¡Cuántos siglos anduvieron los celtas por Europa dejando sus huellas! Desde la Edad de Hierro, procedentes de Anatolia, trashumantes por Bulgaria, Suiza, Francia, Bélgica, España, por Galicia, Asturias, Castilla…

Los griegos llamaron a estas tribus con lengua de origen indoeuropeo «keltoi» o «gente oculta», de rasgos variados y complejos, más definidos por lo lingüístico que por lo étnico y por su espíritu de independencia, heroismo, ensoñación y leyendas.

Hay, sin embargo, una cuna céltica reconocida en Centroeuropa: La Téne. Los investigadores determinan dos grupos celtas: el continental y el insular anglo-sajón, que habitó parte de Escocia e Irlanda.

El historiador romano Plinio el Viejo, en su Historia Natural, los presenta de esta manera: «Los druidas, porque así se llaman estos magos, no tienen nada más de sagrado que el muérdago y el árbol que los soporta…»

El árbol era un símbolo de vida y acompaña a los celtas a través de los siglos, sus tradiciones se trasmitirán por vía oral. La lana era parte de su vestimenta con tintes de colores naturales, sus cultos estaban relacionados con los bosques y el agua «shika»; dioses y raros genios acompañaban los ritos.

Y fue en una isla lejana «Irlanda», rodeada por el océano Atlántico, donde mantuvieron y defendieron sus tradiciones, y aún cuando la cristianización llegó a la isla con San Patricio, en el siglo quinto, el «sueño celta» vive.

Viajamos a Irlanda envueltos en aquella bruma de leyendas y para saber cómo se gesta la determinación de un pueblo para alcanzar su identidad nacional.

Irlanda, después de haber sufrido las invasiones vikingas, normandas, inglesas y estar sujetos a la corona británica durante siglos, logra su independencia y se constituye en Estado libre en 1922.

Después de un conflicto violento con Irlanda del Norte, que optó por continuar con el Reino Unido, Irlanda se declara República en 1949, adoptando una nueva Constitución y el nombre de Irlanda.

Por la ventana del avión estalla el verde, color símbolo del país, el verde cubre las praderas y bosques, hasta el mar se vuelve verde, mientras aterrizamos en Dublín, capital de Irlanda.

El taxista nos recibe sonriendo y entre risas y bromas nos dice que la filosofía está en: «Craic», «pasarlo bien», gozar la amistad y estimular el «buen humor».

Mientras veo la lluvia que no para, el conductor nos dice: «Muy bueno que llueva, todo es verde y el verde da alegría».

Con verde, alegría y empapada, entro en Trinity College, nuestro alojamiento en la prestigiosa Universidad fundada en 1592, por la reina Isabel I. Actualmente, aloja más de mil estudiantes y está en el centro de la ciudad, es un sitio histórico pero también un referente para moverse en Dublín.

Después de ubicarnos, recorremos el campo universitario, apreciamos la Biblioteca, que contiene cuatro millones de libros, colecciones, manuscritos y mapas.

El famoso Libro de Kells, se encuentra en la vieja biblioteca, se puede ver solicitando horario con anterioridad; es uno de los pocos manuscritos que sobrevive de los Evangelios del cristianismo de la Edad Media, encontrado, justamente, en el pueblo de Kells.

Como la lluvia no cesa, decidimos ir al Museo Nacional de Irlanda-MNI, que está distribuido en tres museos por la ciudad: Arte Decorativo, Historia Natural y el museo de Arqueología, fundado en 1977 y que aloja la gran colección arqueológica. Apreciamos el Tesoro Nacional que comprende las piezas históricas más relevantes de Irlanda, las detallo a medida que las admiro:

El Caliz de Ardagh: del siglo ocho, elaborado en oro, plata, bronce y cobre con sorprendente terminación y gran tamaño, veinticuatro centímetros de diámetro. Lo encontraron dos jóvenes, Jim y Paddy, en 1868 mientras cavaban en un campo de patatas, cerca de una fortificación, en el campo de Ardagh. Lindo tema para hacer una película, digo esto por que Irlanda tiene una dinámica industria fílmica.

