Las esculturas de Alberto Giacometti se prestan a dialogar con las obras de otros artistas, clásicos y contemporáneos, en una interlocución que abre territorios a nuevas interpretaciones tanto de sus obras como de aquellas con las que interactúan.

Sucedió con las exposiciones de sus esculturas con pinturas de Matisse, con fotografías de Mapplethorpe o la reciente del Museo del Prado en la que las esculturas del artista suizo compartían espacios con Velázquez, el Greco, Tiziano y con las obras que jalonan el recorrido de la galería central de la pinacoteca.

Ahora llega a Madrid una exposición donde las esculturas del siglo veinte de Giacometti mantienen un fluido diálogo con las del diecinueve de Auguste Rodin.

La idea parte de «El hombre que camina», la más conocida escultura de Giacometti, cuyo título había sido ya utilizado por Auguste Rodin para una de sus obras, que Giacometti estudió para trabajar sobre este mismo motivo. Ambas esculturas cierran esta exposición conjunta que revela paralelismos significativos entre las obras de ambos artistas.

Durante el recorrido por la exposición el visitante tiene la oportunidad de contrastar las expresiones de angustia, dolor, miedo o ira de las esculturas de Rodin con esas figuras alargadas y frágiles de Giacometti que reflejan la complejidad de la existencia humana.

Giacometti fue un admirador rendido de las esculturas de Rodin desde que las conoció siendo muy joven, aunque la evolución de su propia escultura le hizo experimentar nuevos caminos entre el cubismo y el surrealismo.

Pero en todas las manifestaciones de Giacometti la figura humana es un tema central y el reencuentro con Rodin no se hizo esperar. Sobre todo porque el francés había conseguido mostrar en sus esculturas muchos de los elementos que Giacometti buscaba incesantemente, relacionados con las pasiones y con los sentimientos.

Como Rodin, Giacometti también valoró la importancia del pedestal como soporte de la obra escultórica, que permite establecer una mayor o menor distancia con el espectador. También el coincidente interés por la antigüedad clásica, que ambos interpretaron con total libertad. Rodin descubrió la escultura de Miguel Ángel durante un viaje por Florencia y Roma, y Giacometti, quien copiaba a Durero, Rembrandt y Van Eyck de unas ilustraciones de libros de su padre, descubrió en Venecia a Tintoretto y Giotto.

Y otra coincidencia: el maestro del taller de París en el que Giacometti se inició como aprendiz de escultor estaba dirigido por Antoine Bourdelle, quien había sido discípulo y ayudante de Rodin.

Cuando en 1939, cuarenta años después de haber sido terminado por Rodin y a los veintidós de su muerte, se inauguró en París el monumento a Balzac, Giacometti acudió a este acto como reconocimiento a un artista de cuyo legado había bebido incesantemente.

Fotografía de Giacometti en el grupo escultórico de Rodin «Los burgueses de Calais»
Fotografía de Giacometti en el grupo escultórico de Rodin «Los burgueses de Calais»

Las fotografías que Giacometti se hizo con las obras de Rodin «La edad de bronce» y el «Monumento a los burgueses de Calais» prueban una vez más su pasión por la obra del francés.

La exposición

Esta exposición, en la Sala Recoletos de la Fundación Mapfre, se abre con el grupo monumental de Rodin «Los burgueses de Calais», que el ayuntamiento de esta localidad le encargó en 1885 para conmemorar la gesta de unos ciudadanos que en 1347, durante la Guerra de los cien años, se ofrecieron como rehenes a Eduardo tercero de Inglaterra, cuyo ejército asediaba la ciudad. Rodin esculpió de forma independiente cada una de las seis figuras que forman el monumento, que después ensambló. Giacometti se interesó por los grupos escultóricos después de conocer esta obra de Rodin, y compuso «Cuatro mujeres sobre pedestal», «El claro» y «La plaza», ésta última para la explanada del Chase Manhattan Bank de Nueva York.

Los materiales rotos durante el esculpido eran aprovechados por Rodin para incorporarlos a la obra final, un procedimiento que también adaptó Giacometti, quien utilizaba fragmentos de obras que guardaba en el taller para incorporarlos a las esculturas.

Otra característica común a la obra de ambos artistas es la deformación. Rodin, en la búsqueda de una mayor expresividad de sus figuras, introduce un énfasis que a veces alcanza la caricatura, como en «Cabeza de la Musa trágica» y «El grito». En este sentido Giacometti deformaba también sus figuras haciéndolas más estilizadas para conseguir efectos similares.

Otra de las coincidencias entre las obras de Rodin y Giacometti es su fascinación por las repeticiones, a través de las que van modificando la obra hasta que consiguen la perfección (o en su caso la imperfección) buscada.

En la exposición hay un espacio dedicado a la fotografía, que ambos artistas utilizaron para ayudarse en su trabajo. Se pueden ver aquí las de los artistas trabajando, con sus modelos, en el desorden de sus respectivos talleres. Charles Aubry retrató a Rodin en su estudio y el artista contrató a fotógrafos de la época como Eugène Druet y Jacques-Ernest Bulloz para que tomasen imágenes de sus obras con la intención de que fuesen divulgadas por los periódicos de la época. De Giacometti y de sus obras hicieron excelentes fotografías Ernst Scheidegger, Alexander Libermann y Brassaï.

Rodin, dibujo de mujer

Rodin en diálogo consigo mismo

Coincide la exposición de Giacometti y Rodin con otra de 91 dibujos, recortes y pequeñas esculturas de este último en la sala de la Fundación Canal. Muchos de los recortes que se pueden ver en esta exposición están hechos de los dibujos previamente hechos por Rodín en papel y cartulina. Con ellos el artista experimentaba los movimientos en el espacio de sus futuras esculturas, aunque a veces lo hacía exclusivamente como actividad lúdica.

En vida, Rodin únicamente llegó a exponer uno de estos recortes, aunque manifestaba sentir debilidad por estas obras. Por lo tanto puede decirse que es esta una oportunidad única para conocer una faceta prácticamente ignorada del artista.

Todos son dibujos a lápiz pintados con acuarela sobre un papel o una cartulina. La práctica totalidad se dedica a la figura humana en poses diversas, a veces acrobáticas y otras arqueadas en posturas imposibles.

A lo largo de esta exposición el visitante va contemplando figuras sentadas, figuras recortadas, aisladas o en pareja, figuras volantes y flotantes, suspendidas en pleno vuelo o flotando en el agua, liberadas de la gravedad, algunas en extrañas poses, que se desmarcan de las tradicionales y académicas.

  • TÍTULO. Rodin-Giacometti
  • LUGAR. Fundación Mapfre. Sala Recoletos
  • FECHA. Hasta el 10 de Mayo
  • TÍTULO. Rodin. Dibujos y recortes
  • LUGAR. Fundación Canal. Sala Mateo Inurria, 2
  • FECHA. Hasta el 3 de Mayo

Aunque ambas exposiciones están cerradas temporalmente, se pueden ver imágenes y videos en las páginas web de ambas fundaciones.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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