Madrid es una capital que ha desarrollado una potente industria del regalo en el ámbito de la joyería, alberga dos veces año en Ifema la feria «Madrid Joya» para ayudar a los profesionales y comercios del sector a preparar las campañas de primavera verano y la de Navidad y Reyes, en alta joyería, piezas de líneas casual y de moda, relojería o platería.

Como en otros ámbitos del comercio, Internet ha permitido iniciativas para acercar miles de propuestas innovadoras en el diseño de colgantes, pendientes, pulseras, sortijas, colgantes y gargantillas, y cuando cuentan con el personal idóneo para asesorar al cliente, también son la mejor opción para vender joyas en Madrid.

Que Madrid, a pesar de ser una capital moderna, pueda aparecer actualmente como determinante en joyería nacional e internacional se debe a que en esta capital han llegado a converger siglos de aportaciones llegadas a las costas de la Península desde múltiples confines del mundo.

Tenemos que tener en cuenta que una joya o alhaja es un objeto ornamental usado desde los primeros humanos para adornar o embellecer el cuerpo como muestra de riqueza o para indicar pertenencia a un determinado colectivo social o religioso, y que la palabra joya proveniente del latín «jocale», que se traduce como juguete o chuchería, a la vez que alhaja proviene del andalusí «alḥáŷa» que se traduce como cosa valiosa, que a su vez deriva del árabe clásico «ḥāŷah», necesidad, o «ḥilyah», ornamento.

Generalmente una joya se fabrica con piedras y metales preciosos, en un proceso que requiere grandes dotes artesanales que otorgan a las piezas un valor que perdura en el tiempo y es aceptado en todos los rincones de los cinco continentes.

Posiblemente, una de las gemas más conocidas son los diamantes, de los que se tienen datos desde la antigüedad, pero no todos los diamantes responden a un mismo patrón y si queremos vender diamantes en Madrid debemos estar muy bien informados, porque se trata de un mundo muy complejo para quienes no tienen conocimiento profesional del sector.

El diamante puede considerarse como la principal de las llamadas cuatro gemas preciosas, que incluyen al rubí, el zafiro y la esmeralda, y durante siglos han sido objeto de explotación y tráfico legal y alegal que, novelado, se encuentra en múltiples libros de aventuras y en los guiones de películas y series de televisión.

Pero no todos los diamantes son iguales, y un experto pude diferenciar los de extracción natural de los que actualmente se fabrican en laboratorios con las mismas características físicas y químicas que los originales, y alcanzan también gran valor.

Con independencia de su origen, las personas valoran las gemas principalmente por su belleza y por la perfección en el tallado, hasta el punto de que cualquier daño superficial le hace perder valor, a pesar de que pueda mantener otras características de piedra preciosa como el color, presentar un fenómeno óptico inusual, alguna incrustación fósil o rareza o la forma peculiar del cristal.

Los expertos en piedras preciosas pueden asesorarnos también sobre las consideradas semipreciosas, como el ámbar o las amatistas, que pueden presentar una gran belleza y reunir todos los requisitos necesarios para un regalo adecuado.

Se hace una referencia en el inicio de este artículo a la aportaciones llegadas durante siglos a las costas españolas desde múltiples confines del mundo y que permiten a los actuales profesionales de la joyería en Madrid sintetizar esos conocimientos.

Quizá el principal viene de que la joyería era ya empleada para denotar poder o riqueza en la antigua Roma, que extendió por todos los territorios que incorporaba a su imperio las leyes suntuarias que indicaban qué se podían vestir en función del rango.

Pero los romanos fueron incorporando a su vez conocimiento y costumbres sociales que llegaron a través de efemérides anteriores de los griegos, los egipcios o culturas africanas, de donde provienen los primeros indicios datados hace 75.000 años de cuentas perforadas de concha de caracol marino.

