Los amantes del arte y sus secretos estarán felices de poder ver una de las obras más geniales del artista italiano del renacimiento Vittore Carpaccio, «Joven caballero en un paisaje» (1500) por su proceso de restauración y en el esplendor de su restauración total que se llevó a cabo, y se exhibe en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.

La conservación y, por ende, la restauración, data desde los comienzos del arte. A veces, los propios artistas reparaban algunos resquebrajamientos de la tela o sequedad del óleo, o intervenían en una escultura o en un mural. Otros, menos famosos, solían reparar obras daňadas de artistas reconocidos, como forma de sustento o colaboración. 

Siempre hubo una mano cuidadosa y una mirada atenta ante el deterioro de las obras del patrimonio cultural de la humanidad. Los  monarcas y nobles contrataban a aquellos conocedores de técnicas plásticas y de historia del arte para mantener sus colecciones, que luego pasaron a los museos nacionales. 

Actualmente, la restauración es una especialidad, se estudia en las universidades y cuenta con el apoyo de la tecnología, la especialización y el profesionalismo, ya que es una carrera ampliamente reconocida. Todo museo que se precie tiene un equipo de restauradores que mantiene las obras  en las mejores condiciones para deleite de los amantes del arte.

Restaurar es llegar a penetrar en los secretos de la visión del artista, y una buena restauración es aquella que salva y rescata la originalidad de la obra, no aquellos que, como hubo casos, falsearon el original. Además, los restauradores de arte participan en la detección de piezas falsas o copiadas, que suelen circular subrepticiamente en el mercado del arte.

Esa mirada indiscreta nos ofrece el Museo Thyssen-Bornemisza, a través de la presentación en su sala once de la colección permanente, donde se llevaron a cabo los trabajos, en presencia del público, durante el 2020 y parte del 2021. El cuadro, ya totalmente restaurado, puede observarse en un video explicativo y una publicación monográfica.

El proceso requirió un estudio técnico, análisis de materiales, radiografías y reflectografías para estudiar la pintura en detalle, el proceso creativo del artista y su método de trabajo. Se ha estabilizado el soporte del cuadro, consolidando zonas frágiles de la capa pictórica; se eliminó el barniz envejecido que alteraba la luminosidad del cuadro y las combinaciones cromáticas. El tono del cuadro era más frio, los blancos son ahora más luminosos, las carnaciones rosadas y el cielo de un azul intenso. Tenemos ante nosotros una obra más fidedigna, más cercana a la concepción artística que pintó su autor.

Asimismo, se recuperó el marco de la época que protege la pintura. Este riguroso método de trabajo permite que las obras maestras de nuestro patrimonio artístico perduren en el tiempo en las mejores condiciones de conservación y sean apreciadas por las nuevas generaciones.

La labor estuvo sometida a análisis, a la observación reflectográfica infrarroja que permitió detectar los estratos subyacentes. A su vez, gracias a la radiografía, se apreció la pintura original, donde Carpaccio dibuja algunos trazos suaves que se modifican, como así unas montañas que derivan en la muralla, Incluso la cara del joven sufrió cambios, dándonos un rostro más amable, el de un guerrero juvenil e inocente.

Carpaccio: Joven caballero, antes y después de ser restaurado
Carpaccio: Joven caballero, antes y después de ser restaurado

¿Quién era este joven caballero? 

Son muchas las conjeturas: pertenecía a una familia patricia veneciana, cercano al tercer Duque de Urbino, o a Fernando II de Aragón o algún caballero de la Orden del Armiño. La última tesis publicada, con texto de Augusto Gentile, para el catálogo de la exposición celebrada en 2017 en el museo «Renacimiento en Venecia», nos dice que podría ser el capitán Marco Gabriel, destacado en la plaza fortificada de Modone, uno de los puertos de la Serenísima, donde fue capturado y ajusticiado. 

Esta versión explica la muralla que aparece en la pintura y la figura ecuestre en un corcel negro, símbolo de la muerte, imagen alegórica del alma del caballero protagonista del cuadro emprendiendo su camino hacia la reencarnación, junto a su fiel perro. El árbol es también un elemento simbólico que refleja la vida del joven: roble frondoso, roble otoñal y árbol truncado, donde está escrita la firma del autor y el año.

Fue gracias a otro trabajo de limpieza y restauración que se descubrieron los datos del autor y la fecha: Carpaccio, su realizador. La obra había sido atribuida a Durero hasta 1912. 

He aquí la importancia de la restauración que nos permite reconocer al verdadero artista, a través de los siglos y de los avatares que suelen vivir ciertas obras de arte. 

Avatares que la restauración nos desvela, introduciéndonos en los misterios de la creación y los insondables que pueblan el mundo del arte lleno de secretos  y revelaciones. 

Esta obra maestra, que cautivó al barón Thyssen-Bornemisza, fue comprada en 1935; con el mantenimiento actual que reafirma su estabilidad y su conservación puede enfrentar préstamos, ya que en noviembre del 2022 se exhibirá en la National Gallery de Washington, en la Yanomami Hutukara, gran retrospectiva del artista italiano en los Estados Unidos. 

En marzo del 2023, se presentará en Venecia. Así, el «Joven caballero en un paisaje» volverá a la tierra natal de Carpaccio, quien lo plasmó en esta tela simbólica donde la cigüeña y el halcón luchan en el cielo, por su sitial, representando la lucha entre el bien y el mal, la oscuridad y la pureza, trasfondo filosófico del cuadro de Carpaccio, y donde la juventud y  la muerte  se  funden en extraño devenir simbólico. 

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