Marta Cruz Andrés
La crisis de la COVID-19 ha puesto a prueba el sistema sanitario de varios países del mundo, y cerca de un tercio de la población mundial está confinada en sus casas como medida preventiva para evitar más contagios de este virus. Pero hay otras enfermedades que continúan circulando alrededor del mundo.
Así pues, la COVID-19 ha logrado una gran expansión en todo el mundo en pocos meses. Sin embargo, existen otras enfermedades que siguen afectando a millones de personas en mayor o menor medida y con secuelas diferentes. En abril del año pasado Andrea Ammon, directora del Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades, recordó que las enfermedades contagiosas «no respetan las fronteras nacionales». Así pues, muchas de estas enfermedades curables en los países más desarrollados, causan miles de muertes al año en algunas partes del mundo y suelen pasar desapercibidas.
El sarampión y su primo, el virus de la rubéola
El sarampión es una enfermedad vírica. Además, es muy contagiosa y se transmite con el contacto directo y el aire. Además, aunque al principio uno de los síntomas es fiebre alta pero puede desencadenar en otros síntomas como tos, ojos llorosos y rojos, y pequeñas manchas blancas en la cara y que éstas lleguen a las manos.
La mayoría de las muertes se deben a complicaciones del sarampión, que son más frecuentes en menores de cinco años y adultos de más de 30 años, según la Organización Mundial de la Salud. Por ello, los principales grupos de riesgo son los infantes menores de cinco años y las embarazadas.
Ya existe una vacuna segura y económica para el sarampión, pero en África y Asia aún causa miles de muertes debido a la falta de acceso a esa vacuna. De hecho, la Organización Mundial de la Salud estima que entre 2000 y 2017 hubo una reducción del ochenta por ciento de las muertes gracias a la inyección; concretamente salvó a unos 21.1 millones de la muerte por dicha enfermedad.
Pero no todo el mundo tiene acceso a la vacuna, el año pasado sólo en la República del Congo fallecieron 6000 personas por sarampión. Además, no existe un medicamento específico para el sarampión.
En este 2020, la República Centroafricana lucha contra un brote epidémico de sarampión surgido el pasado años. De los treinta y cinco distritos sanitarios que tiene el país, dieciocho tienen brotes de sarampión, de los cuales doce han sido declarados en 2020.
Así pues, actualmente en muchos países desarrollados en los planes de vacunas los niños suelen recibe una vacuna combinada de sarampión, la parotiditis y la rubéola. Esta última, es una infección viral contagiosa que afecta altamente a las embarazas e incluso puede provocar abortos naturales. De hecho, la inyección de la vacuna durante la época de gestación está contraindicada. Así pues, su tratamiento es sintomático. Las complicaciones son mayores en los adultos que en infantes. La tasa de mortalidad varía desde el uno por ciento hasta el cincuenta dependiendo del país afectado y su sistema sanitario.
La malaria
La malaria o paludismo es una enfermedad vírica que provoca fiebre y rigidez muscular, dolor de cabeza, mialgia, y náuseas así como anemia hemolítica, según el Manual Médico MSD. Se transmite principalmente por la picadura del mosquito hembra. Según el Manual MSD, alrededor de la mitad de la población mundial está en riesgo de contagiarse de malaria. Así pues, el paludismo es endémico de África, América Central, América del Sur, Oriente Medio, la región central de Asia, el sudeste asiático y la península coreana. Pero incluso en zonas no endémicas aún se registran casos de malaria, por ejemplo en Estados Unidos la media de nuevos casos por año es de 1.500 positivos.
Los datos más actualizados de la malaria ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud son de 2018, año en el cual se estimaban 228 millones de casos positivos en todo el mundo y de 405 000 defunciones en el mismo año.
En la actualidad sí hay vacuna para la malaria pero con eficacia parcial. Así pues, también existen medicamentos específicos para la malaria pero su aplicación depende directamente del tipo de cepa a tratar así como el cuadro sintomático del paciente.
El virus de la gripe o influenza
La gripe o influenza es un virus que causa enfermedad diseminada una vez al año, principalmente en los meses de otoño e invierno en zonas con climas templados (epidemia estacional). Hay cuatro grandes ramas de la gripe: A, B, C y D. Aunque las epidemias estacionales son causadas por los virus influenza A y B, y sus cepas particulares.
Por ello, la Organización Mundial de la Salud recuerda que las pandemias de gripe anuales son causadas por virus totalmente nuevos o que no han tenido recientemente una gran circulación en la población humana. Su consecuencia es la vulnerabilidad de las personas a ella. Aunque la gravedad global de las pandemias también depende de su tendencia a evolucionar en dos oleadas, y a veces tres. Por ejemplo, en la gran pandemia de gripe de 1918, a la cuales le llamó la gripe española, la segunda oleada, seis meses después de la primera, fue mucho más grave.
