Beber agua en casa es un gesto casi automático que hacemos cada día. El agua puede provenir directamente del grifo, comprarse embotellada o estar procesada por un sistema de tratamiento doméstico. ¿Qué influye a la hora de beberla de una manera o de otra?

Es lo que ha analizado una investigación en la que han participado investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y del Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona (IERMB). El estudio revela que los principales factores que explican la preferencia por beber agua embotellada son la mala calidad que se percibe del agua del grifo, la falta de un sistema de tratamiento hídrico en el hogar, y la presencia de niños.

A escala estatal, en 2018 en España se consumieron unos 2600 millones de litros de agua embotellada, y las mayores ingestas se registraron en las regiones costeras y turísticas de Canarias y Baleares, seguidas de la Comunidad Valenciana y Cataluña.

«La percepción de los encuestados en torno a la calidad del agua, que puede abarcar desde consideraciones organolépticas a preocupaciones sanitarias ligadas a la dureza del agua, era la variable más influyente a la hora de elegir agua embotellada o sistemas de tratamiento en el hogar», afirma Hug March, coautor del estudio, investigador del grupo TurbaLab, del Internet Interdisciplinary Instituten (IN3), y profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.

En la investigación, publicada en la revista de acceso abierto Water, y en la que también participaron Xavier García y Elena Domene, del IERMB, y David Sauri, de la UAB, los autores contaron con la participación de un total de 581 hogares catalanes, a cuyos miembros se entrevistó telefónicamente en abril de 2015.

«El resultado que más nos sorprendió fue la importante presencia de algún tipo de sistema de tratamiento del agua en el hogar, ya sean jarras de carbono activo o sistemas más complejos, como la ósmosis inversa», indica March.

De hecho, el estudio muestra que un tercio de los hogares (el 31,2 por ciento) disponía de al menos uno de estos sistemas. Los más comunes fueron los descalcificadores de agua y los de ósmosis inversa (ambos más costosos), seguidos de las jarras o las botellas con filtro de agua.

La importancia del sabor y del olor

Los resultados de la encuesta indican que beber agua del grifo preocupa más que usarla para cocinar. Mientras que el 80 por ciento de los hogares calificó el agua para cocinar como, al menos, aceptable, la proporción bajó al 65 por ciento al referirse a la ingesta.

A la pregunta de cuáles eran las principales motivaciones para ingerir agua embotellada, las dos razones principales fueron el mejor sabor y olor (el 51,3 por ciento) y motivos de salud (el 34,2 por ciento).

«Por lo general, en nuestro contexto geográfico, el agua del grifo pasa muchos controles sanitarios de manera muy recurrente que aseguran que es seguro consumirla en términos fisicoquímicos y microbiológicos», resalta el investigador.

No obstante, otra cuestión es la percepción de su calidad, que es más subjetiva y, según March, está ligada a la dureza del agua y a la presencia de ciertos minerales en mayor o menor cantidad en la fuente utilizada para el suministro.

«También es cierto que para algunas condiciones individuales puede haber prescripciones médicas de evitar aguas con durezas elevadas, aunque estén dentro de los límites legales, y recomendaciones de consumir aguas de baja mineralización», añade.

El agua del grifo, la opción más sostenible

Dado que un tercio de los hogares argumentó que su consumo de agua embotellada estaba motivado por cuestiones de salud, los autores indican que las instituciones públicas y los suministradores de agua tienen un largo camino por recorrer para convencer a los consumidores de que beber agua del grifo es seguro. Otra cuestión es su sabor.

En cuanto a la sostenibilidad, March recuerda que el agua del grifo es la opción que implica un menor impacto ambiental. Si se opta por consumir agua embotellada, en la medida de lo posible se tendría que intentar generar los mínimos residuos, por lo que el investigador recomienda utilizar envases de gran capacidad, como garrafas, en lugar de botellas, y reciclarlos después de terminarlos.

En relación con algunos sistemas de tratamiento, como la ósmosis, «se debe tener en cuenta que, aunque no generan envases, sí que pueden requerir un alto consumo energético (en el caso de la ósmosis inversa) y pueden utilizar más agua de la que se termina consumiendo, ya que una parte es agua con las sales o los subproductos que hay que eliminar», explica.

Concha Moreno
Periodista. Tras más de 30 años en el sector de la construcción en una publicación para profesionales, me dediqué al mundo de la solidaridad a través de un partido político, ocupándome de la comunicación. Esa época determinó el comienzo de un camino dirigido a la defensa de los derechos humanos, a la denuncia. Poco después me instalé en México. Publiqué en un par de periódicos y en una revista literaria, donde edité poesía. A través de Periodistas en Español comencé a relatar lo que sucedía allí. Tras siete años de estancia en el país azteca, en 2018 regresé a España.

DEJA UNA RESPUESTA

Escribe un comentario
Escribe aquí tu nombre