En un momento en que los humanos creemos tenerlo todo, al poder estar enchufados día y noche a ordenadores, móviles, coches, y habiendo llegado a la Luna, a Marte, pareciera ser que avanzamos hacia la deshumanización de la especie, de la especie humana, claro. Y lo hacemos con un arma imperceptible a simple vista, pero que está ahí, a nuestro lado, en nuestros pueblos y ciudades, formando parte de nuestra epidermis: se llama soledad y, siendo un cuerpo aislado, habita entre nosotros.

Si bien en estos momentos somos unos ocho mil millones de personas en la Tierra, cientos, millones de ellas cada día se encuentran más solas en el mundo que habitamos, sin nadie que se encuentre a su lado, a nuestro lado, de alguna manera. Tanto, que muchas personas optan por el suicidio, por quitarse la vida, al no encontrar ningún sentido a su existencia. 

Dos casos de este inmenso mundo de soledad que nos envuelve han acudido a mi mesa de trabajo con escasos días de diferencia, que pretendo referenciar. Y lo más curioso es que uno ha tenido su lugar de origen en Japón y el otro en España, siendo Tokio y Madrid, respectivamente, el epicentro de ambas informaciones, enfocadas ambas el mismo sentido: el suicidio, el adiós a la vida. 

El primero ha tenido lugar en Tokio, donde el Gobierno nipón ha nombrado un ministro para la Soledad, término que da pavor hasta escribirlo por lo que de significado tiene. Un país con 125 millones de habitantes de los que el año pasado 21.919  se quitaron la vida. Y de esa cantidad, 479 eran escolares, por lo que uno llega a preguntarse: ¿qué conduce a un escolar, a su edad, a quitarse la vida, cuando en buena lógica lo tiene todo por delante? 

Tres son los principales problemas que afronta en este momento Japón, en los que la soledad está presente: la pandemia, la masificación y el  descenso de natalidad. En el llamado País del Sol Naciente, de las otrora postales maravillosas de cerezos, abedules y castaños en flor, la soledad es la que impera, las personas se sienten cada día más solas, inexistentes para el resto en muchos casos.

Pisos en miniatura que se construyen para personas solas, en los que se encuentran en ocasiones a personas, generalmente ancianos, que llevan días, o incluso meses muertos. Restaurantes en los que ya se utiliza muy educadamente el término «Honorable señor solo» ofreciendo al cliente mesa con un solo asiento pero alejado, eso sí, a ser posible, del resto de los comensales. Supermercados con todo tipo de productos para individuales, personas solas, de los que ya tenemos ejemplos en nuestras grandes ciudades…

En el caso de España, concretamente en Madrid, he conocido esta semana un caso de suicidio contado por un amigo que le ha tocado vivirlo muy de cerca, en su casa del barrio del Pilar. Un vecino suyo puerta por puerta con el que llevaba cuarenta años conviviendo, no salía a la calle, saludando a la puerta del ascensor, como solía hacer. Asomándose a la ventana por el patio interior, mi amigo lo encontró despanzurrado en el suelo, porque se había suicidado. 

Cuatro horas tardó, según sus palabras, en llegar el juez de guardia para hacer el levantamiento del cadáver con el consiguiente enfado y malestar de la vecindad ante semejante panorama, con un cadáver en el suelo, sin poder hacer nada. Pero lo más terrible, según contó mi amigo, fueron las palabras de dicho juez de guardia, afirmando que era el sexto suicido al que acudía en pocos días, algo que al parecer está sucediendo en más casos de los que a primera vista aparecen en los medios de comunicación. Y para rematar la información, uno de los policías que acompañaban al magistrado les dijo a los vecinos que era el segundo suicidio al que acudía en pocos días…

La pandemia, que está influyendo en la soledad a que nos vemos expuestos, está haciendo estragos en nuestras sociedades, obligándonos a permanecer encerrados, aislados en nuestras casas, como podemos comprobar a través de los distintos medios de comunicación. El Reino Unido ya creó a principios de 2018 una especie de Secretaría de Estado intentando poner coto a esta a modo de epidemia llamada soledad que afecta en estos momentos a cerca de diez millones de británicos. 

La soledad viene a ser como una especie de enfermedad, la plaga de nuestros días, una soledad que puede equivaler a aislamiento, abandono, incomunicación, desamparo, encierro o incluso destierro interior, pero que avanza día a día en esta sociedad de la que formamos parte, y en la que creemos tenerlo todo. Frente a esta situación, solamente con el esfuerzo de todos, gobernantes, gobernados, instituciones,  personas en general debemos mirarnos a la cara, porque tal vez un simple «¡Hola!, vecino, vecina, cómo estás?», pude ser el puente que invite a una persona a seguir en este lado de la vida, antes de traspasar a la otra orilla llamada suicidio, donde no hay marcha atrás.  

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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