Oppenheimer, razón y pasión del cine

Los que pertenecemos a la industria cinematográfica sabemos lo que es un éxito de taquilla, pero más sabemos de la pasión durante la filmación y de lo que significa la emoción del público ante la película estrenada. El filme Oppenheimer llega en el momento justo, a mostrarnos la esencia del cine: pasión y razón, amor y entrega, devenir y ser, magia y realidad.

Llega en un momento de guerra en Europa, de pospandemia, de cambios geopolíticos, de mutaciones e inflación, tiempos paralelos con la Segunda Guerra Mundial, aunque distintos, donde confrontamos la toma de decisiones del hombre y sus consecuencias.

Hay otra instancia, Hollywood arde ante el fantasma de la Inteligencia Artificial que devora a los actores, Oppenheimer reivindica la esencia del cine, lo enaltece. En este verano de estrenos, gracias a este increíble filme, se produce un resurgimiento de la pantalla grande. Las salas llenas.

Oppenheimer es la industria sacudida, el conflicto internacional, los cambios socioeconómicos y es, el hombre frente a su destino, frente a su elección. Somos lo que elegimos. En ese libre albedrío se va la vida y la muerte.

A Christopher Nolan le importa contar la historia de manera clara, documentada e histórica, no busca panfletos, propaganda como comentan los tendenciosos. El director multipremiado quiere hacer cine y lo hace, le da al espectador «cine»: imagen, belleza, reflexión, actuación, realidad y sueño, verdad y emoción. Ataca los temas desde una perspectiva epistemológica, filosófica, introspectiva, es su estilo.

Cuando Nolan leyó el libro «Prometeo Americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer», la biografía del padre de la Bomba Atómica, Premio Pulitzer (2006), de los autores Kai Bird, periodista especializado en la Segunda Guerra Mundial y Martin J. Sherwin, profesor de historia, experto en asuntos nucleares, supo que tenía un guión.

Los autores del libro investigaron, reunieron exhaustiva documentación, viajaron al lugar de los hechos, tardaron una década en reunir todo el material y cerrar el libro que analiza, describe y verifica la aparición de un arma nuclear que cambia la historia del mundo y retrata a los actores que rodean el fenómeno: la detonación de la bomba nuclear en Nuevo México, el 16 de julio de 1945, a las 5,30 de la mañana.

La vida del creador del Proyecto Manhattan, el científico estadounidense de origen judío J. Robert Oppenheimer es narrada, en este filme, porque Nolan sintió que Oppenheimer era el personaje que reunía una época, una encrucijada histórica, y que era el hombre y sus decisiones, era la película.

Un filme complejo, difícil por ser género histórico de época, por encarar varios aspectos: la trilogía amorosa con Oppenheimer, la amante psicóloga comunista, y su esposa; y la trilogía histórica con Oppenheimer, la ciencia y la política. Además de Trinity, la prueba nuclear, los ángulos ambiciosos de la comunidad científica, de su propio ego y de los intereses políticos, la ética científica y la manipulación de los gobiernos, con un amplio reparto de personajes que se mueven en tiempos diversos.

Nolan filma un biopic, con la importante tradición que este género biográfico tiene en el cine americano e inglés y toma en cuenta esa tradición, se apoya en biografías célebres: Lawrence de Arabia, Truman Capote, Amadeus, Gandhi, entre otras. Filmó en los lugares auténticos, la casa original de Oppenheimer y su mujer Kitty (Emely Blunt), el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Los Álamos donde se desarrolló el Proyecto Manhattan. Nolan visitó el Museo Histórico de Álamos y trabajó el guión con rigor histórico, tanto, que Bird al revisar el relato no encontró errores. Incluso uso documentos desclasificados del FBI y de audiencias en el Senado para los diálogos en los juicios.

Los encuentros con Einstein también existieron, los dos científicos se conocían, se respetaban, aunque tenían visiones distintas, Nolan confiesa en una entrevista, que los diálogos entre ellos son ficción, podríamos considerar una licencia fílmica.

Nolan, ese joven que a los dieciséis años se apropió de una cámara y comenzó a filmar, no se aparta de la historia, pero nos ofrece algo más, bucear en la mente del científico que decide cooperar en la creación de la bomba, la Coatlicue: la vida y la muerte.

El director busca en la juventud del científico, en las visiones paranormales que sufre y lo llevan a un tratamiento mental. La película cuenta una anécdota sobre una manzana envenenada que Oppenheimer quería entregar a su profesor, pero, su nieto, niega este hecho que no está confirmado por ninguna fuente, aunque acelera el ritmo fílmico.

La narración se adentra en la esencia: un magno proyecto que es la construcción de la bomba, el equipo de científicos, la desconfianza, pero a la vez la convicción de que Oppenheimer es «el elegido», según el militar Leslie Groves, interpretado con perfectos matices por Matt Damon, tan versátil actor.

Recuerdo en mi casa de México, muchos años atrás, las reuniones de los colegas de mi marido, científicos de energía nuclear de Naciones Unidas y de las Comisiones Atómicas mundiales, como él, conversar sobre la ética científica, la ciencia al servicio de la humanidad, los intereses políticos. ¡Cuán difícil es el camino para el científico que desea encontrar la verdad, comprender, en medio del tejido de vanidades e intereses! Los científicos ven mundos que otros no ven, viven hacia el futuro y con la mente trabajando en otras dimensiones.

La energía nuclear mostró su poder y su rostro mas temible: el fin. Y eso lo oí de boca de esos científicos nucleares.

