo que uno pida y compradores de todo tipo y lugares, abarrotando los negocios.

Teo, es empresario y determina: «Hay una voluntad de ser nosotros, los turcos, un fuerte empuje, yo comercializo cueros de cordero de la mejor calidad, competimos en el mercado internacional. Hay mucha mercadería que viene de China, por eso defendemos nuestra industria, tenemos orgullo de ser turcos. Ahora hay que hacer la gran liga con los otros países turcos».

Si Turquía es uno de los primeros países en extracción y comercialización de oro, lo es también en la banca, la construcción. Por las carreteras vimos las grandes urbanizaciones con monoblock próximos a las fábricas de electrodomésticos o a las refinerías de petroleo y minerías. Excelentes carreteras surcan las vías que unen las principales ciudades Ankara, Esmirna, Capadocia, Estambul.

A esto se suma la industrial textil, las alfombras. Osnur, mientras me lleva del aeropuerto a Estambul, me explica: «Para nosotros la alfombra es parte de nuestra vida, no hay hogar turco sin alfombra».

Es verdad que el turismo es un rubro fundamental en ingresos de divisas: «Nos importa el turismo y la calidad de servicios. Antes de la pandemia tuvimos un récord de treinta millones de visitantes ahora esta volviendo gradualmente», me dice la joven turca de la Oficina de Turismo.

Constantinopla, Santa Sofía, el palacio Topkapi

Ya estamos en la ciudad de Bizancio, según la leyenda fundada por los griegos en el 600a C. Admirada por Dario el rey persa, nominada Constantinopla a raíz de Constantino I, el Grande, que reina sobre un imperio cristiano, que continúa con Teodosio, cuya madre, según la leyenda, encontró los clavos de Cristo. Y el Rey Justiniano que consagra Santa Sofia, la gran iglesia, con el mosaico de Cristo Pantocrator.

«¡La caída de Constantinopla en 1453!». –exclamo, y me corrige el guía: «Para nosotros es la reconquista por Mehmet II, el Conquistador, quien recupera la ciudad y transforma Sofia en mezquita»

Europa-Oriente, dos visiones de un mismo hecho

Frente al Cristo Pantocrator leo «La paz sea contigo. Yo soy la luz del mundo».

Sofia es un diamante de luz y de irradiación. Una maravillosa construcción. Su centro iluminado por lamparas, arriba, la cúpula de treinta metros de diámetro. Rodeada de galerías y cuatro grandes pilares. Al salir, el bello mosaico del siglo doceI de la Virgen Maria, el emperador Justiniano y el emperador Constantino I.

Historia, religión, entrecruzamiento de culturas. Hasta el vikingo Eric, estuvo aquí y dejo su marca.

Al día siguiente, despertamos pensando en el palacio Topinaria.

Atravesamos los jardines para llegar al palacio, no hay mucha fila y pronto estamos recorriendo el harem, las salas y dormitorios privados de las esposas, concubinas y niños del Sultán. Patios, fontanas, salas y cuartos que albergaron la familia real desde el siglo quince al siglo diecinueve. Muchas vidas, pasiones y ambición se entretejieron en estos espacios secretos. Eunucos negros traídos de África, eunucos blancos atendiendo al Multan, la Sala de Audiencias, los visires y los diplomáticos extranjeros desfilan en la niebla del tiempo.

Entramos en la sala del Tesoro Imperial, caminamos entre vitrinas repletas de objetos de oro decorados con perlas, rubíes. diamantes y piedras preciosas.

El pabellón fue construido en tiempos de Mehmet II, en 1460. La espada de Solimán el Magnifico, la famosa daga de Topkapi con las enormes esmeraldas. El diamante du Kasikçi, una gema de 86 carates (17 gramos) tallada en forma de lágrima expandiendo sus destellos ante la admiración de los visitantes.

Colmada de brillo recupero el aliento en la gran terraza contemplando la inmensa metrópoli, una de las más grandes del mundo.

Visito la colección de armaduras y de atuendos reales, la biblioteca, la puerta de la felicidad.

Felicidad es convivir con el pasado y el presente, comprender la decisión de un pueblo por ser y los consentimientos y prebendas de Europa. Entender el gran calidoscopio humano y un territorio cuña y encuentro. Me parece caminar junto a Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura en 2006, y su bello libro «Estambul: ciudad y recuerdos».

Nos falta la Gran Cisterna Basílica, reservorio da agua, construida por Justiniano en 532, con sus imponentes 336 columnas y los reflejos de las luces en el piso de agua.

El Gran Bazar, laberinto de objetos, telas, cerámicas, joyas, vestidos, alfombras, vajillas y especies de diversos colores y olores, extenúa y divierte por la variedad que ofrece. Ya nada es barato, hay que regatear y regatear, pero tanto abigarramiento invita a mirar, tanto barroquismo comercial seduce y sorprende.

El arte de la venta y la compra, el regateo, el hechizo del objeto esperando a su dueño, todo un antiguo ritual al cual los turcos se entregan con fervorosa pasión, hablando en diversos idiomas, y muy especialmente en español, ya que el turismo hispano se ha acrecentado y hay una gran cantidad de tours y guías muy bien preparados en español.

  • Señorita ¿de dónde viene?
  • De Argentina.
  • Viva Messi!
  • Para Usted que llega de España este anillo de Sultanita, la piedra de Turquía que cambia de color.

Colores y formas, olores y sabores, el mar que refleja el sol, el puerto y el desfile de barcos de una orilla a la otra. Allá Europa, Aquí Asia. Agotamiento y disfrute. Alguien nos aconseja un baño turco y llegamos a las puertas de un antiguo edificio de 1742, un Hamman suntuoso en su época, por donde desfilaron el músico romántico Franz Liszt y famosos actores de Hollywood.

El vapor y el excelente masaje turco con espuma y aceite recupera y relaja.

Creo que debería haber baños turcos en todas las ciudades del mundo y obligatorios para la salud física y mental.

Una buena cena, Siš kebap de cordero en brocheta, con ensalada natural de lechuga, tomates, perejil, y sumac, acompañado de te, en un restaurant terraza viendo la cúpula de Sofia y el dorado del atardecer sobre Estambul.

Mañana partimos para la Costa Egea y Éfeso, y luego Capadocia. Los espero.

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