«Miguel Angel (El pecado)», de Andrei Konchalovsky: un genio en guerra con sus demonios

“Il peccato, el pecado, es el mármol. ‘El monstruo es un bloque inmaculado de varias toneladas entronizado en la cantera de Carrara” (Olivier Bombarda, bande-a-part.fr/).

Con 83 años cumplidos, Andrei Konchalovsky, uno de los grandes realizadores rusos de los últimos dos siglos (‘El primer maestro’, ‘La Odisea’, ‘El cartero de las noches blancas’) traza en «Miguel Angel (El pecado)[1]»  un paralelismo entre las muchas contradicciones del trabajo del pintor de la Capilla Sixtina y las suyas propias a lo largo de los años (URSS, Hollywood, Rusia) en una película austera y potente, un fascinante retrato en el que, tras la apariencia de una biografía clásica, reflexiona sobre el artista atrapado entre las trivialidades del oficio y la certeza de poseer unas cualidades que alguien calificaría de geniales (caso de que no se atreviera a llamarlas divinas).  

En la Italia renacentista del siglo dieciséis, cuando solo amparados por la fortuna de los mecenas los grandes artistas podían plasmar sus sueños, sus angustias y sus pesadillas en telas, frescos y esculturas, Miguel Angel –Michelangelo Buonarroti- vive en la pobreza, se traslada de Florencia a Roma para intentar finalizar el techo de la Capilla Sixtina. Cuando fallece su mecenas, el papa Julio II, Michelangelo se obsesiona buscando  el mármol más puro para esculpir su tumba, mientras las dos familias de nobles de la ciudad –los Della Rovere y los Medici, con su nuevo papa Leon X- se disputan su lealtad y su genio. 

Las mentiras que inventa –miente a todos, traiciona a todos- para seguir contando con los favores, y el dinero de ambos, le llevan a una vida de sospechas, alucinaciones e incluso fracasos. Consigue sumas fabulosas, florines y monedas de oro con las que viven su familia, su padre y sus hermanos, y sus dos aprendices, pero ese dinero alimenta también su obsesión por encontrar el mejor mármol para sus esculturas. 

La película nos habla de la violencia que ejercen los poderosos y de un hombre atormentado por el sentimiento de culpa al no saber si conseguirá terminar el trabajo pactado. En esta obra monumental, desmesurada, el Michelangelo de  Konchalovsky «siente el sudor, la muerte, la sangre, la enfermedad, la suciedad y la promiscuidad que caracterizaban la época (…) y nosotros compartimos las violencias, los dolores de ese hombre de orgullo sobredimensionado, pícaro, avaro y finalmente frágil que era Miguel Angel» (Michel Levieux, L’Humanitè), irreprochablemente interpretado por un iluminado y maravillado Alberto Testone (‘Suburra’, ‘Acuérdate de mi’, ‘Pobres e infames’), quien se declara «un apasionado del cine de Pasolini».  

Nieto del pintor Piotr Konchalovsky, de quien tomó el apellido, y bisnieto de Vassili Surikov, artista magistral perteneciente al movimiento de realismo crítico de los «itinerantes» (1863-1923) – surgido como reacción a la orientación artística de la Academia Imperial de Bellas Artes de San Petersburgo, que hacían una pintura de carácter social y organizaban exposiciones pedagógicas en las grandes ciudades rusas, interesándose por el pueblo ruso y denunciando las desigualdades de la época- Andrei Konchalovsky conoce la vida del artista y la entiende como representación de una época. 

Nacido en una familia noble, pero pobre, fue amamantado –«a base de leche y polvo de mármol»- por una mujer cuyo marido era tallista de piedras. Las escenas de la película en las que Miguel Angel se comporta como un loco frente a los gigantescos bloques de Carrara, que hace transportar desde la montaña hasta el mar, son de una belleza estremecedora y constituyen momentos cinematográficos realmente excepcionales.

  1. «Miguel Angel (El pecado») se estrena en Madrid el viernes, 6 de mayo de 2022
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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