Nolan, con una exitosa carrera fílmica, varios premios a su haber, creador de Memento (2000) nominada al Oscar, The Dark Knight (2008), trilogía sobre Batman, de gran éxito de taquilla y del género de superhéroes. Dunkirk (2017) sobre la Segunda Guerra Mundial, inspirada en una historia real. Tenet (2020), sobre espionaje internacional, donde fue, como en otros filmes, guionista, productor y director, Insomnia (2002), con Al Pacino, Interstellar de 2014, de tema científico espacial, hasta presentar en el 2021, su proyecto Oppenheimer, que se acaba de estrenar el 21 de julio de 2023, donde completa su estilo fílmico.

La película fue concebida en IMAX, gran pantalla, así la vi y así debe verse, sin ADR, grabaciones de diálogos adicionales o doblaje de escenas, el sonido exige atención, pero Nolan prefiere la flexión emocional de la toma real y no la grabación posterior y tiene razón. Desde el punto de vista de la actuación hay otra vibración en la escena filmada directamente.

La banda sonora es casi una protagonista por su articulación con los actores y la acción. La fotografía y los recursos técnicos son impecables, las imágenes visuales nos bombardean sin que perdamos el hilo del drama, al borde de los cánones clásicos en búsqueda permanente del clímax.

Se construye el tiempo fílmico, la memoria histórica casi matemáticamente, el director calcula las estructuras narrativas en relación con la psiquis del personaje y gradúa las tensiones dramáticas como pulsaciones del corazón.

Para la explosión de la prueba Trinity, experimenta sonidos, imágenes, golpes visuales, Nolan dice que tiene que ser una explosión colosal, bella, asombrosa y aterradora, y logra tener en vilo, al público.

Nolan filma dos filmes en uno, la primera parte es conseguir el objetivo: la bomba atómica, cuando estalla; vemos la vida y la muerte y el personaje queda atrapado en su propia victoria.

¿Hacedor de qué?

La frase: «Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos», pertenece al libro sagrado hindú Baghavad Gita, y es una escena clave para comprender la difícil psicología de Oppenheimer.

La segunda parte es la persecución ante la fama del científico, en su propio país. Hay dos juicios: el primero cuando decide trabajar para el Proyecto Manhattan y tiene que aclarar su acercamiento al comunismo, ese juicio esta filmado a color.

El recurso del color y del blanco y negro para dos tiempos narrativos, lo uso en Memento. El segundo juicio es en blanco y negro y pertenece a lo que llamo la segunda parte y es el juicio político de Strauss, la lucha del poder, donde se desea privar a Oppenheimer de todos los honores, apartarlo del reconocimiento, hasta que se desenmascaran las tramas políticas y se lo rehabilita.

Sin embargo, el héroe lleva la derrota en si mismo. ¿Se puede ser feliz con tantas muertes detrás? Es verdad que no se muestran a los indígenas afectados por la nube tóxica de la bomba en el desierto, ni el dolor y el holocausto de los japoneses, sin embargo, ellos están en la mirada azul vidrio de Oppenheimer y la interpretación magistral de Cillian Murphy. ¡Que reto interpretativo! En esa mirada está el estigma: el triunfo y la derrota, el bien y el mal.

La película dura tres horas. El genial montaje logra que cuando hay una mínima caída de atención, nos sorprende el corte y estalla una nueva idea o una sacudida emocional. Es magistral el manejo de los tiempos fílmicos, tiempo real o tiempo acelerado, siempre en una dinámica de «pathos».

«No te puedes aburrir al estar en la piel de ese hombre que carga la humanidad» me dice un joven estudiante sentado a mi lado. «Yo no quiero ser él».

Tienen sentido los desnudos, coincido con el director y el protagonista que los avala, por más incomodos que sean no son gratuitos, muestran la intensidad de la relación de sus parejas: Jean Tatlock, psiquiatra comunista, depresiva, interpretada con arrojo por Florence Pugh; Kitty, la bióloga destacada, renuncia a su carrera para casarse con Oppenheimer, reserva en su vida cierta inconformidad que la lleva al alcoholismo. Dos mujeres importantes en la vida del protagonista y una rotunda elección: la bomba, allí está la energía, el desafío, el núcleo del ser, la trascendencia.

Aunque el científico pidió disculpas a las víctimas, nunca se arrepintió de su experimento. Se apartó de la Bomba de Hidrogeno, y no apoyo la construcción de armas nucleares más potentes. Acepto enseñar en Princeton, se jubiló y se retiró a Saint John, Islas Vírgenes, en una casa junto a una playa que lleva su nombre, en familia, con sus hijos. Toni, su hija, superó la poliomielitis, él se dedicó a la navegación, acompañado de su esposa, nunca dejo de fumar, murió en 1967, de un cáncer en la garganta.

El filme no cuenta su vida hasta el final. No se trata de éso. El filme acaba con el encuentro de los dos científicos más importantes del siglo veinte, Einstein y Oppenheimer, flota en el aire lo que le dice Einstein:

«Ahora es tu turno de lidiar con las consecuencias de tu logro».

La película termina con la pantalla en negro.

¿Fue el fin de la guerra o el comienzo de la gran destrucción? ¿Hasta dónde podemos llegar?

En nosotros anida el cielo y el infierno.

2 COMENTARIOS

  1. Excelente análisis. Se aprende con los comentarios filmicos de la industria e invita a reflexionar con los enfoques filosoficos. Bravo.
    Yo si creo que el cine en general se usa como herramienta para la propaganda. No en todas las películas pero es naiv negar su existencia y molesto ser llamado tendencioso por creerlo.

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