Los países en desarrollo seguramente recordarán la cumbre climática de Glasgow, la más importante desde 2015, como un fiasco que los dejó en el olvido, informa Emilio Godoy[1] (IPS) tras la clausura del evento este sábado 13 de noviembre 2021, un día después del plazo establecido.

El jefe negociador de Bolivia, Diego Pacheco, cuestionó el resultado de la cumbre: «No es justo que le pasen la responsabilidad a los países en desarrollo. Los países desarrollados no quieren reconocer su responsabilidad en la crisis. Sistemáticamente, han roto sus promesas de financiamiento y sus compromisos de reducción de emisiones», señaló a IPS minutos después de la clausura de esta 26 Conferencia de las Partes (COP26) sobre cambio climático en Glasgow.

Las 196 Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) ignoraron el grito de la calle, materializado en el reclamo masivo de indígenas, jóvenes, mujeres, científicos y movimientos sociales de todo el mundo por ver medidas de fondo para combatir la crisis climática, aunque la ansiada meta de contener el recalentamiento planetario en 1,5 grados Celsius sobrevive con respiración asistida.

El Pacto Climático de Glasgow emanado de la cumbre recoge finalmente la mención de la necesidad de «reducir gradualmente» el uso del carbón. Pero tuvo que entibiar la redacción y expulsar del texto la más contundente recomendación de «eliminar gradualmente», para superar el último escollo al dilatado cierre.

Además, la COP26 rompió aunque muy tibiamente con un tabú, tras arduas marchas y contramarchas en la sala de negociaciones y en los tres borradores del Pacto de Glasgow: hubo una mención a los fósiles como causantes de la emergencia climática. Y también sostuvo la necesidad de reducir las subvenciones «ineficientes» a estos combustibles.

Pero la cumbre, donde las decisiones son por obligado consenso, evitó cualquier firmeza al respecto, así como pasar de las recomendaciones a obligaciones, para la siguiente edición, que se celebrará en Egipto, y las que la sigan, mientras la crisis climática recoge sus frutos en forma de sequías, tormentas devastadoras, deshielo de las capas polares y el recalentamiento de los océanos.

En un plenario retrasado varios minutos, la declaración final sufrió un cambio de última hora, cuando India, uno de los villanos de la cita –junto a Arabia Saudita, Australia y Rusia–, pidió la mutación de la frase «abandono progresivo» del carbón por su salida «gradual», cambio cuestionado por países como México, Liechtenstein y Suiza.

Un dato paradójico del cierre de la COP26, señalada por organismos de la sociedad civil de ser excluyente, fue la postura de varios países de avalar el texto final, aunque difirieran de varios de sus puntos, incluidos los lavados de cara con la energía fósil.

«Podemos decir con credibilidad que hemos mantenido viva (la meta de) de 1,5 grados centígrados. Pero su pulso es débil y solo sobrevivirá si mantenemos nuestras promesas y trasladamos los compromisos a acciones rápidas», dijo durante la clausura el presidente de la conferencia, el inglés Alok Sharma, al borde del llanto tras lograr un pacto, aunque sea de mínimos, negociar tres borradores y las arduas discusiones sobre el tema de los fósiles, hasta el el mismo plenario final.

El Sur seguirá esperando

Perdidos entre los impactos de la emergencia climática y olvidados por los países industrializados, el Sur global no logró obtener algo vital para muchas de sus naciones: un plan claro y un fondo para pérdidas y daños, un tema que quedó diferido para la COP27 de Egipto.

Para Mohamed Adow, director de la no gubernamental Power Shift Africa, el pacto no es «suficientemente bueno. No se habla nada de solidaridad y justicia. Necesitamos un proceso claro para enfrentar las pérdidas y daños. Debe haber un vínculo entre la reducción de emisiones, el financiamiento y la adaptación», cuestionó.

La decisión final de China, Estados Unidos, India y la Unión Europea de voltear la espalda a la salida mundial de los fósiles y de denegar respaldo climático a las naciones más vulnerables dejó al mundo en desarrollo con la bandeja vacía.

«Hay cosas que no pueden esperar a la COP27 o a 2025. Para enfrentar pérdidas y daños, los países más vulnerables necesitan financiamiento para enfrentar los impactos en sus territorios», dijo a IPS Manuel Pulgar-Vidal, líder global de Clima y Energía del no gubernamental Fondo Mundial por la Naturaleza.

