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Para no olvidar la fotografía de Nicolas Muller

La Academia de Bellas Artes de San Fernando muestra en Madrid una selección representativa de su obra. En la imagen, el escultor Pablo Serrano en 1965

Muller: Pablo Serrano, 1965

Cuando durante la ocupación nazi comenzó en Hungría la persecución contra los judíos, este país contaba con una generación de grandes fotógrafos que buscaron refugio en Francia. Robert Capa, André Kertész, László Moholy-Nagy, Brassaï y Nicolas Muller fueron miembros de aquella generación que tuvieron que rehacer sus vidas y sus profesiones en París durante los años treinta del siglo veinte.

Cuando después los nazis invadieron Francia, todos ellos tuvieron que trasladarse de nuevo a otros lugares para sobrevivir durante un exilio errante. Después de una estancia en Portugal y de otro período en Marruecos, Nicolas Muller (Orosháza, 1913-Andrín, Asturias, 2000) encontró en España el lugar donde retomar su carrera de fotógrafo.

Doctor en Derecho y en Ciencias Políticas, hijo de una familia acomodada de judíos no practicantes, en Francia publicó sus fotografías en revistas como Regards, Match y France Magazine. En Tánger cayó seducido por la intensa luz, el exotismo y el misterio de aquella ciudad cosmopolita en la que pasó, según sus palabras, los años más felices de su vida. Allí se podía respirar una aparente libertad a pesar de la presencia de espías de todas las potencias en guerra.

Muller: Desnudo con perro
Muller: Desnudo con perro

Su obra tomó una nueva dimensión, añadida a las influencias de Moholy-Nagy, el constructivismo y la Bauhaus, recogida en libros como «Tánger por el Jalifa» y «Estampas marroquíes». Experimentó también con el desnudo femenino («Desnudo con perro», 1940).

Desde 1947 encontró en España el lugar definitivo en el que desarrollar su actividad de fotógrafo social y de relacionarse con los escritores e intelectuales de aquellos años como Pío Baroja, Azorín, Ortega y Gasset, Menéndez Pidal y el grupo de liberales del régimen franquista: Ridruejo, Rosales, Torrente Ballester, Laín Entralgo… Fue su amigo el escritor y filósofo Fernando Vela, secretario entonces de la Revista de Occidente, quien le trajo a Madrid, le facilitó colaboraciones en el diario España y en las revistas África y Mundo y consiguió que la Alta Comisaría de España en Marruecos le encargase reportajes sobre las ciudades de Tetuán, Larache, Tánger y Melilla.

Vela organizó su primera exposición en Madrid, ciudad en la que el fotógrafo conoció a su esposa Angelina y donde instaló un estudio de fotografía en la calle Serrano por el que pasaron muchas de las grandes personalidades de la vida cultural española. El retrato fue uno de los géneros que practicó con más asiduidad.

Nicolás Muller permaneció activo hasta 1980, cuando decidió colgar sus cámaras y retirarse a su casa de Andrín, en Asturias, un paisaje del que se enamoró desde que se lo descubriera Fernando Vela: «La vida de cada uno consiste en un montón de errores y algún acierto, y mi único acierto ha sido edificar esta casa en Andrín», diría a José Girón en su obra «La luz domesticada».

En Hungría ya había comenzado a trabajar la fotografía social con imágenes en las que denunciaba la situación feudal de los campesinos, la explotación de los cargadores en los puertos y la represión en su país de millones de húngaros que vivían en condiciones miserables, como siervos de la gleba de un sistema monopolizado por la aristocracia terrateniente y por la Iglesia.

Fundó el colectivo ‘Los descubridores de aldeas’. Con ellos editó una serie de libros bajo el título de «Descubrimiento de Hungría», ilustrados con sus fotografías. Sus autores fueron perseguidos y encarcelados por denunciar la situación de explotación feudal a la que estaban sometidos los campesinos.

Muller recorrió andando y en bicicleta toda la llanura húngara para documentar ese compromiso con las clases más desfavorecidas: hombres, mujeres y niños en labores que requerían grandes esfuerzos.

Hay en esas fotografías una mezcla de melancolía, de denuncia y de compromiso de sus imágenes con aquella realidad agresiva. Un sentimiento con el que el espectador se solidariza gracias a la empatía que el fotógrafo consigue establecer con los protagonistas de sus instantáneas.

Son hombres, mujeres y niños castigados por la explotación, la pobreza, el trabajo en condiciones miserables, la vida en los arrabales de la ciudad o en los paisajes agrestes de una naturaleza hostil.

No abandonó ese enfoque en Portugal, y en Oporto fotografió las condiciones miserables de los trabajadores portuarios ante la inquietante presencia del puente de Eiffel. Tampoco aquí gustaron sus fotografías y fue detenido por la policía de la dictadura de Salazar. Fue liberado después de fuertes presiones del club Rothario, que actuó a instancias de su padre, un abogado masón y liberal.

Muller: Monjitas en Toma: 1964
Muller: Bailarina Tajara, Larache, 1942
Muller: Fiesta del Mulud

En España colaboró con los diarios Informaciones, Arriba y ABC; y con la revista Semana. Hizo también fotos para National Geographic y sobre todo para Mundo Hispánico. En 1947, durante un viaje a Asturias, asistió a una corrida de toros en Santander donde tomó las que serían las últimas fotografías de Manolete.

En los años sesenta recorrió España para elaborar unas guías que dedicó a cada una de las regiones del país, un testimonio que quedará para la posteridad como uno de los documentos más auténticos de la España de la posguerra: «España clara», «Cataluña», «Andalucía», «Baleares», «Canarias», «País Vasco»… reúnen en sus páginas testimonios auténticos de la España del franquismo, con sus oropeles y sus miserias, a cuyas imágenes acompañan textos de Azorín, de Ridruejo, de Pío Baroja, de Fernando Quiñones… un fresco impagable de un país y de sus gentes durante la posguerra y el desarrollismo de los años sesenta.

En Marruecos y en España desarrolló una de las labores más valiosas en este campo. Entre Las fotografías más representativas de su obra, intensa y emocionante, destacan «Niño rezando» (Hungría, 1936) y «Afilando la guadaña» (Hungría, 1935).

Bajo el título «Nicolás Muller: belleza y compromiso», la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando expone hasta el 2 de marzo, comisariada por Publio López Mondéjar, una muestra con parte de sus fondos y con materiales de la colección de Pedro Melero, Marisa Llorente y Ana Muller, hija del fotógrafo, una pequeña muestra representativa de todas las facetas de su obra.

El museo Reina Sofía de Madrid, el Bellas Artes de Oviedo y el Magyar Fotográfiai Múzeum de Hungría tienen en sus fondos fotografías de Nicolas Muller. Actualmente se conservan más de 14.000 negativos del fotógrafo en el archivo custodiado por su hija, la también fotógrafa Anne Muller.

Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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