Cual si de un virus furibundo se tratara, de un tiempo a esta parte recorre nuestra piel de toro una palabra que viene cargada de contenido y que ha hecho desaparecer a «polarización» la reconocida por la RAE como palabra del año.

En esta ocasión se llama «amnistía», y al menos en esta Villa y Corte de Madrid la tenemos como aperitivo y postre servida en prensa, radio y televisión en desayunos, comidas y cenas, y a veces incluso a la hora del té, que por estos pagos llamamos carajillo.

Amnistía, amnistía, amnistía. La cosa radica en que el Gobierno pretende amnistiar con medidas de gracia a los más implicados posibles en la intentona golpista que hubo en el año 2019, cosa razonable tanto para dicho Gobierno, con el presidente Pedro Sánchez a la cabeza, como para la izquierda en general.

Por el contrario, la derecha clásica representada por el Partido Popular, con su jefe de filas Alberto Núñez Feijóo a la cabeza, más sus compañeros de viaje de gobiernos autonómicos y municipios, un partido llamado Vox comandado por Santiago Abascal, paladín al parecer de las esencias patrias, han puesto el grito en el cielo, mostrándose en contra tanto en el Parlamento como en la calle, convirtiendo la madrileña calle Ferraz en su lugar de encuentros y en su cenáculo exponencial de insultos y faltas de respeto a la convivencia.

Y si faltaba poco ante semejante panorama, éramos pocos y parió la abuela, que decíamos los que venimos de antaño. Porque ahora resulta que tras todo el «pifostio» montado durante meses, hete aquí que los que más anhelan la dichosa amnistía, los independentistas catalanes arropados en Junts y pastoreados por la «luz» de Waterloo, Carles Puigdemont, van el día 30 de enero y votan en el Parlamento, y curiosamente junto al PP y Vox, en contra de validar dicha ley, presentada por el gobierno de coalición de PSOE y Sumar.

Después de lo sucedido se ha armado la de Dios es Cristo, y habrá que esperar a ver en qué acaba todo, porque sería de desear un poco de serenidad en esta España encanallada en que nos encontramos, lingüísticamente hablando.

Ante este panorama el que suscribe es pesimista, sinceramente, porque según el hombre que está llamado a ser el próximo presidente del gobierno, si lo deciden las urnas, el señor Feijóo, hace unos meses dijo que «España se rompía», pero después de la votación habida sobre la amnistía, y según certificó dicho «galeno», «El Gobierno está con respiración asistida»…

Después de esto el diluvio o, como diría en su día un ministro de un gobierno del Partido Popular, Cristóbal Montoro, «Dejad que se hunda España, que ya la salvaremos nosotros».

Pero, esperanzas aparte, y ante la posible venida del salvador de la patria se refiere, también digo al comienzo de estas líneas que además de amnistía, en España tenemos el devenir diario, el pan nuestro de cada día, el que afecta a nuestro bolsillo, a nuestras carreteras, a nuestra sanidad, trabajo, pensiones, estudios, a nuestras agricultura, la banca, el ahorro, e incluso a nuestros tomates. Asuntos de los que al parecer no habla nadie, pero que existen, que están ahí, a pie de calle, con los que nos encontramos a diario.

Sin ir más lejos, a casi doce millones de jubilados nos han subido las pensiones un 3,8 por ciento desde el día uno de enero con carácter general, y un 6,9 por ciento a las no contributivas, garantizando de esta manera el poder adquisitivo.

En cuanto al Salario Mínimo Interprofesional se refiere, ha subido con carácter retroactivo hasta los 1135 euros. Hablando de números, la economía española crece al 2,5 por ciento pese al frenazo de la eurozona, pero como dato negativo, que también los hay, la inflación repunta tres décimas en enero, y el paro ha subido también en enero.

Por lo que respecta a los sueldos de los empleados públicos, más de tres millones de trabajadores subirán otro 0,5 por ciento a partir del primero de enero, en razón del crecimiento del PIB del pasado año 2023, un 7,2 por ciento, que se publicaba el 30 de enero pasado. Y ello, en razón del acuerdo retributivo con dicho colectivo.

