Alejo Carpentier, el gran escritor cubano, nació, en Suiza, el 26 de diciembre de 1904 y murió en París el 24 de abril de 1980, se cumplen cuarenta años de su muerte. Fue un revolucionario literario ya que sus libros conciben lo «real maravilloso», alentando el mundo de la imaginación y uniendo la ficción con la historia. Tuve el privilegio de conocerlo y entrevistarlo, en pleno 68, en París, cuando era consejero cultural de la embajada de Cuba.

Yo era becaria, y le dije por teléfono que traía saludos de amigos suyos en Argentina, enseguida me citó en la Embajada de Cuba. Llegué puntual, era una oficina sin demasiada gracia, con una secretaria, una sala de reunión y el despacho del Embajador. Era un hombre alto, bien parecido, con acento francés al hablar español.

Le entregué la carta y le hablé de otros amigos que le enviaban saludos y tuvo recuerdos muy afectuosos para Buenos Aires, se sorprendió que yo fuera actriz de cine, el cine aún no estaba en sus miras, como lo estuvo más adelante con las adaptaciones de las novelas: El recurso del Método (1978), y El Siglo de las luces (1992), en cambio al mencionar el Teatro Colón, Carpentier me dijo que él era musicólogo y que había escrito textos para obras musicales. Comentó lo importante que era la música en su vida, no solo la clásica, también la música afro-cubana. Había escrito Ecue-Yamba-O! (1933), centrada en la cultura afro y luego La música en Cuba (1946), dedicada a su esposa, quien fue directora de la Fundación Carpentier y guardiana de su obra después de la muerte del escritor.

«Música y literatura son inseparables en mi vida»- me dijo. En su obra se puede constatar. El acoso (1956) es una novela concebida según la Sinfonía Heroica de Beethoven, y más tarde escribió Concierto Barroco (1974), jugando con el tema de la música y organizando la narrativa a partir de cánones musicales.

Le comenté lo mucho que me había impresionado El Reino de este mundo (1949), a Carpentier le halagó que estudiáramos su novelística en la Universidad de Buenos Aires. Entonces, me explicó su teoría de lo «real maravilloso».

Carpentier se había criado en Cuba, pero había estudiado y pasado temporadas en París. Era un hombre muy culto, en La Habana, durante su juventud, tuvo una intensa actividad periodística y también política, estuvo preso y se exilió en Francia, donde se vinculó al Surrealismo, que influyó de alguna manera en su obra, aunque el concepto «real maravilloso» engarza otros aspectos más allá del surrealismo intelectual.

Su visión del Caribe no se limitaba a Cuba, me expresó. Sintió atracción profunda por Latinoamérica y se definía como escritor latinoamericano. Sus vivencias de Latinoamérica fueron parte fundamental de la sustancia de sus novelas, lo reconocía.

«Yo he vivido los países latinoamericanos, he recorrido Haití, vivido en Cuba, conocido México, Venezuela, aunque tenga educación francesa, he vivido en Latinoamérica», me confesaba, sentado en el sillón frente al escritorio. Yo le pregunté por qué no vivía en Cuba. Me contestó que ayudaba mucho más a su país desde París. Es verdad que Cuba tenía, en esos momentos, una gran relevancia y Carpentier era, en París, una personalidad cultural.

También era verdad que de su viaje a Haití, en 1943, nace el libro El reino de este mundo, que en México encontró apoyo editorial, y que en Venezuela había concebido Los pasos perdidos (1952), El acoso (1956) y El siglo de las luces (1962), además de conocer tribus originarias americanas y tomar conciencia de esa historia oculta.

Regresa a Cuba en 1959, para apoyar la Revolución Cubana, me dice, cumpliendo una extensa labor en cargos oficiales. Más tarde, lo nombran Consejero Cultural en la Embajada de Cuba, donde lo entrevisté. Hablamos de su etapa periodística en Cuba, de sus trabajos en la ORTEF de París, donde yo también colaboraba y me invitó a unas pláticas sobre literatura que se hacían en la embajada y a las cuales asistí alguna vez.

Carpentier concebía lo «real maravilloso» como un estado natural en Latinoamérica, como parte de nuestra idiosincracia y cultura.

Ahora, a la distancia, revisando notas, pienso que su obra revela un gran sincretismo cultural, lo que él llamaba mestizaje, producto de su formación europea y de sus fuertes vivencias latinoamericanas. Estas experiencias rebalsaban el Surrealismo intelectual, porque lo surreal en Latinoamérica es vida. Y esa vida mágica se pulsa en sus novelas a través de personajes históricos, reales y míticos a la vez. Su cultura en historia, música, arte era muy vasta y podía enlazar el mundo de Europa con Latinoamérica y el Caribe; los procesos de transculturización, en Carpentier, se volvían literatura.

La historia le interesaba y fue trama de sus novelas, como en El siglo de las luces (1962), enmarcada en la Revolución Francesa, a través de un personaje histórico: Victor Hughes y sus actividades en el Caribe. Ficción y realidad vuelven a ensamblarse. Le comenté que con esa novela había pasado de la Revolución de Haití a la Revolución Francesa y me dijo que todo estaba relacionado. Creo que el tema «revolución» era parte de su vida por los avatares vividos en Cuba y su regreso al país apoyando la Revolución Cubana. El poder, la violencia y la revolución nutren las páginas de su novelística. Aunque escribió poesía, cuentos y ensayos, sus novelas marcan un hito en la literatura latinoamericana.

Mi acento «argentino» nos llevó a hablar del «idioma de los argentinos» y de su prosa barroca. Consideraba que el lenguaje era como música, fugas y contrafugas, movimiento con variaciones. Además para Carpentier, el barroco tenía que ver con la esencia del Caribe, la exuberancia tropical, los olores, el mar, la luz, la abundancia de sensaciones y naturaleza.

La relación «Barroco-Caribe» quedó flotando en mi mente, lo platiqué luego con el escritor cubano Severo Sarduy, de quien era amiga, vivía en París y sabía del tema; más tarde leí al escritor cubano José Lezama Lima, y conocí a su hermana en Miami, quien me habló justamente del barroco en la obra de su hermano. En Carpentier el barroco tiene una fuerte conexión con la identidad de los pueblos del Caribe. Fue precursor en este concepto, y en la relación de lo «real maravilloso», antes que el boom literario latinoamericano lanzara el «realismo mágico».

Aquella mañana tuve el privilegio de recibir una clase magistral del escritor cubano, que despliega en su narrativa la épica de Latinoamérica, un mural de las revoluciones del pasado y del presente, desde la Revolución Francesa hasta la Revolución Cubana donde Carpentier fue personaje cultural importante. Sin duda, Carpentier ha entrado en la historia de la literatura, con el legado de su obra histórico-mítica y precursora.

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