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Greenpeace denuncia el desastre socioambiental del Black Friday en tiendas H&M, Primark, Mango y Lefties de Madrid

La Gran Vía de Madrid es un ejemplo de cómo las ciudades están siendo transformadas en centros comerciales que asfixian a las pequeñas tiendas

26/11/2021. Gran Vía, Madrid, España.nnCoincidiendo con la celebración del Black Friday, activistas de Greenpeace han llevado a cabo la clausura simbólica de establecimientos de moda rápida en la Gran Vía de Madrid bajo el lema “Sin stock. Planeta agotado” para denunciar que el consumismo que se promueve en este tipo de fechas está esquilmando los recursos del planeta y agravando el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. ©Greenpeace / Pablo Blázquez
26/11/2021. Gran Vía, Madrid, España.nnCoincidiendo con la celebración del Black Friday, activistas de Greenpeace han llevado a cabo la clausura simbólica de establecimientos de moda rápida en la Gran Vía de Madrid bajo el lema “Sin stock. Planeta agotado” para denunciar que el consumismo que se promueve en este tipo de fechas está esquilmando los recursos del planeta y agravando el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. ©Greenpeace / Pablo Blázquez

Coincidiendo con la celebración del Black Friday, activistas de Greenpeace han llevado a cabo la clausura simbólica de establecimientos de moda rápida en la Gran Vía de Madrid bajo el lema «Sin stock. Planeta agotado», para denunciar que el consumismo que se promueve en este tipo de fechas está esquilmando los recursos del planeta y agravando el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

La organización ecologista ha cubierto de pintura negra (ecológica y lavable) los escaparates de H&M, Primark, Mango y Lefties y denunciado así que «Black Friday destruye el planeta» por la alta demanda de materias primas, energía y de agua potable que genera, especialmente en industrias cuyo modelo de negocio se basa en productos desechables (o de poca duración).

Greenpeace recuerda que las consecuencias de este modelo consumista son: destrucción de hábitats, como bosques y océanos; elevada cantidad de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, producidos por los combustibles fósiles y del transporte de todos estos productos.

A lo que se añade la descontrolada generación de residuos, principalmente por dos aspectos: los desechos de materiales de un solo uso procedentes del embalaje como plásticos o cartones; y las materias primas no utilizadas o los productos ya hechos que no se han vendido o se desechan tras un corto uso, que terminan en vertederos o en incineradoras y contaminan el aire, el agua y el suelo.

«Los datos hablan por sí solos y dejan claro que la moda es la punta del iceberg del modelo consumista, que tiene su auge en Black Friday. El ritmo de consumo actual es insostenible y está destruyendo hábitats, generando emisiones de gases de efecto invernadero y basura que contamina agua, aire y suelos. Los gobiernos y las ciudades deben establecer normativas que regulen la producción, limiten la obsolescencia programada, prohíban la publicidad de las marcas contaminantes y fomenten una verdadera economía circular que no se base sólo en el reciclaje. Es necesario un cambio en el sistema para salvar el planeta», ha declarado Celia Ojeda, responsable de la campaña de Consumo de Greenpeace.

Este cambio debe reflejarse en primar la reutilización, la reparación y el rellenado como parte de la solución. Este esfuerzo se debe hacer también en el comercio electrónico que hoy en día ya es la forma de consumo más popular, cuadriplicándose en España desde la pandemia por la covid 19 y pasando de un 24 por ciento a un 109 por ciento.

La moda rápida, un peligro para el planeta

Desde el año 2000 se ha duplicado la producción de ropa mientras que su uso ha disminuido un 36 por ciento. Se estima que más de la mitad de la moda rápida (denominada fast fashion en inglés) que se produce, se tira en menos de un año, acabando el 73 por ciento incinerada o en vertederos.

Según datos de la ONU, solo para producir unos vaqueros se necesitan 7500 litros de agua, el equivalente al agua que una persona bebe durante siete años. El consumo de agua de la moda rápida es de casi ocho millones de metros cúbicos anuales y es responsable del 20 por ciento de la contaminación industrial de agua.

