Para escribir hay que leer, de Vanni Santoni

Un escribano en la Corte

En un momento en que miles de jóvenes sueñan con ser escritores, vivir de ello como profesión, este librito del escritor, profesor y editor italiano Vanni Santoni viene como anillo al dedo ya que les muestra una serie de verdades al respecto del oficio que posiblemente no se habrá atrevido a decirles nadie. Porque aparte de verdades, pueden servir también de un a modo de puñetazo en el mentón en toda regla para que, una vez estén en el ajo, en los entresijos de la profesión, sepan a qué atenerse.

En una serie de capítulos repartidos por 132 páginas Santoni, quien además de todo lo anterior da clases en las principales escuelas de escritura de Italia, dice desde el primer momento que no se trata de una guía para aprender a escribir bien, por lo que no da reglas. Desde el primer momento el autor es honesto tanto con el aspirante a escritor como con el lector, cosa de agradecer.

El libro no enseña a escribir, y «la razón es una, simple y perentoria: la infinita inmensidad de las posibilidades de un texto narrativo implica que infinitas cosas se pueden escribir de infinitas maneras». Lo que sí enseña es lo que hay que hacer si uno pretende dedicarse a ese maravilloso pero difícil oficio de la escritura. A grandes rasgos, estas son algunas de las reglas a seguir:

DIETA. Un aspirante a escritor, lo primero que debe hacer es leer, leer y leer. Y después, seguir leyendo. Porque así como un deportista –explica el autor- no se hace de la noche a la mañana, sino que necesita años de preparación, de gimnasia, entrenamiento, un futuro escritor también debe tomarse su «dieta», en este caso de lectura, conocer algunos libros de los escritores consagrados.

Según comenta el autor, tras mostrar algunos títulos a sus alumnos, el 95 por ciento está en el camino equivocado, puesto que no ha leído nada de los títulos expuestos, como pueden ser En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, o Ulises, de James Joyce. En español recomienda 36 libros, empezando por El Lazarillo de Tormes y La celestina, de Fernando de Rojas.

DISCIPLINA. Es otra cosa importante, ya que un escritor tiene que ser una persona disciplinada de todas a todas. Porque si dices que no tienes tiempo para leer, ¿cómo vas a tener tiempo para escribir? El aspirante debe llevar siempre un libro consigo, leer todos los días, todos. Y una libreta, para apuntar las cosas que se te pueden ocurrir en cualquier momento. Ahora se puede hacer en el móvil, ahorrando tiempo, pero eso sí, escribiendo.

Si se escriben dos mil caracteres diarios, al cabo de cinco años ya se puede haber escrito una novela, teniendo en cuenta que los escritores profesionales escriben entre cuatro mil y cinco mil caracteres al día. Eso del síndrome de la «página en blanco» es una tontería, porque el escritor no escribe cuando está «iluminado», sino que lo hace todos los días, porque esa es su profesión. Dedicarse a escribir equivale a un cambio de estilo de vida, hay que grabárselo en la cabeza: cuando se está escribiendo se está trabajando, y eso es algo que hay que hacérselo comprender a la familia.

CLICHÉS. Hay que intentar no caer en lo que el autor llama clichés, en las banalidades, en las frases que todo el mundo cae, y en las que la mayoría de los escritores principiantes también lo hacen. Es por eso que la escritura, «no es más que una lucha contra los clichés». Señala el autor que un libro mal escrito está lleno de clichés, lugares comunes, en efecto. Y pone algunos ejemplos, como «Se le heló la sangre en las venas» o «Estaba tenso como una cuerda de violín», escritas en cientos de libros, simples frases hechas.

NO ESCRIBIR LIBROS ABURRIDOS. Según el responsable de este librito que el autor denomina a veces panfleto, «los libros carentes de interés se parecen todos». A las editoriales llegan cada año cientos de manuscritos que, o bien se descartan a la primera por insuficiencia ortográfica, sintáctica gramatical, o «son terrible y mortalmente aburridos». Y suelen tener uno de estos tres defectos, o los tres juntos: ausencia de necesidad, ausencia de especificidad, ausencia de conflicto.

Todo lo que se incluya en un texto tiene que servir para algo, pero no hay que intentar dar explicaciones no requeridas, sino dejar que el lector las adivine. Como dijo el director de cine Billy Wilder, que no era escritor, pero que escribió excelentes guiones, «Deja que el espectador calcule que dos más dos suman cuatro. Te lo agradecerá siempre».

CONFRONTAR LOS TEXTOS. Confrontar los textos consiste en que una vez escritos éstos hay que dejárselos a leer a otras personas para ver qué les parece, y que te digan las cosas con sinceridad. Pero eso hay que hacerlo entre los llamados pares, es decir, entre las personas que se dedican al oficio de escribir. Porque si se los das a leer a la novia, a la madre, al padre, al amigo del alma, todos te dirán que tus escritos son maravillosos, que estás cerca del Premio Planeta, o ya, si te quieren dorar la píldora hasta el infinito, incluso dejarán caer que con el tiempo podrías aspirar al Premio Nobel…

El propio autor de Para escribir hay que leer dice que él mismo entrega sus textos para ser revisados al menos a seis personas diferentes entendidas en la materia, que le dicen las cosas claras. Sin embargo, como profesor también dice que a veces encuentra a algún alumno listillo que se muestra orgulloso de que nunca dejaría leer sus escritos a nadie, o bien por pudor o por temor a que le robasen el tesoro que encierra sus folios.

Respecto al tema, diré que tengo un buen amigo que a su vez tiene otro buen amigo que lleva varios años intentando aprender a escribir en estas que yo llamo escuelas de escribanía de última hornada, que vienen a ser en algunos casos, un sacacuartos. El amigo aspirante a escritor le deja sus escritos al primero, ya que es un experto en la materia, pero como es su amigo de toda la vida no se atreve a decirle la impoluta…

EXHIBICIÓN Y PUBLICACIÓN. Llegando a estas alturas, dice el autor que hace unos quince años pensábamos que Internet lo democratizaría todo, pero que no es así a estas alturas. En aquel tiempo los focos editoriales se centraban en los blogueros, pero a estas alturas en la que las llamada redes sociales se hacen eco de todo, ya no es lo mismo.

Es interesante, sí, crear un espacio donde se te conozca, pero si lo haces escribiendo, colaborando en revistas literarias, que las hay, y muy buenas, te puedes dar a conocer, futuro escritor. Si no te llevan a la publicación de tu soñado libro, sí será un principio para darte a conocer. Los editores no se leen los cientos de manuscritos que les llegan, pero sí prestan atención a las revistas literarias, porque son de alguna manera un semillero de futuras promesas.

Como el sueño de cualquier aspirante a escritor es publicar su libro, también existen lo que el autor llama EDP, es decir, Editoriales De Pago que, como su nombre indica, hay pagar por publicar. Y en este gremio las hay de toda clase y condición, lo sé por experiencia: desde las serias, que haberlas haylas, hasta algunas piratas en las que al editor solo le falta el trapo en el ojo y la calavera en el sombrero…

Buena suerte a todos los aspirantes a escritores, no desfallecer, prestad atención a las indicaciones de Vanni Santoni, que como experto en la materia sabe mucho del tema. Y a este periodista le gustaría recibir vuestros libros cuando publiquéis. Prometo leerlos.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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