Los museos y Angelika Kauffmann

Hace pocos días se celebró el Día de los Museos, en momentos en que estas instituciones han sufrido duramente las consecuencias de la pandemia. Sin embargo, durante la cuarentena y estando cerrados, los museos estuvieron muy activos vía online, ofrecieron visitas virtuales, actividades didácticas, diversos talleres y concursos que tuvieron éxito en las redes sociales.

Tal vez, la mejor manera de apoyar a un museo de arte es aproximándose a sus colecciones vía virtual y difundiendo la gran labor cultural que desarrollan. Destacar un artista y poder gozar su obra es también una manera de valorar el trabajo de museólogos, curadores, restauradores, investigadores e historiadores para conservar nuestro patrimonio artístico.

Por eso quise honrar a los museos de arte con la figura de una precursora, una artista mujer, del siglo dieciocho, y que no solo tuvo fama en su época, sino que su obra se encuentra en casi todos los grandes museos de arte del mundo. Me refiero a la artista suizo-austríaca Angelika Kauffmann.

Fue una niña precoz que nació en uno de los cantones más pobres de Suiza, Grisones, el 30 de octubre de 1741. En el seno del hogar, la madre le enseñó varios idiomas, como suele ocurrir en los hogares suizos: alemán, francés, italiano e inglés. También estudió música y cantaba con bella voz, además de ser una gran lectora. Su padre pintor y muralista la introdujo en el mundo del arte, la llevó a Austria como asistente y luego en Italia se convirtió en aventajada alumna. Comenzó a pintar cosechando la admiración de personalidades culturales como Winckelmann, a quien retrató, y lady Wentworth, esposa del embajador de Gran Bretaña, quien la introdujo al ambiente londinense, conquistando honores.

Su pintura seguía las normas del Neoclasicismo, ya impuesto en Europa, perfeccionándose en estudios de volumen y perspectiva. Su audacia la llevó a introducirse en el mundo plástico donde las mujeres tenían muy poca acción, llegar a ser miembro de la Academia Royal, imponer su estilo, donde no solo pintaba retratos,sino paisajes y pintura histórica, la cual defendía, además de temas mitológicos involucrando a mujeres conocidas y a ella misma en escenas alegóricas.

Angelika Kauffmann: Retrato de una mujer como vestal

Es el caso del óleo que se encuentra en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid: «Retrato de una mujer como vestal» (1774), donde algunos estudiosos piensan que es un autorretrato, sabiendo que se hizo muchos autorretratos, aunque bien pudo usarse como modelo.

Era una joven con fama y económicamente independiente, algo raro en esos tiempos, lo cual le daba prestigio y tal vez la motivara a ser innovadora en aspectos de arte o dejarse tentar por los atisbos del Romanticismo, como pude comprobar en el bellísimo óleo: «Ariadna abandonada por Teseo», en el Museo de Bellas Artes de Houston.

O en la obra expuesta en Vorarlberger Landsmuseum de Austria, «La muerte de Alcestis», de 1790, del período tardío, donde los rasgos románticos se hacen más evidentes.

La audacia de Angelika no se detiene, era inquieta artísticamente, pinta murales decorativos, técnica enseñada por su padre; y gracias a su ductilidad, varios de sus diseños se usaron en mobiliario, carteras, abanicos y porcelanas. En definitiva, fue una precursora del mercadeo a nivel de las artes decorativas y del diseño gráfico.

El retrato lo ejerció con gran dominio, pero no se limitó en su carrera, promovió el grabado como medio de venta y difusión de sus obras, y abrió el camino a futuras artistas mujeres. No en vano el poeta Johann Wolfgang von Goethe dijo que era una de las mujeres más cultas y sensibles que había conocido y una artista trabajadora y siempre en búsqueda de algo distinto en su arte.

Durante su estancia en Londres, se vinculó a personalidades de la época, incluso a la familia real, a través de sus retratos. Conquistó la amistad del gran pintor Joshua Reynolds, quien la llamaba «Miss Angel» y la apoyó para fundar la Royal Academy, exponiendo en los salones académicos. Un desafío, porque la presencia de mujeres en Academias era casi nula.

Reynolds a su vez la defiende ante el equivocado matrimonio de Angelika con un estafador que se hizo pasar por el conde de Horn, hecho que produjo un escándalo que pudo subsanar casándose más tarde con el pintor veneciano Antonio Zucchi y regresando a Roma.

En Roma, su casa fue centro de tertulias y encuentros de artistas, escritores y celebridades; su fama estaba ya consolida y sólo pintaba en especiales ocasiones. Murió en Roma en 1807 rodeada de la admiración de colegas y público. Su amigo, el escultor Canova, organizó un funeral digno de una reina del arte, una mujer avanzada que supo promover su talento y sus obras, impulsando a otras mujeres.

En la actualidad, los museos son centro de investigación y difusores de conocimientos dentro de nuestra sociedad. Los museos no están cerrados, están abiertos al estudio, a la conservación de la memoria histórica, al significado de los contenidos artísticos, científicos, históricos, son fuente de revisión y de nuevas propuestas, son referentes de filosofías y técnicas epocales, son puentes con el pretérito y reivindican el trabajo logrado en las distintas etapas de nuestras humanidad.

Los museos viven hoy más que nunca, y los museos de arte nos permiten conocer otras visiones y poner en relevancia artistas olvidados, como la exposición de la pintora Marie Louise Elisabeth Vigée Le Brun que organizó el Metropolitan de New York, en 2016, (reseñada en Periodistas en español) o las distintas exposiciones enfocando a la mujer artista en diversos aspectos ofrecidas por el Museo del Prado.

Los museos de arte, que pronto reabrirán sus puertas, nos dan la posibilidad de soñar, conocer artistas, como esta precursora que habita la salas de los grandes museos del mundo desde el Hermitage al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del British Museum a la Galería de los Uffizi, del Museo del Prado a la Alte Pinakjotek de Munich, uniendo el pasado con el presente por medio de su sensibilidad y su arte.

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