Una nueva tendencia está surgiendo en los últimos tres años en el sudeste asiático, el mayor mercado emergente de prostitución del mundo: el «tráfico de novias» hacia China, denuncia la oenegé Manos Únidas.

Según esta ONG, el contexto en el que se encuentran las mujeres en esas regiones no es fácil: la discriminación y la violencia contra la mujer se extiende por países como Laos, Myanmar y Tailandia, donde mujeres y niñas son las responsables de obtener los ingresos familiares, pues en numerosas ocasiones los hombres caen en el consumo de alcohol y drogas ilícitas. Además, el acceso a la educación y la salud es muy limitado, así como la disponibilidad de agua, electricidad e infraestructuras básicas.

«La pobreza obliga a muchas mujeres a emigrar para trabajar en el servicio doméstico, en restaurantes y, sobre todo, en la prostitución», explica Patricia Garrido, responsable de proyectos de Manos Unidas en el sudeste asiático.

Es el caso de muchas minorías étnicas, en las que las niñas son obligadas a tener relaciones sexuales desde muy jóvenes y, debido a la política de hijo único que China ha tenido por décadas, existe un déficit de mujeres respecto a hombres que aumenta la presión de China sobre países fronterizos, lo que supone que cada vez más chicas sean vendidas a China para matrimonios forzados.

Familias chinas pagan entre diez mil y veinte mil dólares para traer al país mujeres extranjeras», afirma Patricia Garrido.

Francisco denuncia la economía que mata

«Hay trata porque tenemos una economía que mata» afirmó el papa Francisco en 2017. «Y la trata de personas sigue siendo una de las peores formas de esclavitud en 2020», apunta Patricia Garrido.

Calificada por el papa Francisco como la «esclavitud del siglo veintiuno», la trata de personas se define por la captación, traslado o recepción de personas con fines de explotación, recurriendo para ello a la amenaza u otras formas de coacción, al rapto, al abuso de poder o a una situación de vulnerabilidad. Esta explotación incluye la derivada de la prostitución y de otras formas de explotación sexual.

Múltiples factores favorecen que se produzcan situaciones de trata: por ejemplo, nacer en un hogar pobre y en una familia monoparental, pertenecer a una minoría étnica, a una familia desestructurada… «Vivir en países con alto porcentaje de población joven en situación de extrema pobreza y con elevados índices de desempleo, con alta tasa de abandono escolar, con graves carencias en servicios básicos como la sanidad o la seguridad, falta de acceso de las mujeres a educación básica y a recursos financieros… son otras situaciones que propician que mujeres y personas menores de edad sean consideradas mercancías, siendo explotadas incluso por sus propias familias», explica Patricia Garrido.

La pobreza es una de las principales causas de la trata y la cifra de personas que pasan hambre en el mundo no ha parado de subir desde 2015, año en el que también se dio un considerable repunte de casos contabilizados de trata, llegando a los casi 25.000 solo en ese año, y siendo una cifra que continúa en ascenso.

Según el último informe de la ONU, las estimaciones actuales indican que cerca de 690 millones de personas en el mundo padecen hambre y la pandemia del coronavirus podría sumar unos 130 millones de personas más a las que estarían en riesgo de padecer hambre severa a finales de 2020.

Alliance Anti Trafic advierte de que muchas mujeres que han perdido su empleo a causa del confinamiento, emigrarán o entrarán en la prostitución para poder sobrevivir.

Para combatir esta situación, Manos Unidas colabora con Alliance Anti Trafic en iniciativas y proyectos puestos en marcha en Laos, Myanmar y Tailandia, países donde se produce la mayor concentración de trata y tráfico de personas. Las víctimas son niñas que tienen relaciones sexuales desde muy jóvenes y pasan a ser propiedad de los hombres.

Frecuentemente, estas chicas desconocen los mecanismos de ayuda, y las nuevas formas de captación y explotación virtual basadas en el uso de las nuevas tecnologías y redes sociales complican la identificación de los delincuentes, lo cual dificulta el poder combatir estos crímenes. Igualmente, el desplazamiento de las víctimas a las zonas fronterizas, donde los mecanismos de protección institucionales escasean, tampoco facilita la lucha contra la trata.

La oenegé forma a exvíctimas de trata, para ser «agentes del cambio» en sus comunidades y que puedan ser testigos fiables en los tribunales, así como a voluntarios que conforman una amplia red de detección y notificación de casos de tráfico y explotación de personas.

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