Por otro lado, la tasa de mortalidad es inferior al uno por ciento. De esta forma, la mayoría de los pacientes se recuperan completamente, aunque la recuperación puede tardar entre una y dos semanas. Hay vacuna, pero no protege contra todas las cepas de la gripe A y B. Además, su tratamiento consta principalmente de remedios sintomáticos y en algunos casos antivirales.
En España, en la estación de 2018 y 2019, según el Instituto de Salud Carlos III, se estima que hubo aproximadamente 6300 defunciones por gripe. Así pues, dentro de la gripe existen algunas clases como es la gripe aviar. Esa pertenece al grupo A y se contagia a los humanos a través de las aves de corral, pero también se puede transmitir entre humanos. Y rara vez afecta a aves salvajes. Los síntomas son similares a los de la gripe normal pero con un cuadro más severo y con una tasa de mortalidad algo superior, según el Manual MSD.
El ébola
Es un virus que produce hemorragias e insuficiencia multiorgánica, y tiene una elevada tasa de mortalidad. Por ahora se han detectado hasta cinco tipos de ébola: de Zaire, de Sudán, del Bosque Tai, de Bundibugyo y de Reston.
Su tratamiento es sintomático y se requiere aislamiento estricto y cuarentena para contener los brotes epidémicos según el Manual MSD.
En diciembre de 2013, un gran brote del ébola comenzó en la Guinea rural y siguió su expansión en las urbes del país, continuando así por los países de Liberia y Sierra Leona, aunque se reconoció en marzo de 2014. Se calcula que la tasa de mortalidad alcanzó el 59 por ciento. Continuó expandiéndose mayoritariamente y en casos contados algunos viajeros de los mencionados países llevaron el virus a Europa y América del norte.
Finalmente, Sierra Leona fue declarada libre de ébola en marzo de 2016, Guinea dos meses después, y Liberia, en junio de ese año. Así pues, no se han registrado casos positivos y nuevos en el Congo Desde el 17 de febrero de 2020 no se ha registrado ningún caso nuevo de enfermedad por el virus del ébola en la República Democrática del Congo. Hay varios ensayos clínicos para la vacuna en estos momentos, y en 2018 se comenzó la inyección sistemática entre la población de se país.
Oficialmente el brote epidémico comenzó en 2014, y en enero de 2016 la Organización Mundial de la Salud declaró su fin, aunque aún siguiese activa en varios países, hasta esa fecha murieron 11 300 personas y hubo más de 28 500 contagios. Aunque desde la misma OMS aseguran que los datos podrían ser bastante superiores.
El virus Zika
El virus Zika causa una infección viral. Por lo general, no provoca síntomas, pero algunos de los posibles son fiebre, erupción cutánea, dolor en las articulaciones, o infección de la membrana que cubre la parte blanca del ojo (conjuntivitis).
Este virus se transmite generalmente por mosquitos hembra. Pero también se puede contagiar por vía sexual, a través de transfusiones de sangre, o una mujer embarazada a su bebé antes o durante el parto. De hecho, el principal grupo de riesgo por el virus Zika son las mujeres embarazadas, pues puede causar microcefalia en el feto (un defecto congénito grave) y anormalidades en los ojos del bebé de por vida.
En cuanto a la prevención, ésta consiste en evitar las picaduras de mosquitos. De hecho, gran parte de los esfuerzos de los gobiernos es eliminar los posibles criaderos de mosquitos, como el agua estancada en los barrios de las ciudades. Además de no mantener relaciones sexuales sin protección con una pareja que tenga o pueda tener la infección. No existe vacuna ni tratamiento propio, sólo se pueden combatir los síntomas.
Sobre zika, se empezaron a registrar los primeros casos en 2013 en algunos países del Pacífico, pero fue en 2016 cuando comenzó su rápida propagación por América Latina. El mismo año, la OMS lo declaró como una emergencia sanitaria global. Así pues, aún hay gente infectada y recién nacidos afectados por microcefalia causada por el virus. Pero en el año 2016, se estimaba que los contagiados por el zika variaban entre 500 000 y un millón y medio de casos positivos en el continente americano. Pero el motivo de esta alta diferencia en la estimación se debía a que la gran mayoría de los casos eran asintomáticos.
El virus de viruela
Según el Manual Médico MSD, la viruela es una enfermedad vírica y muy contagiosa. La tasa de mortalidad es de hasta el treinta por ciento. La infección natural se erradicó en 1980, según la Organización mundial de la Salud, como resultado de un plan para la erradicación del virus que comenzó en 1966. Actualmente, la principal preocupación por brotes epidémicos se relaciona con el bioterrorismo. La enfermedad se manifiesta con síntomas generales graves y un exantema pustuloso característico. El tratamiento es sintomático. Aunque sí existe una vacuna para la viruela, y con gran efectividad, aproximadamente uno de cada diez mil inoculados sufrieron efectos secundarios por la vacuna.
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