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Luis Seoane, entre Galicia y Argentina, mis recuerdos

En medio de la apertura pandémica en Argentina, me llega la información de la «Ruta de pinturas murales de Buenos Aires», y aparece el nombre de Luis Seoane. Y un aluvión de imágenes se agolpa en mí, lo veo alto, morrudo, con sus anteojos y su hablar agallegado, junto a Marujita, su entrañable esposa, en su lindo departamento de Buenos Aires, donde iba a menudo con mi primo, el profesor y académico Billy Whitelow.

Fue de boca de Seoane que escuché hablar de Galicia como un lugar mágico, de Rosalia de Castro, del grabado y sus secretos. Yo era una niña, estrellita famosa del cine y a Seoane le encantaba el cine, entonces me adoptaron y no faltaba a las reuniones que organizaba en su casa.

Seoane había nacido en Buenos Aires, el 1 de junio de 1910. A los seis años su familia lo llevó a vivir a Galicia donde pasó su adolescencia y juventud. En La Coruña estudió leyes, se vinculó a las vanguardias europeas, comenzó su carrera artística exponiendo en 1929, en Galicia. Se casa con María Elvira Fernández, Marujita, mantiene actividades políticas, para terminar «exiliándose», en su país natal, Argentina, en 1936, dejando España durante la época franquista. 

Cuando lo conocí era un renombrado artista, considerado uno de los más importantes de su generación, muralista, grabador, intelectual y editor, había ilustrado libros y creado una editorial.

Seoane, como amante del cine, había visto mi película «La niña del gato» y por ese motivo, un día, me regaló un grabado: «Haciendo el personaje» y me comentó mi film. A mí me encantaba ir a su casa, ver su taller, sus cuadros, cerámicas, grabados y pinceles. Siempre aprendía o descubría algo.

Toqueteando sus pinturas, vi una madera perforada donde aparecía un dibujo, entonces, Luis me dijo que eso era un grabado, una xilografía, o sea, un grabado en madera y me mostró paso a paso, como se realizaba la técnica; yo quedé embelesada cuando vi que entintaba la madera que había perforado con la gubia, colocaba un papel, lo apretaba contra la madera y aparecía el dibujo impreso. Parecía magia. Fue tan maravilloso que aplaudí y todos se rieron. 

Cuadros de Luis Seoane

Seoane era querido y respetado en el mundo cultural argentino y muy vinculado al medio de los exiliados españoles del franquismo: Lorenzo Varela, Maruja Mallo y a pintores argentinos como Torrallardona, Carlos Alonso, Juan Grela, Ricardo Carpani, Leopoldo Presas, a quienes yo solía ver en exposiciones o actos. Seoane, como algunos de estos artistas, pertenecía a la llamada Generación Intermedia (1930-1940), artistas inclinados hacia la figuración, con influencia de Picasso, del cubismo y el expresionismo.  

Seoane hablaba con admiración de Picasso, recuerdo sus comentarios, también recuerdo, cuando nos mostraba sus cuadros, su preocupación temática, en los años cuarenta, enfocada en Galicia, con sus aldeanas y campesinos. A fines de los cincuenta, cuando yo lo conocí, sus temas tenían una visión más universalista, revelaba un estilo elaborado, con geometrizaciones, planos de color y una gran expresividad de la línea.

Seoane era además, un muralista destacado. Realizó veinticinco murales en la ciudad porteña, catorce en edificios particulares y once en lugares públicos, entre ellos, en la Galería Santa Fe y la Galería de las Victorias. A mí, el que más me gustaba era el gran mural «Nacimiento del Teatro Argentino», en el Teatro San Martín. Cuando se lo dije me comentó que había leído mucho sobre el teatro argentino, sus actores y directores, y yo le conté que conocía a algunas de esas actrices famosas que marcaron la historia del teatro nacional.

Para Seoane, el mural era un espacio importante desde el punto de vista social, conocía a los muralistas mexicanos y sabía de las nuevas técnicas, era una labor que le interesaba mucho. Dada la importancia de estos murales, la Xunta de Galicia y el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires han promovido la «Ruta de murales de Luis Seoane», por  diferentes barrios porteños. 

A veces, a nuestras tertulias, venía a cenar el escritor Manuel Mujica Láinez, Manucho, con quien Luis solía comentar libros y autores. Seoane era muy culto, muy bien informado y se interesaba por todo. Escuchar las anécdotas de los viajes de Manucho y los recuerdos de Galicia, de Luis fue un privilegio. 

Luis Seoane Raimundo Patiño 1971 La Voz de Galicia

La efervescencia cultural de Buenos Aires en esos años era muy grande y Seoane era una figura protagónica, vinculado al exilio español, a su amada Galicia y al ambiente plástico argentino.

Ese vínculo emocional con Galicia, nos lo contagiaba. Hay que reconocer, a su vez, que a comienzos del siglo veinte, la Argentina recibió cerca de 150.000 gallegos que residían la mayor parte en Buenos Aires y que influyeron en costumbres, gastronomía y mostraron su energía en empresas y negocios. Aparecieron cantidad de asociaciones gallegas, bancos, grupos musicales, restaurantes y algunos hijos de esos inmigrantes gallegos llegaron a altos cargos, como el presidente Raúl Alfonsín.

Seoane creó un lazo cultural y artístico entre sus «dos patrias» y en sus conversaciones, como en su obra, recuperó la cultura galaica. Galicia se iluminaba en casa de los Seoane. Una noche memorable nos leyó poemas de Rosalía de Castro y Maruja cantó las cantigas gallegas, algunas medievales. 

Cuando Seoane conoció a Isaac Díaz Pardo crearon el Laboratorio de Formas, para recuperar el nombre de las cerámicas Real Sargadelos, surgieron así diseños de jarras, platos y cerámicas notables. 

Ya en 1967, Luis se instala en Galicia, compartiendo estadías con Argentina, la última vez que lo vimos, fue en su casa, yo ya había entrado en la Universidad, algo que él celebró. Nos mostró, a Billy, con quien mantenía pláticas de arte muy apasionadas y a mí,  una colección de pequeños dibujos de personajes ginebrinos, que había hecho en Ginebra cuando presentó una exposición, ya que exponía en varias ciudades de Europa y deseaba quedarse más tiempo en Galicia.

Maruja cocinaba muy bien y ambos gustaban de recibir amigos en su casa, siempre eran encuentros felices y creativos. En aquella ocasión yo recité un poema de Pablo Neruda, a quien conocí en Chile… Luis estaba encantado. Fue una velada muy especial, sin saber que era una despedida, ya no lo vería más. Murió en Galicia en 1979. Maruja, incansable, logró concretar el sueño del pintor: la Fundación Luis Seoane, en La Coruña, que espero visitar en mi próximo viaje a España.

Su obra, su arte y su amor a Galicia y Argentina crearon un puente que atraviesa el mar y el tiempo. Gracias, querido Seoane!

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