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Robert Boyd: un irlandes romántico que dio la vida por las libertades en España

Robert Boyd

La noble familia Boyd, procedente de Escocia, se trasladó en el siglo diecisiete al norte de Irlanda. La primera casa que se les conoce a los Boyd en Irlanda la levantaron en Letterkenny, sobre el año 1670, donde vivieron los condes de Killmarnock,  antepasados directos de Robert Boyd, cuyas lápidas de familia quedaron colocadas en el cementerio de Conwall Paris Church, de Letterkenny.

En 1770, John Boyd construyó la casa de Ballymacool, en la carretera de New Mills, a dos millas de Letterkenny. John se había casado en el año 1736 en Ann Gamble, hija del prestigioso Derry Alderman. Sus hijos y nietos, se trasladaron a estudiar al Free College de Derry.

Archibald Boyd de Ballymacool fue un  alumno aplicado en este colegio, estudiando más tarde con uno de sus mejores profesores, llamado James Knox, en River Foyle. Archibald terminó casándose con Anne Mac Meill de la familia Colomsay. El acomodado matrimonio fue feliz, teniendo un total de diez hijos. 

Uno de ellos fue Robert Boyd, quien nació el 7 de diciembre de 1805 en la ciudad de Londonderry, dedicándole sus padres, desde la niñez, una esmerada educación y un sinfín de atenciones, regidas por una buena dosis de rectitud y también de flema inglesa.

Rubio, de piel intensamente blanca, con finas maneras y porte elegante, Robert Boyd ingresó el día 2 de noviembre de 1814 en el Foyle College. En 1824, es decir, a los dicinueve años, el joven Robert se alistó como cadete del 65º Regimiento Nativo de Infantería de Bengala, consiguiendo el nombramiento de teniente en 1825.

Después de cuatro años en el ejército colonial, el 9 de noviembre de 1828 renunció a su cargo, quizás por la decepción que sufrió de la Compañía de la India Oriental.

Sea como fuere, el día 14 del mismo mes, el gobernador español de las islas Filipinas, Mariano Ricafort Palacín, le expidió un pasaporte en Manila para que pudiera embarcar en el bergantín holandés Luisa Augusta y regresar al viejo continente.

Su carácter romántico y aventurero le llevó a Grecia para, al igual que el poeta lord Byron, luchar junto con los patriotas griegos en su anhelo de independencia frente al imperio turco. En tierras helenas obtuvo Boyd el grado de teniente coronel.

En 1829, una serie de circunstancias le hicieron conocer al general español José María Torrijos y Uriarte quien, junto a su mujer, vivía exiliado en Londres.

Torrijos había intimado con un grupo de intelectuales ingleses que, desde los tiempos de estudiantes en la Universidad de Cambridge, eran conocidos como los «Doce apóstoles», los cuales, aglutinados en torno a John Sterling, habían creado una sociedad estudiantil de debate cultural, núcleo indiscutible de una brillante generación inglesa, caracterizada en lo político por un ardiente liberalismo que traspasaba fronteras, y en lo literario por su gusto en la estética del romanticismo. Lo formaban, entre otros, el citado Sterling, Maurice, Alfred Tennyson, Arthur Hallam, John Kemble, Richard C. Trench… 

Torrijos, quien amaba la libertad de su pueblo por encima de todas la cosas, era justo el tipo de personaje que hacía volar la imaginación y el entusiasmo de aquellos jóvenes de corazones generosos y románticos; tanto por el poder intelectual que demostraba, su fino talento, su físico y prestancia, y su impresionante educación. 

Como escribió Carlyle, el general español llegó a ser en aquellas reuniones: «Muy prominente y, a la larga, casi el objeto central», lo que dice mucho a favor de Torrijos. Robert Boyd, primo de Sterling, acompañó a Trench (más tarde arzobispo de Dublín), a un viaje a Londres donde se iba entrevistar con Torrijos. En aquella presentación, Boyd quedó totalmente fascinado con el general liberal. Justo allí, comenzó para los dos una gran amistad que les uniría hasta en la muerte.

