Tiene mucho de especial la Sala Negra de los Teatros del Canal en el conjunto de la Suma Flamenca. La cercanía, la excelente acústica, el camino laberíntico hasta llegar a ella en la quinta planta, la negrura de la entrada, casi un túnel misterioso que desemboca súbitamente en la negrura de la sala levemente iluminada, toda una incitación a que algo muy especial va a suceder ahí…
Raíz Sureste
Trinidad Jiménez, compositora, doctora en musicología, concertista de flauta, maestra virtuosa, carismática, artista de primer orden. Nos dice que este estreno absoluto, Raíz Sureste, fue una sugerencia de Antonio Benamargo, director del festival, de traer a la escena de la Suma Flamenca ese otro flamenco que se extiende desde las tierras de Levante, por Murcia, Almería y Málaga. Málaga, punto de inflexión entre el sureste y el suroeste, entre los dos flamencos con mayor identidad en esta tierra del flamenco que es el sur de España.
Gran idea, que esta gran creadora nos ha traído para disfrutar de un gran flamenco con identidad propia. Ella y su quinteto compuesto de grandes figuras del cante y la instrumentación, encarnadas por Desiré Paredes y Pastora Andrades; por la guitarra flamenca y el tres cubano de Julián Olivares, más el gran Borja Berrueta de Bilbao, pero con el corazón puesto sobre esta mesa de percusiones, como nos dice Trinidad; y el entrañable y gran artista de las percusiones, Epi Pacheco, de la isla de Camarón, como él gusta decir.
Todos ellos artistas internacionales, versátiles en músicas, amantes del flamenco, que Trinidad Jiménez sabe rodearse de los mejores.
Desde los primeros minutos del concierto se adquiere conciencia de la internacionalidad sonora de sus músicas, voces, instrumentos. Este espectáculo resultaría familiar y perfectamente asumible por los públicos de Nueva York, Tokio, Berlín, El Cairo, Río de Janeiro, lugares geográficos de gran exigencia musical. Este otro flamenco, esta interpretación desde la raíz hasta una personalísima vanguardia, hacen de Raíz Sureste algo tan planetario, salvando tiempos y estilos, como Verdi o Mozart.
La labor de coordinación de Trinidad Jiménez con sus artistas, desde los solos hasta el sexteto, pasando por todas las posiciones intermedias, con el objeto de que todos compartan protagonismo es magistral. No es menor su constante empatía en su relación con todos ellos. La verdad es que esta avanzadísima discípula de, entre otros mentores, el maestro Jorge Pardo, es una artista total, como intérprete, coordinadora y directora musical. Se nota, está presente, la comodidad en escena de los artistas.
Sorprenden esos primeros sones de la copla Qué bonita que es mi niña, su toque con flauta bajo, instrumento de estructura difícil, poco frecuente, que ella maestra en el manejo del aire lo hace fácil. Nana, jaleos del limonero, de la bulería a la rumba, fandanguillos y peteneras de Almería, cartageneras y tarantas.
Cómo se nota a momentos la escuela de Jorge Pardo con la flauta alto. De Granada la zambra, el jaleo y la granaína, sones de El amor brujo con la flauta, el tres cubano y el canto de Desiré. Manifiesto protagonismo de la mitad femenina del sexteto en actuación en trío. Fandangos del sureste y caña. Malagueñas, verdiales.
Más la presencia del otro lado del océano en el arte más exclusivamente español de todas las artes españolas, el flamenco. Protagonismo de ida y vuelta para poner la guinda a un concierto que se presume de largo recorrido.
Uno de los hitos de esta edición décimo octava de la Suma Flamenca.