«Spencer»: princesa al borde de un ataque de nervios

«Spencer», apellido de soltera de Diana de Gales, Lady Di en la prensa sensacionalista y en las revistas del corazón, narra un fin de semana de 1991, durante las vacaciones navideñas, que la princesa pasó junto a sus hijos con el resto de la familia real británica en el castillo de Sandringham.

Para entonces Diana ya conocía la relación de su marido con Camila, un amor de juventud que se había mantenido en el tiempo, y ya era una mujer muy poco equilibrada, con episodios alternos de anorexia y bulimia, que la estirada familia real, presidida por la reina Isabel segunda, no soportaba, creando un ambiente siniestro. Pocos meses después Diana y Carlos se divorciaron.

Dirigida por el chileno Pablo Larraín (que ya había probado el biopic con ‘Jackie’ y ‘Neruda’, pero que sobre todo es el realizador de las excelentes películas ‘No’ y ‘El Club’), sobre un guión de Steven Knight (‘Peaky Blinders’, ‘Locke’), está protagonizada por Kristen Stewart (‘Personal Shopper’, ‘Seberg’) en el papel de Diana, junto a Jack Farthing (‘Poldark’como el Príncipe Carlos; y por Timothy Spall (‘Mr. Turner’), Sally Hawkins (‘La forma del agua’) y Sean Harris (‘Misión imposible: Fallout’).

Planteada como un viaje por el mundo interior de una mujer, en uno de los momentos más dramáticos de su vida, «Spencer» es «una fábula inspirada en una tragedia real», a la que dan sentido los rituales navideños de una familia que no es como las demás, pero que además es mucho peor que las demás: detrás de la fantasía de los vestidos dispuestos en un colgador con el cartel que avisa del momento en que deben usarse, del ballet de cocineros que no desmerecería en cualquiera de los dibujos animados tradicionales de Disney, o de la partida de caza que no pasa de ser un tiro al plato (al ave) en la puerta del palacio, con los criados de librea preparando el picnic «de después»; detrás de todo ese fasto están los inquisidores miembros de esa familia asistiendo incómodos a lo que de hecho es un acto «de repudio», ya practicado a lo largo de su historia como nos recuerda continuamente el libro de Ana Bolena, segunda esposa de Enrique octavo, un monarca católico que se casó seis veces, que Diana encuentra sobre su cama. No estoy segura, pero puede que sea redundante. 

«Spencer», que se estrenó en el Festival de Venecia del pasado mes de septiembre[1], ha tenido una favorable acogida en la crítica europea que la ve como el retrato de una mujer que intenta liberarse del yugo de esa realeza rancia que recibe a «la plebeya» tapándose la nariz y nunca dejará de recordarle que ese no es su sitio.

Yo la he visto como la pesadilla de una mujer cautiva, una Diana víctima, cuya salud mental se va degradando a medida que se sucede esa especie de función circense, en la que todo está programado y los personajes saben siempre lo que se espera de ellos, y no me ha gustado pese al inevitable sentimiento de compasión, supongo que compartido por los espectadores que, como yo, conocen el trágico destino que le esperaba a esa chica que un día creyó que iba a vivir un cuento de hadas. No me ha gustado porque perpetúa la idolatría en torno al personaje.

En todo caso, estoy segura de que el realizador, Larraín, no ha pretendido hacer la película definitiva sobre «la princesa del pueblo» (que ya es una contradicción en sí), sino más bien intentar explicar el aislamiento de la princesa, la vigilancia a que se vio sometida, el intento de evitar que estuviera con sus hijos –jugando, sentados en la mullida alfombra palaciega, son tres niños perdidos-  a los que en su ingenuidad intentaba proteger de todo lo que, como ha explicado la protagonista Kristen Stewart en una entrevista, «simbolizaba la desmoralización de la Gran Bretaña contemporánea».

  1. Estreno en España: 19 de noviembre de 2021. 
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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