El uso cada vez más extendido de fibras sintéticas hace que la ropa libere más de medio millón de toneladas de microfibras en el océano cada año, lo que equivale a más de 50.000 millones de botellas de plástico. Además, la industria de la moda es responsable del 10 por ciento de las emisiones mundiales.

Aunque algunas grandes marcas de fast fashion han hecho progresos en la eliminación de productos químicos peligrosos en su producción y en su ropa, no hay ningún tipo de avance en la desaceleración del flujo de ropa nueva, anclándose la mayoría de ellas en falsas soluciones como el reciclaje o alternativas que representan un mínimo porcentaje del total de producción de su ropa.

La responsabilidad sobre la cadena de suministro de las industrias no debería ser un acuerdo voluntario, sino la piedra angular de las regulaciones de la Unión Europea (UE) que se están discutiendo en la actualidad y que tienen como objetivo llevar los impactos de la industria de la moda rápida dentro de los límites ambientales, para evitar los efectos catastróficos.

Por ello, Greenpeace reclama una regulación vinculante para que las marcas de moda rápida no continúen manipulando los límites de su destructivo modelo de negocio aumentando cada vez más los volúmenes de ropa que se fabrican.

«En lugar de tomar medidas valientes y transparentes para cambiar el sistema de la moda rápida, la mayoría de las veces, estas marcas están ofreciendo falsas soluciones y realizando greenwashing basado en ropa reciclada o reciclable. Esto solo crea la ilusión de que ‘se está haciendo algo’ y fomenta el consumo masivo sin culpa», ha añadido Ojeda.

Otros datos consumismo:

  • El uso actual de los recursos naturales es de media mundial 1,7 veces más rápido de lo que los ecosistemas pueden regenerar. Este promedio global está muy descompensado, si el mundo entero consumiese como EE UU, serían necesarios hasta cinco planetas; en Australia, 4,1; Corea del Sur: 3,5; Rusia 3,3. España consume al año 2,5 planetas, manteniéndose en la media de la Unión Europea.
  • Desde 2015, las ventas del Black Friday han aumentado un 10-20 por ciento cada año. A este incremento hay que añadirle un cambio de patrón en el consumo a partir de 2019 donde se incrementó la compra on line.
  • En 2019, el 33 por ciento de los consumidores españoles afirmó que haría compras para aprovechar el Black Friday. En 2020 esa cifra subió hasta el 40 por ciento.
  • Los artículos más vendidos durante este evento son: moda (53 por ciento de las personas encuestadas), calzado y complementos (39 por ciento), electrodomésticos, aparatos electrónicos y teléfonos móviles (35 por ciento).
  • En 2019, solo la producción, el embalaje y el transporte de todos los productos que se compraron en Madrid durante el Black Friday fueron responsables del 1,7 por ciento de las emisiones anuales de la ciudad: el 81,11 por ciento de las mismas debido a la producción y comercialización de los productos. Esas emisiones serían equivalentes al carbono almacenado en 211 hectáreas de bosque templado, o como si cada habitante del planeta hubiese deforestado 4 m2 de bosque templado.
  • Residuos electrónicos. Solo en 2019 se generaron 53,6 millones de toneladas de residuos electrónicos a nivel global y solo el 17,4 por ciento de estos se recogieron y reciclaron . En España, se generaron, solo en 2019, 888 millones de kilos (kilotones) de residuos electrónicos, 19 kilos por persona.
  • Obsolescencia programada. Según la European Environmental Bureau (EEB), la obsolescencia programada y el consumismo electrónico nos cuesta 48 millones de toneladas de CO2 al año. Si la vida útil de nuestros aparatos electrónicos se extendiese solo un año más, podríamos ahorrar cerca de 4 millones de toneladas de CO2 al año hasta 2030, equivalente a eliminar dos millones de coches de las carreteras europeas cada año.

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