España no se merece ir de culo

Un escribano en la Corte

En el año 1977, el semanario satírico El Jueves nacía con una portada que en aquellos momentos podía resultar cargada de tono: ESPAÑA VA DE CULO, titulaba ante las elecciones que se aproximaban. Han pasado 43 años y aquella portada cobra hoy plena vigencia, podría ser publicada mañana mismo con total actualidad. Porque, nos guste o no, y a muchos no nos gusta, en estos momentos España va de culo por motivos varios, teniendo el ámbito político como telón de fondo, al tiempo que caldo de cultivo.

Y ello porque algunos políticos han convertido el Congreso de los Diputados en un a modo de circo, en una especie de ring dialéctico en el que el más bravucón puede decir la mayor sandez, mientras el pueblo llano asiste atónito a un espectáculo rayano a veces en el insulto, que ofende la dignidad humana. En un acertado chiste del El Roto, un payaso triste se dirigía al público el día 16 de octubre con el siguiente mensaje: «El circo se muere, imposible de competir con el espectáculo político».

En este a modo de circo o taberna de puerto algunas de sus señorías a veces parecieran bramar, a tenor de sus intervenciones. Pero, desgraciadamente, con estos bueyes tenemos que arar, que diría el clásico. No son todos, afortunadamente, pero algunos vociferan cual verduleros de abastos, insultan en busca del rédito político a corto o medio plazo porque tienen el guión escrito desde hace meses y se limitan a actuar, a interpretar el papel encomendado en la trastienda ya que, según sus previsiones, el espectáculo debe continuar…

Todo ello en un momento muy difícil en nuestro país, dentro de una pandemia que ha hecho doblar el espinazo a España. Con una COVID-19 que se ha llevado por delante miles de vidas de españoles, además de los cientos de miles de personas contagiadas, hospitalizadas, sufriendo, entre ellos los sanitarios, que se están jugando la vida por salvar las nuestras. Cuando redacto estas líneas vamos ya por los más de treinta mil fallecidos en nuestro país, acercándonos al millón de contagiados.

Entre otras varias acepciones que tiene la palabra política, una de ellas dice que «es el proceso de tomar decisiones que se aplican a todos los miembros de una comunidad humana». Y para ello elegimos a nuestros gobernantes democráticamente, para que gobiernen mediante los cánones establecidos. De paso les pagamos el sueldo, que no es manco, además de otras prebendas.

Siendo así, resulta que a estas alturas de 2020 nos regimos por unos Presupuestos del Estado de un antiguo ministro, Montoro, que datan de 2018, con todo lo que ello conlleva en el aspecto económico, que viene a ser, de alguna manera, el motor que hace funcionar a un país. Junto a ello, tenemos pendiente la renovación de varios miembros del Consejo General del Poder Judicial desde hace veinte meses por la total obstrucción del principal partido de la oposición, el Partido Popular, que mira a la galería pensando en recoger a corto o medio plazo la mies que ahora siembra. A su lado, un partido de ultraderecha, Vox, con mensajes apocalípticos por doquier, teniendo a su vez ambos como compañero de viaje a un tercer partido, Ciudadanos, que con su actitud no hace más que reafirmar lo que significó en su día la foto de Colón, en Madrid, que unió al trío fraternalmente.

Ante esta situación, resulta a todas luces exigible que se llegue a acuerdos en el Parlamento, y cuanto antes mejor, porque lo que está en juego es el ser o no ser de este país, en el que mientras unos se llenan la pechera de banderas rojigualdas otros tienen que acudir al auxilio de Cáritas para intentar comer caliente.

«Diálogo, no griterío. Discrepancias, no insultos», fue un eslogan del diario madrileño «Ya» hace muchos años, un gran periódico que pertenecía a la Iglesia Católica. Dialoguen, señores políticos, unos y otros, de todo el arco parlamentario. Discrepen si es necesario, pero busquen el consenso, porque haberlo haylo. Más difícil parecía tal cosa en 1978 y fue posible, de lo que algunos somos testigos. España lo necesita porque nos va en ello cosas tan necesarias como la salud, la vida, la economía, un mañana mejor.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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