Mario Vargas Llosa: medio siglo con Borges

Tiene razón el Premio Nobel Mario Vargas Llosa cuando dice que Jorge Luis Borges, el ciego escritor argentino, conlleva algo de genio y de perfección literaria en su obra.

En el libro «Mario Vargas Llosa: Medio siglo con Borges», (edición Alfaguara, Narrativa Hispánica), el autor peruano-español hace una breve pero muy interesante recopilación de artículos, conferencias y entrevistas, dando testimonio del medio siglo de encuentros y lecturas, que ambos escritores compartieron, a veces discrepando, otras de común acuerdo, siempre unidos por la literatura.

Reconozco que hubiera deseado que Vargas Llosa nos revelara los laberintos borgianos a través de su mirada, como lo hizo en su maravilloso libro sobre Madame Bovary «La orgía perpetua», un banquete literario; pero prefirió la brevedad (justamente algo muy borgiano) y rendirle tributo a través de diferentes enfoques: Borges en su casa, Borges político, Borges en París, Borges y Onetti, Borges entre señoras (el aspecto periodístico), incluyendo dos interesantes conversaciones.

Las entrevistas que le hiciera Vargas Llosa a Borges: una en París en 1963, la otra en Buenos Aires, en 1981, nos revelan esa secreta admiración por el poeta porteño de una generación anterior a la suya, que nunca alcanzó el premio Nobel, y que lo conmovió en sus años juveniles. Es elocuente lo que confiesa Vargas Llosa:

«Muchas veces lo he releído y, a diferencia de lo que me ocurre con otros escritores que marcaron mi adolescencia, nunca me decepcionó; al contrario, cada nueva lectura renueva mi entusiasmo y felicidad, revelándome nuevos secretos y sutilezas de ese mundo borgiano tan inusitado en sus temas y tan diáfano y elegante en su expresión»

Borges es Borges. Para quienes tuvimos la suerte de conocerlo y de ser sus alumnos, sabemos que fue un maestro, un hombre de letras y un hombre altamente cívico. Cada clase en la Universidad de Buenos Aires era un viaje por la literatura, por parajes desconocidos, por ciudades remotas, encuentro con personajes de ficción, un navegar por los mares literarios como la única realidad posible. Salíamos de sus clases queriendo leer la literatura universal, queriendo penetrar en los libros y vivir dentro de ellos.

Aún veo a Borges recorriendo los pasillos de la Biblioteca Nacional, cuando fue director, buscando un libro, hojeándolo, acercando sus ojos a las letras, musitando algún verso. Recuerdo cuando lo acompañábamos uno o dos alumnos, al salir de las clases, Borges era amable, hablaba con nosotros de forma natural, era alguien cercano y a la vez lejano. Un día, al salir de su clase en la casona de Viamonte, se paró en el dintel de la puerta, y mientras hablábamos banalidades, nos dijo: «Qué extraña la luna hoy…»

Una gran luna amarilla y redonda se imponía sobre el cielo austral por encima del muro del convento de las monjas de clausura que estaba enfrente a la facultad. «La luna de enfrente» era definitiva, única. Borges, ciego, fue quien la vio.

En esa época estudiaba el celta y las piedras rúnicas y en las clase nos sorprendía con sus temas, poesías o textos que nos recitaba con su privilegiada memoria. Nos recomendaba frecuentemente, una prosa clara y precisa en nuestros escritos, tantas veces se lo oí decir a Borges, que cuando escribo vuelvo a oírlo. En esas caminatas hasta su departamento de la calle Maipú, una vez, estaba componiendo un poema y repetía los versos mientras un compañero le tomaba nota, hasta que se detuvo en un solo verso. Seguimos hablando de otros asuntos y de pronto, retomó el verso con otro adjetivo. Hasta que no aparecía la palabra justa, no sellaba el poema.

El libro homenaje nos permite apreciar el itinerario que siguió Vargas Llosa: en su entrevista de 1963 en París, cuando Borges fue invitado al Congreso de la Libertad de la Cultura en Berlín, el tema era la literatura, los gustos y preferencias del escritor argentino, las preguntas resultan, a veces, convencionales. Muy distinta es la entrevista de 1981, en Buenos Aires, Vargas Llosa ya es un escritor reconocido y la relación es diferente, Vargas Llosa conduce a Borges al terreno de la política, sin abandonar la literatura, lo hace revivir un bello recuerdo, cuando el gobierno de Perú le entrega a Borges la condecoración de la Orden del Sol; es una relación de igual a igual. Es una conversación entre dos grandes de la cultura.

En la conferencia «Las ficciones de Borges», Vargas Llosa analiza el mundo y el estilo borgiano, considerando ese estilo como revolucionario en cuanto al uso del español. Sin duda lo fue, Borges fue un transgresor que forzó al castellano a una rara precisión, usaba el español como un facón, era un gaucho que agazapado daba la estocada apropiada, en ésto radica la bravura, el coraje de Borges: en retener la lengua castellana, con un sabio control.

Vargas Llosa lo dice muy bien, realza significativamente este aspecto: «El estilo de Borges es inteligente y límpido, de una concisión matemática, de audaces adjetivos e insólitas ideas….»

Va aún mas lejos, el novelista cree que en ese «exceso de razón y de ideas, de contención intelectual» hay algo inhumano, distante, frío. Son dos escritores tan distintos, tan opuestos, que es una revelación escuchar a los dos.

Vargas Llosa es un autor emocional, carnal, que se nutre de la vida, de sus esplendores y errores, mientras que Borges se nutre de la imaginación, del pensamiento, de la filosofía, y nos traslada a otra dimensión, no por eso menos humana.

¿Acaso el mundo de la imaginación no es tan real como la realidad misma?
¿Acaso el mundo de las ideas no es tan apasionante y apasionado como el mundo de las emociones sensoriales?

Borges era un apasionado de la realidad virtual, intelectual, abstracta, que elevaba a una visión diferente, desposeída de sensualidad pero no de sensibilidad.

Para los «apasionados» de la literatura de Borges y de Vargas Llosa este «medio siglo con ellos» es un placer indescriptible.

1 COMENTARIO

  1. Estupendo artículo,un gran análisis de Vargas Llosa, recordando la sabiduría intelectual de Borges y su calidad humana. Gracias por compartirlo.

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