Puedo prometer y prometo: radiografía de Adolfo Suárez, un hombre clave

Un escribano en la Corte

En un momento en el que parece que están cambiando las materias a impartir en la enseñanzas de nuestros jóvenes de cara a su formación, no vendría mal introducir algunos textos que ayudaran a comprender a dichos jóvenes cómo hemos llegado hasta aquí desde mediados de los años setenta del pasado siglo y conocer de dónde venimos, ya que forma parte de nuestro inmediato pasado.

Y creo que el libro Puedo prometer y prometo, del periodista Fernando Ónega, sería sin duda un vehículo que ayudaría en gran medida a transitar por el último medio siglo de la historia de España que, queramos o no, tanto nos ha marcado a todos, a unos y a otros. 

«Mis años con Adolfo Suárez», subtitula Ónega su semblanza acerca de un hombre, un político, aquel que fuera Adolfo Suárez, que viniendo como venía del Movimiento, el único partido permitido por el régimen franquista, contribuyó con su trabajo y esfuerzo a desmontar aquella poderosa maquinaria dictatorial que había funcionado durante cuarenta años. 

El autor tiene la grandeza de reconocer en estas páginas que fue el hombre de confianza del que fuera el primer presidente del gobierno de la recobrada democracia en España. Le escribió discursos, intervenciones, estuvo a su lado en momentos difíciles, porque la historia de España cambiaba de un día para otro, y por tanto conoció muchos secretos que desvela en estas páginas de Puedo prometer y prometo, una frase utilizada por el entonces presidente.

Conocemos a través de sus  páginas cómo nació un líder que se consideraba a sí mismo un «chusquero» que entendía de Estado, o cómo el rey Juan Carlos se jugó la corona, o aquellos siete días en los que cambiaron la historia de España y, algo muy importante, cómo destruir unas estructuras franquistas que habían durado cuarenta años, teniendo presente el «ruido de sables» de los cuarteles, promovidos por unos militares que no entendían de democracia, porque ellos habían ganado una guerra, y para eso estaban… 

Menciona el autor que para poder acreditarse como gobernante, Suárez tuvo que pasar cinco pruebas: «Gestionar una catástrofe, evitar un Estado de excepción, derrotar al yerno de Franco, demostrar talente democrático y someterse a un examen de Estados Unidos», un país aliado de España desde el año 1953, y por lo tanto muy interesado en el qué estaba pasando y pudiera pasar…

Tiempos difíciles aquellos, en los que el director de la revista Ciudadanos tenía que declarar ante el juez por publicar un estudio sobre anticonceptivos, en los que cincuenta periodistas de la revista Cuadernos para el diálogo estaban amenazados de muerte, junto a los directores de los semanarios Triunfo y La Codorniz. Las amenazas venían nada más y nada menos que del Sexto Comando Adolf Hitler del Orden Nuevo. No procedían de Alemania, eran españoles que estaban aquí, en nuestras calles, brazo en alto, saludo fascista.

En la semana santa de 1977 tendría lugar lo que sería conocido como Sábado Santo Rojo, porque ese día sería legalizado el Partido Comunista de España, contra todo pronóstico, ya que el régimen franquista tenía al comunismo como el gran enemigo, tanto interior como exterior, teoría que había calado en gran parte de la sociedad, por lo que los prejuicios seguían vigentes.

Por la llamada Semana Trágica de 1977 conocemos un hecho que pudo acabar con la incipiente democracia: los atentados de la banda terrorista ETA, el nacimiento de los llamados Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), y los pistoleros de la extrema derecha, que campaban por sus respetos, entre otros  temas, a cual más delicado. 

«Libertad sin ira», cantaba el grupo musical Jarcha, aquel 15 de junio de 1977 cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas en España: estrenábamos democracia y se vivía con ilusión. En palabras de Marcelino Camacho, entonces líder de  Comisiones Obreras, quien acababa de salir de la cárcel, «Era pasar de esclavo en la cárcel a intérprete de la voluntad del país…».

El 6 de diciembre de 1978 los españoles votamos la Constitución más duradera en la historia de España. El presidente Suárez ya había dicho al respecto la frase que se haría célebre: «Puedo prometer y prometo intentar elaborar una Constitución en colaboración con todos los grupos representados en las Cortes, cualquiera que sea su número de escaños». 

Como ya se ha comentado, en aquellos años el llamado «ruido de sables» era permanente, promovido por el rechazo del estamento militar a la democracia que se iba imponiendo poco a poco, pues según ellos el país había vivido durante cuarenta años sin democracia, y había funcionado. A tan alto nivel llegaría la cosa, que el presidente Suárez tuvo que advertirle al general Fernando de Santiago: «No olvides que en el Código de Justicia Militar sigue vigente la pena de muerte»…

En opinión del autor del libro, «La mayoría de la gente cree que la vida política de Adolfo Suárez se acabó el 29 de enero de 1981 cuando se levantó de su silla en el Palacio de la Moncloa ante las cámaras de televisión, después de decir ‘gracias a todos y por todo’ y con una prórroga que le llevó al acto heroico  frente a los golpistas a los dos minutos del asalto de Tejero».

En la democracia recobrada, el expresidente Adolfo Suárez tiene un puesto en la Historia. Un hombre que, viniendo del antiguo régimen, fue capaz de desmontarlo, desde dentro.  

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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