Autoridades del sistema de las Naciones Unidas condenaron enérgicamente la muerte de siete trabajadores voluntarios  de la organización de ayuda en alimentación World Central Kitchen (WCK), causada por un ataque aéreo israelí en la palestina Franja de Gaza, informa la IPS.

«Este no es un incidente aislado», dijo Jamie McGoldrick, coordinador humanitario de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados (TPO), pues «hasta el 20 de marzo al menos 196 trabajadores humanitarios habían sido asesinados en los TPO desde octubre de 2023», cuando se inició el actual conflicto.

McGoldrick destacó que esa cifra «es casi tres veces el número de muertos registrado en cualquier conflicto en un año», y repitió las llamadas desde la ONU «a todas las partes en el conflicto, incluido el gobierno de Israel, para que respeten el derecho internacional, que prohíbe atacar al personal humanitario».

WCK, fundada hace quince años por el chef español José Andrés para auxiliar con alimentos a poblaciones en situaciones de crisis, dio cuenta de la muerte en Deil al Balah, en el centro de Gaza, de siete de sus trabajadores en un ataque aéreo sobre tres de sus vehículos, identificados con su logotipo, el 1 de abril 2024.

Andrés se declaró «desconsolado», dijo que el gobierno israelí «debe poner fin a esta matanza indiscriminada», así como dejar de restringir la ayuda humanitaria, y cesar de «utilizar los alimentos como arma».

El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo que «estamos indignados por el asesinato de trabajadores humanitarios en Gaza. La seguridad es un requisito para la prestación de ayuda», y se preguntó «¿Cuántas vidas más se perderán hasta que haya un alto el fuego?»

El ejército israelí anunció una investigación, ofreció excusas por la muerte de los cooperantes, y el primer ministro Benjamín Netanyahu dijo que «es un incidente trágico, golpeamos involuntariamente a personas inocentes, esto sucede en la guerra. Haremos lo posible para que esto no vuelva a pasar».

Las hostilidades en curso se iniciaron el pasado 7 de octubre, después de que milicianos del movimiento islamista Hamás atacaron en el sur israelí, murieron 1200 personas y unas 250 fueron tomadas como rehenes, según Tel Aviv.

Israel desató entonces una ofensiva militar aérea y terrestre a gran escala que ha causado la muerte de unos 33.000 gazatíes, herido a más de 73.000 y forzado el desplazamiento de la mayor parte de los 2,3 millones de habitantes sobre todo hacia el sur de la Franja, de 365 kilómetros cuadrados.

La infraestructura y los servicios de agua, alimentación, electricidad, comercio, comunicaciones, combustible, transporte, salud y educación están casi totalmente inutilizados, y la población sobrevive con la ayuda humanitaria que de manera intermitente e insuficiente logra ingresar, principalmente en camiones desde Egipto.

El mes pasado aviones de varios países lanzaron paquetes de ayuda en paracaídas y algunas entidades despachan ayuda por mar, como desde Chipre hizo WCK, que en vista del ataque del 1 de abril ya ordenó a sus embarcaciones que den media vuelta y regresen a esa isla en el Mediterráneo oriental.

WCK dijo que a pesar de coordinar sus movimientos con el ejército israelí, su convoy fue alcanzado cuando salía del almacén de Deir al Balah, donde el equipo había descargado más de cien toneladas de ayuda alimentaria humanitaria llevada a Gaza por la ruta marítima.

«Esto no es sólo un ataque contra World Central Kitchen, es un ataque contra organizaciones humanitarias que aparecen en las situaciones más espantosas donde los alimentos se utilizan como arma de guerra. Esto es imperdonable», dijo Erin Gore, directora ejecutiva de WCK.

Los siete fallecidos son de Australia, Polonia, el Reino Unido, un ciudadano con doble ciudadanía de Estados Unidos y Canadá, y Palestina.

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