Juan de Dios Ramírez-Heredia[1]
Veía el Telediario de las tres de la tarde mientras almorzaba en mi casa y poco ha faltado para que se me atragantara un trozo del muslito de pollo que en aquel momento me llevaba a la boca. Ana Blanco iba encadenando las noticias hasta que llegó el capítulo de los sucesos relacionados con el tráfico. En una de las carreteras españolas, concretamente en la que atraviesa el municipio de El Álamo, en Madrid, han encontrado a una mujer muerta y otra gravemente herida como consecuencia de un atropello. “La policía busca al conductor del vehículo ―continúa diciendo la presentadora del telediario― para añadir seguidamente que en una zona próxima se ha encontrado el cadáver de un hombre. Se investiga si se trata de un ajuste de cuentas.”
En ese momento aparece en pantalla la reportera Cristina Acha quien dice que la investigación está abierta y que la Guardia Civil cree que puede ser un atropello intencionado. «Investigan si tiene relación con una reyerta entre dos clanes gitanos, por lo que siguen recabando la información».
Hacía tiempo que no veía en TVE una referencia tan directa y tan gratuitamente acusadora a los más de 750.000 gitanos y gitanas que somos españoles, de haber sido potencialmente autores de un gravísimo delito que costó la vida a dos personas.
Me indigné porque esa referencia estaba fuera de lugar. La propia reportera dice que «se investiga», que «se cree que puede ser», y que «la investigación está abierta». Y yo me preguntaba, sin ganas ya de terminarme la comida:
― ¿Qué ha ganado TVE con esa referencia envenenada a todo un pueblo? ¿Cuánto se ha enriquecido la noticia endosando a «a dos clanes gitanos» los crímenes que alguien haya podido cometer? ¿Y por qué clanes, con la connotación mafiosa que tiene el término?
Terminé de tomarme el café y me propuse llamar a la dirección de informativos de TVE para manifestarles, como ciudadano que con sus impuestos hace posible que ellos cobren su sueldo cada mes, que al menos la televisión pública no puede consentir a sus redactores ese tipo de comportamiento.
Pero no se puede estar en misa y repicando
Estos días lo estamos pasando muy mal en Barcelona. Hemos tenido que cerrar el despacho por segunda vez a causa del «coronavirus» y mandar a todos los trabajadores a trabajar desde sus casas. En el mes de agosto, como cada año, pensamos cerrar, pero el trabajo y los compromisos se nos acumulan. Parece que todas las administraciones públicas se han puesto de acuerdo en urgirnos la entrega de papeles, proyectos y justificaciones. Razón por la que pospuse llamar a TVE algo más tarde, cuando dejara encarrilada algunas cosas urgentes.
Y pasó lo que suele pasar: que no llamé. Ya era demasiado tarde. Pensé, para justificarme, que tal vez la joven reportera no había sido advertida de lo que dice el «Manual de Estilo de TVE» y que los responsables de los servicios informativos no le habrían advertido de que esas referencias no deben hacerse. Y lo dejé pasar.
Y pasó lo que tenía que pasar
Efectivamente, que esta noche, en el telediario de las nueve, han vuelto a dar la noticia, literalmente repetida tal como fue emitida al mediodía. Y de nuevo todos los gitanos de España fuimos convertidos en marginados irredentos que resolvemos todas nuestras divergencias con la violencia extrema que tan gratuitamente nos achaca la reportera y consiente el responsable de los telediarios de TVE
Por eso digo ahora, sin poderlo evitar, que me siento indignado porque soy periodista, porque he trabajado en RTVE toda mi vida, porque he pertenecido a su plantilla de trabajadores fijos desde el año 1972, porque durante el largo periodo en que fui diputado en el Congreso español siempre pertenecí a la Comisión de Control Parlamentario de TVE de la que llegué a ser su presidente.
Más adelante, creo que puedo decir con legítimo orgullo, que cuando el Congreso de los Diputados aprobó una propuesta para que se creara una comisión integrada por representantes de los grupos parlamentarios, con el fin de que estudiara la fórmula, no solo jurídica sino de desarrollo normal de una televisión privada en España, yo asumí la dirección de ese grupo.
Viajamos a Francia, Italia y al Reino Unido para estudiar y comprobar cómo funcionan sus cadenas de televisión y redactamos un informe que luego hizo posible la aprobación por el Congreso de los Diputados de que en España desapareciera el monopolio de TVE para dar paso a las primeras cadenas de televisión privada en nuestro país.
Y mi condición de gitano, como la del resto de los gitanos y gitanas de nuestro país, no fue un impedimento para asumir tan singular encargo, como igualmente podría haberlo hecho cualquier otro miembro de la Cámara, sin que ello representara que perteneciera a ningún clan que se dedica a maltratar a sus semejantes.
El Manual de Estilo de RTVE es muy bueno
Sí, lo es porque en él se definen con claridad que en aquellas cuestiones especialmente sensibles referidas a problemas y retos sociales que afectan a públicos de especiales características que reclaman una mayor exigencia de la ética periodística, los informadores deben asumir un mayor compromiso social.
Donald Mcluhan, el gran maestro, que convirtió a los medios de comunicación en una inmensa aula sin muros, inspiró que los profesionales de la información debían conciliar «el derecho a la información de los ciudadanos con el respeto a las distintas sensibilidades propiciadas por determinados hechos noticiosos y a los colectivos implicados o afectados, directa o indirectamente, en dichos hechos».
“RTVE debe evitar ―sigue diciendo su Manual de Estilo― ·la superficialidad y las visiones estereotipadas cuando se aborden asuntos referidos a la inmigración, el racismo y la xenofobia. Para ello, aunque se informe de la vertiente jurídico-policial de estos asuntos (sucesos, muertes, etc.), debe fomentarse la presencia de informaciones que incidan en las cuestiones de fondo. Los profesionales de RTVE deben adoptar una actitud responsable y activa en el fomento de la convivencia y la promoción de valores éticos.”
El telediario de TVE se saltó a la torera tan sabios principios y remachó sobre nuestras cabezas el «sambenito» de que todos los gitanos y las gitanas somos gente indeseable y peligrosa. Tal como se hacía durante la Inquisición Española en que se le colgaba un «sambenito» para señalar como culpable a alguien que es inocente.
- Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya es abogado y periodista