Otra de las piezas del tesoro es el Broche de Tara: delicada orfebrería, elaborada en bronce con detalles en oro, plata, cuero y esmalte, descubierto por un marchante que le dio ese nombre. Es una pieza muy elaborada que destaca el arte celta.

La Trompa de guerra de Lougnashade: del siglo uno antes de Cristo (A.C.) me recordó los cuernos suizos y el didgeridoo australiano, por su sonido.

Impresiona la longitud del «Barco» en madera de quince metros, abandonado por cuatro mil años y que se conservó en buen estado. Pensé en los bosques de Irlanda, famosos en las fábulas, que fueron diezmados por los anglos, justamente para la construcción de galeones.

Aquellas forestas milenarias desaparecieron aunque el verde y las leyendas han sobrevivido.

En un cuarto especial se encuentran las momias del neolítico, fueron desenterradas de una ciénaga y se conservan en un estado sorprendente por la expresividad del cuerpo, los mechones de pelos y el rostro; se cree que fueron sacrificadas en un ritual. Completan el cuadro prehistórico vestimentas de lana, cuero y piel.

Terminamos admirando los collares de oro del «Tesoro de Broigther» de fina decoración, del siglo uno A.C. ¡Una belleza de orfebreria!

Al salir del Museo envuelta de la antigua historia de Irlanda, decidimos caminar, porque Dublín es una ciudad agradable para pasear, pasamos el puente del rio Liffey, que cruza la ciudad, para dirigirnos a la Catedral de San Patrick (San Patricio), donde a las cinco inician un servicio religioso cantado por el coro sacerdotal.

Entrar a San Patrick es entrar al medioevo, la iglesia data del Siglo once y se construyó sobre la base de una pequeña iglesia del Siglo quinto, porque por estos parajes, San Patricio bautizó a los celtas que iban convirtiéndose al cristianismo.

San Patrick explicó la Santa Trinidad mostrando un trébol de tres hojas, que ha quedado como emblema del país.

El cristianismo unió a este pueblo isleño a través de los siglos, le dio esperanza ante las desgracias y humillaciones, las hambrunas, el acoso, el acaparamiento de tierras, el desprecio por la lengua irlandesa, hoy recuperada, todas las señales de la ciudad están escritas en la lengua de Irlanda, además del inglés.

Asimismo, recuperaron su música y sus danzas, sus leyendas, inspiradas en la fértil imaginación de un pueblo que despertó y se convirtió en el «Tigre Celta», con una economía en despliegue, con avances tecnológicos, integrada en la Unión Europea.

«Hay mucho trabajo -me dice un estudiante- tenemos muchos extranjeros que viene a trabajar, el trabajo se consigue fácil, lo difícil y cara es la vivienda».

El joven nos indica la «ruta de los pub». Empezando por Temple Bar, muy frecuentado por la gente joven y los turistas, seguimos a No Name Bar uno de los mejores de la ciudad, mientras que Grogan’s Castle Lounge es el de los escritores. La cerveza negra es una bebida nacional y se ha convertido en un imperio, sus destilerías se pueden visitar.

Viendo la animación de la gente se deduce que el pub es una institución en Irlanda, allí los parroquianos cuentan sus cuitas, hacen chistes, comentan y se relajan, una buena terapia a la irlandesa. ¡No pudimos dejar de tomar un irish coffee!

Cerca de Trinity, comimos una riquísima carne irlandesa, en un famoso restaurante, «The Bank», donde hubo asentamientos vikingos y en el siglo dieciocho se construyó un banco. Actualmente, el restaurante ofrece una galería de fotos y bustos de los líderes que impulsaron la Independencia de Irlanda en el siglo diecinueve, entre ellos, el revolucionario James Connoly.

