La próxima llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos parece haber generado en la Unión Europea (UE) ciertas esperanzas y algunas expectativas positivas de que la nueva administración estadounidense repare los debilitados lazos de «aliados» entre las dos orillas del Atlántico, después de más de una década en la que el peso económico y el papel político de la UE se ha ido encogiendo y degradando.

Ya la administración Obama centró su estrategia de cerco a China tratando de recuperar su dominio en el área de Asia-Pacífico, a lo que posteriormente se ha añadido el desprecio más solemne a la UE, y los ataques más inesperados, de la administración Trump.

Sin embargo, la vida va por otro lado, por lo menos la vida económica. En el tercer trimestre de este año, China se ha convertido en el mayor socio comercial de la UE, de acuerdo a los últimos datos publicados por Eurostat, el organismo europeo de estadística. Con ello China ha superado a EEUU al quitarle el primer puesto. Durante los primeros nueve meses de este año, el volumen comercial entre China y la UE alcanzó los 425,5 mil millones de euros (517,3 mil millones de dólares), mientras que el comercio entre Estados Unidos y la UE solo llegó a los 412,5 mil millones de euros.

Y debemos también tener en cuenta que en el caso de España las ventas de nuestro país a China se elevaron en los mismos nueve meses de este año a 5.701,9 millones de euros, lo que significa un 19,6 por ciento más que en el mismo periodo del año pasado. Es decir, que ni más ni menos en este año negro de la pandemia, y las consecuentes crisis económica y contracción del comercio internacional, China se ha convertido en el único gran destino de las exportaciones españolas que crece, y que se espera que supere el máximo de 2019. Y todo ello gracias a la rápida recuperación sanitaria y económica de China, por lo que va a ser el único país que acabará 2020 con crecimiento de su PIB. Se estima que será del orden de un 2 por ciento.

La UE ha elaborado un borrador de plan con el objetivo de reconstruir la asociación transatlántica con EEUU. Aunque las propuestas cubren todos los sectores, hay que destacar el campo de la regulación digital y el de la lucha contra la pandemia Covid-19, en un intento de ofrecer una nueva alianza entre iguales para contrarrestar a China. Un plan europeo para «ganar autonomía estratégica» y volver a tener voz propia en la comunidad internacional, y -aprovechando la llegada de Biden a la presidencia- Bruselas quiere demostrar alguna iniciativa ante Washington respecto al llamado «desafío de China». Pero existen contradicciones estructurales entre la UE y EEUU.

La principal iniciativa europea se ha centrado en las nuevas tecnologías proponiendo un «Consejo Transatlántico de Tecnología y Comercio» para evitar que China establezca un dominio económico en los sectores de alto valor, como la tecnología 5G. Pero Europa arrastra un serio problema desde hace años: la falta de una industria tecnológica propia. Tiene una situación de dependencia que conlleva una pérdida de soberanía política y de autonomía económica.

Y, aunque hay una intensa campaña en los medios de comunicación para colocar en el mismo plano a EEUU y a China, la UE no se encuentra en la misma situación ante dichos países. Estados Unidos ejerce un dominio político, económico-comercial y militar sobre Europa, e interviene continuadamente, de forma directa o a través de organismos como la OTAN, en la vida política, en la marcha económica y en la actividad militar europeas.

No olvidemos que los perjuicios económicos causados por la dependencia tecnológica europea respecto a EEUU han obligado a Bruselas a tratar de establecer un impuesto a los oligopolios tecnológicos estadounidenses Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft por sus prácticas monopolistas. La recolección masiva de datos en Europa, los llamados «big data», está dominada por las cinco corporaciones tecnológicas citadas, lo que supone un inmenso poder de control y coloca a los países europeos en una peligrosa dependencia.

Las empresas europeas están detrás de las estadounidenses -también de las chinas- en el desarrollo de tecnologías como el 5G, la inteligencia artificial, los semiconductores o la acumulación del contenido digital de la gente «en la nube» -mejor, en los muy terrestres servidores gigantes de los oligopolios informáticos de EEUU-, es decir, una debilidad estratégica.

Los semiconductores componen los circuitos electrónicos -destaca el silicio- y entre las diez empresas más importantes no hay ninguna europea. Igual pasa con el almacenamiento de datos «en la nube»: no hay ninguna empresa europea, son estadounidenses. Entregar el control de los “big data” europeos a empresas extranjeras supone una grave amenaza para la soberanía de la UE, sobre todo teniendo en cuenta que Estados Unidos espía no solo a sus enemigos, sino también a sus aliados, como desveló en 2013 el exagente de la NSA estadounidense Edward Snowden.

Y respecto a la red 5G Europa cuenta con Ericsson y Nokia, sueca y finlandesa respectivamente, pero dependen -para un despliegue tecnológico completo- de los oligopolios estadounidenses. La china Huawei es la alternativa y, a pesar de las presiones de Estados Unidos, pocos países europeos pueden resistirse a los competitivos precios de Huawei, y más cuando Estados Unidos solo ofrece su alternativa.

Por ello, la UE está acelerando las conversaciones con China sobre el acuerdo del tratado de inversión bilateral (TBI) -para finalizarlas antes de fin de año-, y, aunque muestre una buena voluntad hacia Estados Unidos, sus propios intereses son lo primero, porque no puede permitirse debilitar la cooperación con China dados los beneficios económicos que la UE obtiene. De hecho, se han llevado a cabo un total de 35 rondas de negociaciones, la última de las cuales tuvo lugar entre el 7 y el 11 de diciembre. Y las últimas nueve rondas de conversaciones se desarrollaron este año, lo que da fe del ritmo acelerado.

Para China, sin embargo, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) se ha convertido en el mayor socio comercial, superando a la UE, a causa de la caída en el comercio debida a la pandemia. Además, se espera que el comercio entre China y la ASEAN se fortalezca aún más, ya que China, la ASEAN y otras economías de Asia y el Pacífico firmaron recientemente el mayor acuerdo comercial del mundo, la Asociación Económica Integral Regional.

Los nubarrones entre Europa y Estados Unidos no son temporales porque se deben a un cúmulo de contradicciones estructurales.

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