La conocida frase «La realidad supera a la ficción» ha cobrado plena vigencia en los últimos días ante el conflicto desatado en el seno del Partido Popular, una guerra interna que ha hecho saltar por los aires la estabilidad de dicho partido, habiendo dimitido ya varios de sus dirigentes, al tiempo que hasta los más fieles guardianes del líder han dado la espalda al presidente Pablo Casado, obligándole a convocar un congreso extraordinario en los estertores de su agonía política. Esta viene a ser pues, de alguna manera, la crónica de un hundimiento anunciado.
Haciendo un poco de historia sobre lo sucedido en el rifirrafe popular, digamos que todos los medios de comunicación se han hecho eco de la situación, con dos protagonistas principales en escena: Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. El enfrentamiento soterrado venía de lejos, pero ha estallado como consecuencia de lo que unos llaman espionaje y otros búsqueda de información sobre las prebendas recibidas por el hermano de la presidenta en asuntos relacionados con la compra de mascarillas en un momento sumamente delicado. La realidad sin embargo, es que se parece más a un ajuste de cuentas pendientes…
Si nos atenemos a las palabras de algunos de los protagonistas, dan hasta escalofríos reproducirlas. Así, Pablo Casado declaraba respecto al tema en la radio: «La cuestión es si es entendible que el uno de abril, cuando morían setecientas personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros de beneficio por vender mascarillas».
Por su parte, el expresidente del gobierno, José María Aznar, declaraba al respecto: «La situación de Ucrania es mejor que la del PP, porque allí no hay armamento nuclear». Dan escalofríos leer estas palabras, al tiempo que ayudan a hacerse una idea de cómo debe estar el patio popular por dentro, entre bambalinas.
A su vez, la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, ha bramado con rictus contenido por el dolor que le habrán producido estas palabras, manifestando que nunca hubiera esperado esto de gente de su propio partido, su propia gente, pero a regañadientes ha terminado por reconocer que su hermano cobró 55.800 euros por su trabajo, de lo que al parecer ella no sabía nada. Una cifra que desde dentro del partido ya se había especulado que eran muchos más euros, concretamente 286.000. Mientras tanto, ella decía compungida que «El partido se está desangrando».
Será la Fiscalía, si la cosa llega a mayores, la que tenga la última palabra sobre la legalidad de un asunto tan turbio, pero el daño interno está hecho en un partido que se desangra en una lucha cainita que lo ha destrozado en apenas una semana, y que no saben cómo achicar aguas ante el hundimiento.
Teodoro García Egea, presidente del Partido Popular ya ha dimitido, cuya cabeza política ya había pedido hace días Esperanza Aguirre, un peso pesado en el partido. Mientras tanto, Cayetana Álvarez de Toledo pidió igualmente la dimisión de Casado. Los que hasta ahora iban de teloneros en esta tragicomedia popular, como eran los presidentes de algunas comunidades autónomas, como la andaluza, Castilla y León, Murcia, ya han dado la espalda al otrora amado líder.
Los fieles a Ayuso en Madrid, en cambio, entonaban hace días un coro de alabanzas y fidelidades hacia la presidenta, como era de esperar, manifestándose el domingo 20 en Madrid ante la sede del partido en la calle Génova pidiendo la dimisión de Casado, con pancartas de esta guisa: «Casado, dimite», «Ayuso 2023 Moncloa», «España con Ayuso»…
Ahondando en el tema, el lunes 21 nos despertábamos con los siguientes titulares en algunos periódicos: El País: «Casado resiste, pese al aumento de presión de barones del PP». ABC: «Casado, una dimisión obligada». El Mundo: «Casado hunde al PP y dispara a Vox al borde del `sorpaso´». La Razón: «Casado descarta un congreso y presentará una nueva hoja de ruta».
El que ya dijo alto y claro lo que pensaba desde el primer momento fue el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, pidiendo a los contendientes que resolvieran el tema cuanto antes, con estas palabras: «Yo espero que no necesitemos llegar a un congreso para solucionar un problema». Sabedores de la influencia del gallego en el partido, Casado y Ayuso se reunirían ipso facto al día siguiente.
Ese mismo lunes se reunía la Junta Directiva para analizar la situación en la que los barones, que a estas alturas le han abandonado, le pidieron al presidente que convocara un congreso extraordinario, mientras que él, pretendiendo ganar tiempo, quería que fuera ordinario. Finalmente, y ante la debacle y presión de los barones, ha decidido convocar un congreso extraordinario, y será el próximo martes cuando se fije la fecha para celebrarlo.
Mientras tanto Núñez Feijóo parece ser que ya no está dubitativo en mitad de la escalera, como buen gallego, sino que empieza a postularse como posible aspirante a ocupar el puesto del hasta ahora presidente.
Todo esto ha sucedido en apenas una semana, por lo que estas líneas a vuelapluma vienen a mostrar, como digo, la crónica de un hundimiento anunciado: el del hasta estos momentos líder del Partido Popular, Pablo Casado, defenestrado por sus propios compañeros de viaje, temerosos de que este hundimiento acabe arrastrando a todo el partido hacia consecuencias mayores.