Las políticas climáticas fueron, al menos en la agenda, el foco de la COP26.

La cumbre se centró en las reglas de los mercados de carbono, el financiamiento climático por al menos cien mil millones de dólares anuales, las brechas entre las metas de reducción de emisiones y las disminuciones necesarias, las estrategias para neutralidad del carbono en 2050, planes de adaptación y el programa de trabajo sobre comunidades locales y pueblos indígenas.

Pero la meta de los cientos de miles de millones de dólares anuales ha quedado postergada, síntoma de que el financiamiento para mitigación y adaptación al fenómeno climático es un asunto urticante, especialmente para los países desarrollados.

Ofertas y promesas, pero no hechos

Un avance de la COP26 es la aprobación de las reglas del Acuerdo de París, firmado en la capital francesa en diciembre de 2015, en la COP21, y la base sobre la cual han girado las cumbres posteriores. De esa cuenta, en 2024 todos los países tendrán que reportar datos detallados sobre emisiones, que serán el fundamento de la línea base sobre las cuales se basará la evaluación de futuras disminuciones de gases efecto invernadero.

El acuerdo sobre el funcionamiento de los mercados de carbono crea un sistema de comercio entre países, pero no anula la posibilidad de que países y empresas se salten las normas.

Los países industrializados se comprometieron a duplicar para 2025 el financiamiento para adaptación con base en los montos de 2019. Además, la COP26 aprobó un nuevo programa de trabajo para incrementar los recortes de los gases de efecto invernadero (GEI), con reportes en 2022.

También solicitó a la CMNUCC la evaluación de los planes climáticos en ese año y su declaración final apunta a los países a cambiar el carbón y los hidrocarburos por energía renovable.

Entre una docena de declaraciones, y al margen del Pacto Climático, la cumbre produjo compromisos voluntarios contra la deforestación, las emisiones de metano, un gas más contaminante que el dióxido de carbono; la supresión de los vehículos a gasolina y diésel.

Además, al menos diez países acordaron poner fin a la entrega de nuevas licencias de exploración y explotación de hidrocarburos en sus territorios.

Asimismo, una treintena de naciones acordaron suspender en 2022 el financiamiento público para carbón, gas y petróleo.

Finalmente, más de cien actores, entre países, empresas, firmaron la eliminación de los autos de combustión interna en 2030, sin que los grandes productores automovilísticos como Alemania, España y Francia se hayan unido, y un centenar de naciones rubricaron un pacto para fomentar la agricultura sostenible.

Todas las promesas para 2030, que necesitan aún de planes concretos, implican un aumento de la temperatura de 2,8 grados para final de este siglo, según una medición de la plataforma independiente Monitoreo de Acción Climática.

Los planes climáticos de los 48 países menos adelantados (PNA) costarían más de 93.000 millones de dólares anuales, según puntualizó en Glasgow el no gubernamental Instituto Internacional para el Ambiente y el Desarrollo.

Además, los costos anuales de adaptación en los países en desarrollo totalizan unos 70.000 millones, que podrían oscilar entre 140.000 y 300.000 millones en 2030, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).

Pero los desembolsos más serios se relacionan con pérdidas y daños, que fluctuarían entre 290.000 millones y 580.000 millones en 2030, y por eso la enorme preocupación de esas naciones por obtener financiamiento primordial, acorde con un estudio de 2019. Y de ahí su decepción con los resultados de la conferencia desarrollada entre el 31 de octubre y este sábado 13 de noviembre.

Durante su exposición en el plenario de clausura, Seve Paeniu, enviado climático de Tuvalu, isla cuya propia existencia amenaza la subida del nivel del mar, mostró una foto de sus tres nietos y dijo que había estado pensando qué decirles al volver a su país.

«Glasgow ha hecho una promesa para garantizar su futuro. Será el mejor regalo navideño que podría llevarles», expresó. Pero al juzgar por el Pacto Climático, quizá Paeniu tenga que buscar otro obsequio.

  1. IPS preparó este artículo con el apoyo de Iniciativa Climática de México y European Climate Foundation.

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