«Oigo, patria, tu aflicción…». Con la primera estrofa del poema de marras quisiera comenzar esta salutación del nuevo año nuevo 2024, tras los doce meses pasados del anterior en los que, tanto como ciudadano como periodista, creo que he vivido, visto y oído de las peores cosas en el ámbito social desde la recuperación de la democracia en España en 1978.

Y ello porque, si bien la Real Academia de la Lengua (RAE) ha designado la palabra polarización como la más conocida del año, término que determina la aparición de dos o más zonas que se consideran opuestas, lo cierto es que perfectamente podrían haber elegido otras, como crispación, insulto, enfrentamiento, odio, repulsa, falsedad.

Porque de todo eso, y bastante más, ha existido en el ya fenecido año 2023 en el ámbito político, que ha terminado trasladándose a la sociedad, o al menos a una parte de ella.

Cuando uno lleva cerca de medio siglo dándole a la tecla, es consciente de que al igual que los médicos tienen por tarea salvar vidas, los periodistas tenemos la obligación de contarlas; uno no puede callar ante lo que está sucediendo, permanecer impasible ante tanta ignominia, brutalidad en algunos ámbitos de nuestra sociedad.

Porque se ha dicho, ha sucedido de todo en el fenecido año, con un material escrito, hablado, televisado, con el que habría para escribir el guión de una serie de televisión.

Y no sabiendo por dónde empezar, hete aquí que este dos de enero, recién comenzado el año, vuelvo a las teclas y resulta que una mente preclara, cual luz de Trento, estrella de David, viene a iluminarnos para decirnos a los españoles qué es lo que pasa en nuestro país, cuál es el origen de todo lo que ha sucedido, y parece ser que puede seguir sucediendo en tiempos venidero si no se ataja la cuestión.

La portadora de la buena o vieja nueva se llama Cuca Gamarra, y es nada más y nada menos que secretaria general del Partido Popular, según la cual, cito textualmente según sus declaraciones a la agencia Europa Press, «España tiene un gran problema. Este problema se llama Pedro Sánchez».

Acabáramos, señora, acabáramos. Ante semejante clarividencia por su parte, ahora se comprenden algunas de las cosas que se han dicho en torno al presidente del Gobierno de España, político que algunos sepamos, ha sido elegido democráticamente en el Parlamento tras las elecciones habidas el pasado 23 de julio, que ganó el Partido Popular, pero que incluso con los votos del partido ultraderechista Vox no llegaron a los 176 diputados necesarios para gobernar, mientras que el PSOE, con la ayuda de varios partidos, obtenía 179 diputados. Así como una manzana es una manzana y una pera es una pera, que diría otra preclara persona del PP, lo cierto es que 172 votos son 172 votos, y 179 votos son 179 votos.

Volviendo al gran problema que tiene España, en opinión de tan máxima autoridad del Partido Popular, es decir, el hoy todavía presidente Pedro Sánchez, sobre este hombre, y su responsabilidad política y diario quehacer, se ha dicho de todo y de lo más abyecto, algunas cosas que el que suscribe, a estas alturas del oficio, no había oído desde los tiempos de Adolfo Suárez, y ya ha llovido.

Por ejemplo, que toda una presidenta de Comunidad Autónoma lo haya tachado de «Hijo de puta», si bien después, intentando menguar el zurcido o desaguisado, se descolgó con que «Le gustaba la fruta». La supuesta «gracia» llegó tan lejos en el seno genovés que han creado un símbolo frutal en torno al tema, siendo enarbolado el tótem frutal en una fraternal fiesta por parte de nada más y nada menos que del personaje popular que está a dos pasos de ocupar La Moncloa ya que, según sus palabras, «En España solo queda un partido constitucionalista, y es el PP».

