Paula Maddox

La crisis sanitaria mundial del Covid-19 ha provocado que la mayoría de los países declaren el estado de alarma, o la cuarentena, entre sus ciudadanos.

A pesar de contar con comodidades, lujos y distracciones, esta reclusión derivará en una serie de consecuencias psicológicas para las sociedades, como la ansiedad o la depresión.

Por ello, varios estudios psicológicos han lanzado una serie de pautas para sobrellevar la cuarentena, como hacer ejercicio, comer saludable, mantener contacto con la familia y amigos y, sobre todo, no perder el sentido del humor. Pero, ¿alguna vez te has preguntado cómo sería estar en cuarentena toda la vida?

El proyectoCaptive‘ reflexiona con imágenes sobre el encierro permanente al que se enfrentan los animales de los acuarios y zoos.

Jaguar en un Zoo de Francia. Foto de Born Free Foundation

Cárceles de animales

En los últimos años, el papel de los zoológicos y acuarios como centros de conservación, educación y entretenimiento ha ido perdiendo fuerza.

Noticias como el confinamiento de orcas en Seaworld (en varias localidades de EE.UU.), el asesinato del gorila Harambe al caerse un niño en su celda en Cincinnati, Ohio (EE.UU.) o el encadenamiento de elefantes en Tailandia cada vez llegan más al público, que parece estar concienciándose de la realidad de estas cárceles para animales.

La mayoría de los recintos zoológicos son muy pequeños y las condiciones higiénicas de las celdas son lamentables. A los pájaros, por ejemplo, se les cortan las alas ya que no pueden volar dentro de los zoos. Los animales acuáticos a menudo carecen de agua suficiente y otros, como los elefantes o las jirafas, que viven naturalmente en grandes manadas o grupos familiares, están solos.

La caza natural y los rituales de apareamiento también son prácticamente eliminados, provocando así que las especies tengan pocas o nulas oportunidades de estimulación mental o de ejercicio físico.

Comportamientos autodestructivos

Las condiciones en las que se encuentran los animales en los zoológicos suelen dar lugar a comportamientos destructivos y anormales conocidos como ‘zoocósis’.

Hay automutilaciones y actos compulsivos: los animales se arrancan el pelo, se atacan entre ellos, dan vueltas sobre sí mismos o lanzan objetos contra los cristales. «Muchos han enloquecido. Están deprimidos, frustrados y perturbados», explica Javier Moreno, cofundador de la organización Igualdad Animal.

Según un informe de esta ONG, los ejemplares encerrados en los zoológicos sufren frío, calor y un grave maltrato, tanto físico como psicológico: «Hay zoos en los que depredadores y sus presas están en jaulas contiguas. Imagina lo que eso supone», apunta Moreno.

Y es que, hoy en día, con la gran cantidad de oportunidades educativas que hay en internet, la infinidad de canales televisivos que ofrecen documentales sobre animales, y la relativa facilidad para viajar a aquellos lugares donde los animales se encuentran en su hábitat natural, los zoológicos ya no tienen cabida en nuestra realidad. «La simple idea de mantener a los animales reducidos en jaulas es cruel y está obsoleta», sentencian desde la ONG.

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