En estas últimas semanas en las que están teniendo lugar diferentes fastos en torno a las elecciones de 1982 que tanto significaron para el devenir de este país, me encuentro dando los últimos retoques a un libro con el que pretendo contribuir como periodista a contar las historias acaecidas por estas tierras durante los años ochenta y noventa del pasado siglo, pero haciéndolo desde la óptica del humor.

La criatura en gestación tendrá forma de papel ataviado a base de tinta y colores y se llamará, simple y llanamente, Una Transición de risa. Está siendo un largo parto, créanme, pero espero que por fin la criatura suelte su primer berrido en el venidero año.

Es mi deseo alumbrarla y que vea finalmente la luz por varios motivos. En primer lugar, porque siempre he creído que la sonrisa es la distancia más corta entre las personas, y tenemos que intentar utilizarla como argamasa de convivencia. Yo la cultivé en un dueto a modo de mueca y herramienta de trabajo durante aquellos años haciéndolo a través de collages y textos desenfadados en distintas publicaciones, y créanme que no se me salieron arrugas, porque lo cierto es que feo ya lo era de nacimiento.

Po otra parte, en estos últimos cuarenta años ha nacido una nueva generación de españoles conocidos como milenials, zetas y compañía, que saben poco o nada de lo que sucedió en los citados años ochenta y noventa, por lo que creo que si se les cuentan algunas cosas, aunque sea desde la óptica del humor, podrán hacerse una idea de cómo vivíamos, currábamos o retozábamos los primates de aquellos tiempos, sus viejos de hoy, que a estas alturas cabalgamos a lomos de nuestros sesenta, setenta, ochenta años con nuestra mochila a cuestas portando, entre otros enseres, las correspondientes pastillas para la tensión o el colesterol.

Hay un tercer motivo que me ha animado a hacerlo, a presentar y describir a la clase política principalmente, pero también a especímenes varios que pululaban por la piel de toro de aquellos años: el motivo no es otro que estoy observando día sí y día también cómo en estos momentos late en el ambiente político un enfrentamiento cainita, una mala leche que recorre la epidermis de España como si cada uno estuviera esperando el momento oportuno de dar la oportuna estocada al contrario para llevárselo al matadero. Ante semejante panorama me pregunto que si hace cuarenta años fue posible entendernos, ¿por qué no va a ser posible hacerlo hoy?

El libro va a estar dedicado especialmente a las nuevas generaciones, a esos jóvenes encuadrados en los grupos llamados milenials, baby boom, hipsters, gentes de hoy, de sueldo base o incluso jóvenes parados, para que no pierdan la esperanza. Y también lo va a ir para los que ya peinan canas o lucen elegantes cabezas rapadas, y para aquella mujeres de entonces, nuestras compañeras de vida de aquellos nuestros años mozos porque, como decían Los Bravos en una de sus melifluas canciones, «Los chicos con las chicas quieren estar, las chicas con los chicos quieren vivir…».

Sus páginas estarán enfocadas en su totalidad bajo la óptica de un humor no ofensivo ni hiriente, para que la cosa discurra por los cauces del entendimiento y el desenfado. Posiblemente a algún político de entonces, alguna folclórica de moño en ristre o cantante venido a menos les resultará curioso verse a la altura de 2023 tal y cómo eran hace treinta o cuarenta años; por eso he procurado ataviarlos a todos, todas, con sus mejores galas, una indumentaria adecuada para cada cometido, con la intención de que salgan favorecidos.

Aparecerán en las páginas de Una transición de risa personajes de todo tipo y condición: desde presidentes de gobierno a alcaldes, diputados, políticos de andar por casa, cantantes, bailaoras, periodistas y cómo no, los extranjeros, ¡madre!, que en aquellos años dieron mucho juego por estos lares.

Unas historias, en resumen, contadas a base de collages a través de los que los lectores jóvenes de hoy conocerán cómo eran, como éramos las gentes de aquel tiempo en un país en el que se ponía el sol. Y al sector maduro también le servirán estas historias para recordar un tiempo en el que también fuimos jóvenes, comíamos el menú del día e intentábamos vivir lo mejor posible, aunque fuera en la pensión de la señora Cándida, que de todo había. Va por ustedes.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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