«En nombre de la tierra», las pasiones de un pueblo polaco en los albores del siglo veinte

La película «En nombre de la tierra», segundo largometraje del dúo que forman D.K. Weichman y Hugh Welchman, creadores de «Loving Vincent» -película de animación sobre la vida del pintor Vincent Van Gogh- es una historia de deseo, venganza y odio situada en un pueblo polaco, a finales del siglo diecinueve, sobre un fondo de seductores campos, huertos y lagos.

Para la realización del filme, candidata al Oscar a la mejor película extranjera en representación de Polonia y basada en la novela «The Peasants» del polaco Wladyslaw.S. Reymont, Premio Nobel de Literatura, la pareja de directores ha rodado la totalidad de la escenas con sus correspondientes actores en 35 milímetros para, después, ir pintando a mano los fotogramas uno a uno, tarea en la que han intervenido hasta un centenar de artistas polacos, lituanos serbios y ucranianos.

La historia recorre, del otoño al verano, la vida de los habitantes de un pueblo donde la joven Jagna (Kamila Urzedowska, «25 años de inocencia»), de familia humilde y dispuesta a elegir su propia vida en los reducidos límites de una pequeña localidad polaca, es forzada por su madre (la veterana actriz Ewa Kasprzyk, «The Apple Tree of Paradose», «Polityka», «Bellissima») a casarse con el hombre más rico, el viudo Boryna (Miroslaw Baka, «No matarás», «Reich», «Primavera 1941»), mientras que ella está enamorada de su hijo Antek (Robert Gularczyk, «Loving Vincent», «Una simple historia de asesinato»), con quien mantiene un romance secreto y a su vez está casado con Hanka (Sonia Mietelica, «Los supervivientes», «La fuerza del viento») y padre de varios niños.

Jagna explota su belleza, y a veces se aprovecha de ella. Su rebeldía e independencia despierta los celos de las demás mujeres, sobre todo porque al principio no depende de un hombre.

La película se apoya en una gran cantidad de tradiciones y costumbres locales -como el que cuando un hombre pretende en matrimonio a una mujer envía una botella de vodka a los padres de la chica- y un arraigado patriarcado.

Cada imagen de esta película única es una obra de arte pictórico al óleo, en la que se han invertido más de dos años, que reúne la esencia de medio siglo de pintura europea, en el paso del siglo diecinueve al veinte, con especial dedicación al movimiento conocido como de la «Joven Polonia». Los artistas pintaban sobre tela y el grupo encargado de la animación creaba imágenes intermedias para facilitar la transición al celuloide.

«En nombre de la tierra[1]» ha sido, para Hugh Welchman, uno de sus realizadores y productor -en declaraciones efectuadas cuando el estreno mundial en el Festival Internacional del Film de Toronto- «un viaje de descubrimiento que nos ha permitido profundizar en las posibilidades emocionales y la belleza estética que nuestra técnica de animación por pintura al óleo puede aportar al relato cinematográfico. También nos ha permitido dar a conocer al mundo la potente historia de la vida campesina contada por Wladyslaw.S. Reymont quien, a pesar de su Premio Nobel, es prácticamente desconocido fuera de Polonia».

  1. «En nombre de la tierra» se estrena en los cines madrileños el viernes 1 de diciembre de 2023.
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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