Antes de que la Feria del Libro de Madrid se pospusiera debido al coronavirus, una librera de Tres Cantos le vio las orejas al lobo de la crisis en cuanto escuchó lo del estado de alarma, situación que nos encerraría a los españoles en nuestras casas.
Ante esta situación, e intentando salvar su librería, Serendipias, decidió crear su propia «feria del libro» pero sin casetas ni expositores, sino montándose en su bicicleta y recorriendo la localidad sirviendo a los vecinos los libros que le solicitaban.
He leído la noticia en un periódico madrileño durante mi confinamiento tricantino, localidad en la que vivo, y no puedo por menos que admirar el coraje de una mujer que ha tenido el ingenio, al tiempo que capacidad, de prestar un servicio a la ciudadanía, intentando de paso salvar su negocio, que es de lo que vive, aunque tenga que hacerlo pedaleando en bicicleta por un pueblo en el que hoy somos unos 47.000 habitantes.
Esta filóloga de profesión, que un día dejó su trabajo como profesora intentando cumplir su sueño de ser librera, se llama Elena Martínez, y durante el estado de alarma ha pedaleado en su bicicleta por Tres Cantos haciéndose más de seiscientos kilómetros pero, lo que es más importante, ha conseguido entregar a sus clientes 1.297 libros casa por casa, conformen le han ido llegando los pedidos.
Y de paso, también ha tenido el valor de hacer frente a ese monstruo de la venta online llamado Amazón, ya que la localidad tricantina es una de las mayores consumidoras de este tipo de ventas en toda España.
Elena Martínez, la librera que le está ganando la batalla a la crisis pedaleando día tras día en su bicicleta, y eso sí, todo hay que decirlo, contando con la ayuda de su padre, Víctor, que a sus 63 años también pedalea el hambre para ayudar a la causa familiar, dice cosas muy interesantes en la entrevista del periódico madrileño.
Lo de hacerse librera dejando el trabajo de profesora «Era una locura –comenta-, pero si no lo intentaba me lo iba a reprochar toda mi vida».
Con respecto a la petición de los libros, y tras un largo encierro, la gente ha ido cambiando en sus preferencias: «Al principio me pedían solo libros para niños, pero después me pedían cajas con libros para toda la familia, estaban hartos de ver series».
En esta actividad es tan responsable en su cometido que es la única que manipula los libros, desinfectándolos antes de meterlos en la bolsa.
Aguzando el ingenio, y ante el panorama social de largo confinamiento que se avecinaba, por las mañanas trabajaba la librera en las redes sociales haciendo sus videos cual campesino urbano que siembra para recoger a medio plazo, y para ello nada mejor semilla que contar unas pinceladas de las obras, una especie de aperitivo para abrir boca, que siempre prepara para ingerir, en este alimento llamado literatura.
De esta manera, en un símil de la restauración, podría decirse que comenzaron a llegar los primeros comensales, en este caso lectores, que si en un principio podrían ser simplemente tres o cuatro, con el tiempo la cosa llegaría a los treinta, que le han ayudado a mantener a flote su restaurante literario llamado librería Serendipias.
Elena Martínez, la librera de Tres Cantos, además de querer seguir siéndolo, tiene una cosa clara: “Mi meta es que todo el mundo se convierta en lector”.
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Que maravilla que aumenten ese tipo de comensales! Gracias por este artículo, lleno de positividad.😘😘😘