La generosidad y abnegación de Boyd por la empresa que defendía Torrijos, pudo comprobarse desde un principio. Nada más heredar cuatro mil libras esterlinas, las puso a disposición de la Junta Liberal, que le admitió en los planes del levantamiento. Parte de ese capital fue destinado al avituallamiento y alquiler de un pequeño barco, que trasladaría a la expedición española hasta el litoral de Andalucía para hacer un pronunciamiento constitucional y derrocar al régimen absolutista del monarca Fernando Séptimo. La fragata Mary debía de salir a la desembocadura del río Támesis, y recibir allí las armas, municiones y demás efectos de guerra. Pero el plan fracasó al impedirlo la policía inglesa, y la Mary quedó requisada.

Aquel  duro golpe no arredró a Torrijos, quien dio rápidas instrucciones para que todo los componentes de la Junta que tenían que instalarse en Gibraltar, salieran por diversos medios hacia la Roca, mientras que él, al tener noticias de los acontecimientos revolucionarios en París, marcharía a la capital del Sena acompañado por John Sterling y Robert Boyd, con el fin de solicitar ayuda al gobierno francés para su empresa.

Con detalle, Boyd preparó su traslado a Gibraltar, llegando a esa plaza con el propio Torrijos y José Agustín Gutiérrez. Allí se aplicó en la labor de crear la infraestructura mínima, con la que debían de contar los liberales en el Peñón para poder llevar a cabo el rompimiento.

Antes de salir de Londres, la Junta Liberal, muy agradecida por el generoso comportamiento de Boyd, le escribió lo siguiente: «Hemos determinado no cesar en nuestros esfuerzos hasta que consigamos nuestros deseos y los de usted, por cuya causa arriesga voluntariamente su persona e intereses; y entonces recibirá usted la grande y merecida recompensa que su servicio y anhelo merecen, y los títulos de honor y gloria, que la España debe dar a usted y a toda su posteridad».

Durante la estancia de los liberales en Gibraltar, los españoles llamaron a Robert Boyd «Milord Inglés», en una mezcla de respeto, afecto y distinción. En la Roca, dada su condición de ciudadano británico, Boyd actuó libremente, mientras que sus compañeros permanecieron escondidos en casas de amigos y barcos anclados en el puerto. Otros ingleses comprometidos, como Trench o Kemble, también llegaron al Peñón acompañados por significativos militares españoles, como el general Palarea y el coronel Epifanio Mancha.

«El Fusilamiento de Torrijos» de Antonio Gisbert. Museo del Prado.
«El Fusilamiento de Torrijos» de Antonio Gisbert. Museo del Prado.
Homenaje anual cada 11 de diciembre a Robert Boyd en el cementerio inglés de Málaga. © Pepe Cano

La policía inglesa de Gibraltar había recibido órdenes de vigilar estrechamente los movimientos de Torrijos y sus compañeros en el enclave británico. La situación comenzó a ponerse difícil, y más aún tras el fracaso de tomar la Línea de la Concepción. El desánimo hizo mella en los liberales, sobre todo en los ingleses. Trench y Kemble regresaron a Inglaterra. Sin embargo, Boyd continuó al lado de Torrijos.

Esa lealtad y la traición de la que fueron objeto los liberales españoles, le llevó a perder la vida con Torrijos y otros 47 compañeros en la playa de San Andrés de Málaga, el 11 de diciembre de 1831, a las 11,30 de la mañana, sin juicio previo, por orden directa de Fernando Séptimo.

Según describe Joaquín Sama, fueron arcabuceados en dos  grupos, debiendo esperar los del  segundo grupo a que el pelotón de fusilamiento volviera a cargar las armas, operación que llevaba su tiempo.

Durante muchos años, en la capilla de Ense, en el interior de la iglesia de San Agustín en Londonderry, existió una placa en memoria este británico, el cual perdió la vida en las playas de Málaga, luchando por la libertad de un país que no era el suyo.

Cada 11 de diciembre, la Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831 celebra un homenaje con ofrenda de corona a Robert Boyd, junto a su tumba en el Cementerio Inglés de Málaga, con honores marciales de un Regimiento de la época, poemas recitados por poetas e intervención de actores interpretando a Robert Boyd y Torrijos. En ese homenaje comparecen las mujeres de luto riguroso, y los hombres de los liberales de Torrijos.

  • Nota: Datos extraídos del libro «Réquiem por Torrijos», de Esteban Alcántara y Juan Pacheco. 2007. Concejalía de Cultura de Alhaurín de la Torre.

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