Paremos la guerra en Gaza

Los pueblos necesitan parar las guerras porque necesitan la paz para vivir. Ahora mismo, el pueblo palestino necesita parar la guerra, lleva muchos años sufriendo la muerte del Estado israelí. El pueblo israelí necesita parar la guerra, porque es inocente de la larga muerte del Estado israelí contra la vida del pueblo palestino.

Las guerras las provocan los Estados, pero las pagan los pueblos. Es igual de valiosa la vida de los civiles israelíes inocentes asesinados por Hamás que la vida de los civiles inocentes palestinos que están muriendo bajo la lluvia de misiles y fuego desatada por Israel sobre la Franja de Gaza. Tan execrables, lamentables y condenables son unas muertes como las otras. Tan execrables como serán las muertes subsecuentes en esta guerra endiablada.

Hamás practica el más negro terrorismo. Y el Estado de Israel -en una escala muy superior- perpetra el más criminal terrorismo de Estado. Ambas afirmaciones son ciertas. Y si lo primero no justifica el sanguinario bombardeo de la Franja de Gaza y la matanza de civiles inocentes -incluyendo niños-, lo segundo no justifica masacres como la del Nova Festival, donde Hamás ha asesinado a sangre fría a 260 jóvenes que participaban en ese evento musical. El terrorismo siempre es fascismo, y justificarlo o tragar con él envenena la justa causa del pueblo palestino.

Hay que parar la guerra

Ha estallado una nueva y mortífera guerra sobre la Franja de Gaza, un incendio que amenaza con propagarse por Oriente Medio y desatar un conflicto de imprevisibles proporciones. Hay que parar esta guerra. Hay que instar por todos los medios políticos y diplomáticos a que cesen las armas, a que se detenga la matanza.

Condenamos sin paliativos los actos terroristas que ha perpetrado Hamás. Pero el responsable de estos 75 años de guerra, genocidio y apartheid no es otro que el Estado de Israel, siempre bajo el amparo político, diplomático, y militar de la superpotencia estadounidense.

El terrorismo es fascismo, venga de donde venga

Condenamos sin paliativos los actos terroristas que ha perpetrado Hamás. El terrorismo, venga de donde venga, es siempre fascismo. No hay nada, absolutamente nada, que justifique el asesinato y el secuestro de cientos de civiles israelíes inocentes.

El criminal y obscuro terrorismo de Hamás -que ha causado ya al menos 700 muertos y más de 2.000 heridos en Israel- es además un tiro en la cabeza a la causa del pueblo palestino: solo va a servir al gobierno de Netanyahu -el más ultraderechista y fanáticamente sionista de la historia de Israel-, que se enfrentaba a una masiva oposición interna por parte de amplios sectores de la sociedad, para cerrar filas en torno a él, y para justificar un nuevo salto en la aniquilación militar de la Franja de Gaza y en la brutal opresión contra Cisjordania.

Siempre hay opresores y oprimidos 

Pero dicho esto, en esta guerra -como en cualquier otra- hay oprimidos y opresores, una potencia militar que perpetra una y otra vez un castigo colectivo contra la población civil, y un pueblo que sufre -con sangre y vidas- bajo el fuego y los cascotes.

El responsable de estos setenta años del llamado conflicto no es otro que el Estado de Israel, siempre bajo el amparo político, diplomático, y militar de la superpotencia estadounidense, para la que Tel Aviv es su principal gendarme en Oriente Medio. No hay lugar para la equidistancia. Ante siete décadas de guerra, genocidio y apartheid sionista no se puede ser neutral. Nuestro lugar como pueblo español está con la justa causa del pueblo palestino.

Debemos parar esta carnicería

Debemos parar esta carnicería en la que los que más tienen que perder son los palestinos de la Franja de Gaza, sobre los que ahora se va a descargar un diluvio de muerte, pero también los de Cisjordania, que van a sufrir una recrudecida opresión.

Debemos parar una escalada en las que los únicos que tienen algo que ganar son Netanyahu y los sectores más sanguinarios del sionismo, y tras ellos la línea más aventurera y belicista del hegemonismo estadounidense, interesada en incendiar Oriente Medio en pos de sus imperativos geopolíticos.

Debemos condenar el terrorismo, los bombardeos y la muerte de inocentes

Debemos apoyar a Palestina y su legítimo derecho a la autodeterminación, a tener su propio Estado, a vivir en paz, prosperidad e independencia.

Debemos ayudar a Palestina a detener la matanza presente y el holocausto cotidiano -tantas veces silencioso y huidizo a la atención mediática- y a encontrar la senda de una paz justa y duradera, donde ambos pueblos, el palestino y el israelí, puedan por fin convivir y reconciliarse.

75 años de guerra, genocidio y apartheid del Estado de Israel

A lo largo de siete décadas, el Estado de Israel ha desencadenado, una y otra vez -en 2008-2009, 2012, 2014, 2021, 2022, ahora mismo…- una orgía de fuego y muerte sobre la Franja de Gaza, el territorio más castigado de todo el planeta. En esta estrecha banda costera, de unos 365 kilómetros cuadrados -más o menos como la isla canaria de La Gomera- malviven hacinados unos dos millones de palestinos, un millón de ellos menores de edad.

Israel se ha empeñado en convertir a Gaza en una llaga de dolor y ruinas, en un gigantesco campo de concentración a cielo abierto, en un territorio prácticamente inhabitable. El desempleo supera el cincuenta por ciento, las horas de electricidad llegan con suerte a diez al día. La sanidad y la educación dependen de las ONG internacionales y una precaria agricultura hace lo que puede con el agua de unos pozos exhaustos y a menudo contaminados.

Cada operación de castigo israelí -como la que ahora se va a desencadenar de manera especialmente despiadada- contra la Franja se salda con cientos o miles de muertos -incluidos ancianos, mujeres y niños indefensos- con el bombardeo de edificios de viviendas, de hospitales y escuelas, con un sinfín de crímenes de guerra ante los ojos del mundo entero.

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