El señor debería saber que cuando se aprobó la Constitución en el año 1978, hubo diputados de la entonces Alianza Popular, madre putativa del hoy Partido Popular, que votaron a favor, otros en contra y otros se abstuvieron. El sumo hacedor de la derecha Española, Manuel Fraga Iribarne, otrora ministro de la dictadura franquista, votaría a favor de dicha Constitución.

Pero aparte de esa frase irrespetuosa, malsonante sobre Pedro Sánchez, todos hemos oído, leído hasta la saciedad, que el presidente del Gobierno ha sido tachado de bolchevique, bolivariano, caudillo, traidor a la patria, corrupto, déspota, mentiroso, ególatra, cobarde, frívolo, radical, golpista y otros adjetivos de semejante calibre.

No es de extrañar, pues, que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, nos haya advertido, a madrileños y no madrileños, que «Sánchez ha decidido destrozar la democracia. Vamos camino de una dictadura». Tal vez por ello, y antes de que tal catástrofe suceda, otro avezado político del Partido Popular, Miguel Ángel Tellado, haya manifestado que «Sánchez debería irse de España en un maletero». Y como colofón político del socialista, la premoción del líder del partido ultraderechista Vox, Santiago Abascal, que ha afirmado en un determinado momento que los españoles acabarán «Colgando a Sánchez por los pies».

Aparte de lo relativo a Pedro Sánchez, también han sucedido otras muchas cosas en nuestro país a lo largo del pasado año que han emborronado, generado un clímax turbio frente a lo que debería ser una convivencia democrática dentro de las lógicas discrepancias y maneras de pensar de cada cual.

Sin ir más lejos, y en un ejercicio de clasismo trasnochado, la recientemente destituida alcaldesa de Pamplona, Cristina Ibarrola, de Unión de Pueblo Navarro, ha manifestado que «Prefería fregar escaleras» antes que votar a Bildu, dejando entrever una lección de «saber estar» de una política.

Por su parte, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sigue sin renovarse después de cinco años, porque el PP lo ha impedido una y otra vez. El magistrado Manuel García Castellón, obsesionado tanto con Podemos como con los independentistas, está dispuesto a explotar la muerte de un ciudadano francés en Barcelona, acaecida por un infarto. Tramas habidas durante largo tiempo han pasado por el control del ex comisario Villarejo, que ha grabado a diestro y siniestro a todo cristo.

Pero el santo y seña del pasado año 2023 ha sido la procesión orquestada a la calle Ferraz de Madrid, donde está situada la sede del PSOE. Durante meses, miles de peregrinos procedentes de la derecha y la extrema derecha española han acudido solícitos para manifestarse ante la sede socialista. Con banderas anticonstitucionales en ocasiones, cantado el franquista «Cara al sol» en otras, insultando y faltando al respeto a las más mínimas normas de convivencia, portando muñecas hinchables porque para algunos de ellos la sede de los socialistas en un «puticlub».

Rosario en mano en ocasiones, crucifijos en ristre en otras, hemos visto a los fieles de la única España que según ellos existe enarbolando el santo rosario, implorado la bendición de la Santísima Virgen María por la salvación de España, porque el país marcha hacia la destrucción como tal, hacia el comunismo y la república bolivariana, cuando no a romperse… Antes de que esto suceda, ya han tenido cuidado ellos, los visitantes de la calle Ferraz, de machacar, apalear un muñeco a puñetazos, patadas, que representaba a Pedro Sánchez. ¿Qué será lo próximo?

Cuando redacto estas líneas España no se ha roto todavía, y espero que lleguen a tiempo de ser publicadas. Sería de desear en este año que ahora comienza menos crispación en la clase política, respeto dentro del sistema democrático que nos dimos con la Constitución de 1978 y que, aunque los nostálgicos del franquismo sigan presentes, en la bandada de Vox, vivimos en una democracia en la que cabemos todos, no solo la España de ellos…

Porque, como diría la cantante Cecilia, «Mi querida España. Esta España mía, esta España nuestra…»

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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