Grecia a su vez había tomado gran parte de sus diseños de la Asia conquistada por Alejandro Magno, hay que tener en cuenta que India aporta el legado más antiguo de piezas de joyería conocida, con una historia de cinco mil años, y que pasaron después a los romanos.

Los cambios sociales que permitieron el surgimiento de una clase media que podía permitirse joyería impulsaron el uso de procedimientos industriales para el desarrollo de la bisutería, mientras que se instalaban orfebres para la clase alta que les aseguraba no solo el uso de metales y piedras preciosos, también un trabajo artístico y técnico superior.

Herederos de esos orfebres fueron los fundadores en el siglo diecinueve de Tiffany en Estados Unidos, de Cartier en Francia y de Bulgari en Italia; o las creaciones del artista ruso Peter Carl Fabergé para la corte de la Rusia Imperial.

La joyería Art Noveau supuso un cambio al valorar el diseño artístico de la pieza en sí misma por encima de las piedras preciosas que lo conformaban, pero la tragedia de la Primera Guerra Mundial cambió la mentalidad hacía un estilo más sobrio y de producción industrial de joyería de alta calidad que se denominó popularmente como art déco.

La península Ibérica

En España, en el Paleolítico se utilizaban conchas, los colmillos o dientes, como talismanes y adornos. Las piedras que había que buscar en lechos de ríos o debajo de la tierra adquirieron importancia y dieron paso a la minería para su extracción, como la mina de Gava en Cataluña con más de seis mil años de antigüedad.

El conocimiento de cómo trabajar los metales en la Edad del bronce dio paso a técnicas que definieron oficios de orfebre o joyero, el repujado, el granulado o la filigrana, que combinaban con la plata y el oro, y que se desarrollaron posteriormente con influencias de pueblos colonizadores como los fenicios y los griegos.

Los fenicios establecieron colonias en todo el Mediterráneo, incluida la actual isla de Ibiza, donde se encuentran muchas sepulturas con los ajuares de joyería de sus habitantes, entre los que aparecen soldaduras de oro y nuevas técnicas de filigrana o granulado, también elementos caseros como los candelabros de Lebrija, elaborados en oro macizo.

Con las expediciones al continente americano se incorporaron culturas precolombinas con técnicas muy avanzadas en la joyería del oro y la plata, y se incorpora la esmeralda como la más valorada de las piedras preciosas, configurando en el siglo dieciséis una España centro joyero mundial por la cantidad de oro, plata y piedras preciosas procedentes de las esas colonias americanas.

Pero son las técnicas modernas para el tallaje de piedras las que otorgan al diamante, a partir del siglo diecisiete, la calidad de piedra preciosa más valiosa y deseada por la belleza que solo se consigue con una talla brillante, y define para el futuro dos categorías: joyas y joyas con diamantes.

Con el aderezo se aprende a conjuntar el collar, los pendientes, la sortija y la pulsera,haciendo juego entre sí, y aparecen los relojes, las tabaqueras y diferentes tipos de sellos con piedras preciosas, a los que se une una orfebrería más elaborada con diseños de empuñaduras de bastones, marcos de cuadros y otros elementos de decoración.

La joyería actual

Los nuevos métodos de trabajo y las tecnologías de Internet permiten ahora que el comercio de la joyería pueda llegar a cualquier rincón y el acceso de personas de diferentes condiciones sociales.

A la alta joyería se une el simbolismo del mes de nacimiento, la medalla protectora para bebés, las arras, las alianzas, la sortija de pedida, que derivan de creencias y usos sociales desde la antigüedad, que se comercializan para el consumidor medio.

Con el nacimiento de las joyerías online se pueden adquirir joyas con ofertas que no se pueden encontrar en las tiendas físicas debido a los costes de uno y otro sistema, en un mundo en el que el uso de la joyería ha evolucionado desde la demostración de dinero o poder a una relaciones sociales más abiertas en las que mostramos felicidad por acontecimientos sociales o familiares.

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