Aunque para hablar de números, los que arrojan los beneficios de la banca española en el año 2023. A estas alturas podemos decir con datos en la mano que la gran banca ganó durante el pasado ejercicio de 2023 más que nunca en su historia, la friolera de 26.088 millones de euros. Y como muestra, estos son algunos datos en beneficios del último año: Santander, 11.000 millones; Caixa Bank, 3129 millones; Sabadell; 1320 millones; BBVA, 8019 millones; Bankinter, 6545 millones.

Después de estos datos, han resultado curiosas las palabras de la presidenta del Banco de Santander, Ana Botín, quien al parecer no está contenta con la situación: «Ningún país del mundo tiene previsto un impuesto sobre beneficios extraordinarios más allá de 2024. Un impuesto a la banca no ayuda a la economía».

Por mi parte, estoy dispuesto a ayudar con el aumento de mi pensión a la economía de la señora Botín invitándola a tomar un café en la calle Hortaleza, de Madrid, y si quiere después nos pasamos por la iglesia de San Antón para que vea a la gente que pide, pasa sus horas allí, y después hablamos de impuestos a la banca…

Estos días se han reunido en Bruselas, con el comisario de Justicia europeo Didier Reynders, el ministro Félix Bolaños y el diputado del PP Esteban González Pons, para intentar negociar la estancada renovación del Consejo General del Poder Judicial, bloqueada por el PP desde hace más de cinco años. Y ello, porque la mayoría conservadora de sus miembros sirve a la derecha como ariete contra el gobierno.

Y a nivel internacional, en el campo de la medicina la cosa está que echa chispas… cerebrales. La empresa del sudafricano con varias nacionalidades, Elon Musk, afirmó a últimos de enero que ha logrado implantar un chip de su empresa en el cerebro de un ser humano. Previamente los experimentos han sido hechos con monos, que por cierto han fallecido… ¿Qué pasará con los humanos que hagan de conejillos de indias?

Otra de las noticias de estos días es la protesta de los agricultores europeos en Bruselas planteando sus reivindicaciones. Si en un principio fueron los franceses contra su propio gobierno, se han ido uniendo agricultores de Italia, España, Grecia, Portugal, y al parecer van consiguiendo, si no todos, parte de sus objetivos.

Según el último barómetro de la Federación de Gremios de Editores, en el último decenio el número de lectores en nuestro país ha aumentado un cinco por ciento. Es una cifra que invita al optimismo, es cierto, pero al mismo tiempo se comprueba que aproximadamente un tercio de la población se mantiene reacia a la lectura; es decir, que no lee nunca.

En opinión de Daniel Fernández, presidente de dicha federación, «sigue habiendo un tozudo tercio de españoles que jamás abre un libro, probablemente el mismo tercio que no va a un museo, o al cine, o a las galerías de arte»…

En el plano de «la moral y las buenas costumbres», que decíamos antaño, parece ser que los obispos de la Iglesia Católica van a crear una «comisión de arbitraje» para reparar a las víctimas de abusos. De esta manera, la Conferencia Episcopal abordará los casos que incluso hayan prescrito judicialmente, también en caso de fallecimiento. Después de todo lo publicado sobre el comportamiento de miembros de dicha institución, incluso con datos aportados por el defensor del pueblo, Ángel Gabilondo, ya va siendo hora de que esta institución haga frente, al menos en parte, al daño cometido contra inocentes.

Como verán los lectores, y lectoras, además de la manida amnistía, estas son algunas de las cosas que están sucediendo dentro y fuera de España en las últimas fechas, y que para muchos –periodistas incluidos- están pasando desapercibidas, inexistentes.

A estas alturas de la historia, tal vez haya que prestar atención a dos frases dichas. una por el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, para quien, según sus palabras, «La legislatura no está en peligro», mientras que para el líder de la oposición y postulante ansioso de ocupar la Moncloa, Alberto Núñez Feijóo, «Sánchez está con respiración asistida».

¿Hay algún médico en la sala? Mientras esperamos el desenlace, los ciudadanos expectantes ante la que se avecina.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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