Al día siguiente amanecimos con sol, pero nos advierten que en Irlanda hay varios climas en el mismo día, así que no olvidamos la capa de lluvia. Visitamos el Castillo de Dublín, una construcción mayormente del Siglo diecisiete, aunque su famosa torre es de la Edad Media y fue el bastión del poder británico en Irlanda. Es, sin embargo, en la Sala San Patrick donde se lleva a cabo en la actualidad la ceremonia de investidura presidencial.

En el castillo también se descubrieron, en 1986, fundamentos construidos por los vikingos, bajo la Cripta medieval.

Ruta de arte y escritores

Con la ayuda de Alejandra, una alumna de Trinity, elaboramos un interesante itinerario sobre los escritores que Irlanda ha dado a la literatura mundial: Jonathan Swift, Oscar Wilde, James Joyce, W.B Yeats, George Bernard Shaw, Samuel Beckett, Seamus Heaney entre los más famosos.

Me dispongo a seguir la ruta de los escritores y el arte. Paso por la Catedral de San Patricio para ver la tumba de Jonathan Swift, el escritor del siglo dieciocho que satirizó al género humano en su famoso libro «Los viajes de Gulliver», extraña y compleja novela, donde Gulliver es atacado por hombres pequeños, los liliputienses, y donde plantea el tema ético filosófico: ¿el hombre nace corrupto o se corrompe?

La casa de Oscar Wilde está ubicada en Merrion Square. Al entrar, me presentan a Martin Burns, quien explica que la casa es una construcción de 1760. La familia de Wilde llegó a la casa cuando Oscar era pequeño. La mansión fue visitada por personalidades de la época, ya que era una familia reconocida socialmente.

Visitamos la sala de consulta del padre, un famoso cirujano y oculista. La familia vivía con seis sirvientas y dos institutrices que enseñaron a Oscar y a su hermana el griego y el latín. La escalera principal está decorada por Audrey Beardsley sobre la obra «Salomé».

Entramos en la sala Speranza donde la señora Wilde, amante del arte, recibía a artistas, políticos y dignatarios y el joven Oscar vivió ese mundo cultural.

El cuarto del escritor es pequeño y sus ventanas dan al parque Merrion donde han colocado una escultura de Wilde que la gente fotografía con entusiasmo.

Oscar dejó Dublin en 1878 después de casarse y se trasladó a Londres, donde desarrolló su carrera de escritor y donde vivió los éxitos más esplendorosos y los fracasos más dolorosos de su vida.

En la Biblioteca nos encontramos con los estudiantes de American College Dublin, que tiene su sede en este edificio.

«A mi me interesaron mucho sus obras -me dice un estudiante del College- La importancia de llamarse Ernesto, El retrato de Dorian Grey, Salomé, son obras que tienen vigencia, son actuales, y Balada de la cárcel de Reading es un documento de su encarcelamiento por su «escandaloso» comportamiento homosexual.

Al salir de la casa, cruzamos al parque para ver la singular escultura…Tal vez le hubiera divertido al poeta…

Seguimos nuestro itinerario, para rendirle tributo a William Butter Yeats (1865-1939) visitando el Teatro Nacional de Irlanda, «Abbey Theater», aunque el edificio original se incendió, el dramaturgo y poeta fue su creador. Por su labor literaria y teatral fue premio Nobel en 1923.

Bernard Shaw (1856-1950) compartió con Yeats el amor a Irlanda y al teatro. Escribió setenta obras; Hombre y Super hombre, Pigmalion, Santa Juana, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1925, incursionó en el cine y ganó el Oscar por el guión de Pigmalion. Vivió su niñez y adolescencia en el sur de Dublín, nació en la casa número 3 de Upper Synge Street, PortoBello, pero no llegué hasta allá.

En 1876 se fue a vivir a Londres, pero siempre defendió a Irlanda, y en 1934 se hizo ciudadano irlandés, aunque conservó la ciudadanía inglesa.

Dublín ciudad con encanto

Dublín es una ciudad con encanto, con mucha gente joven, y además los irlandeses están siempre dispuestos a orientar al visitante. Así llegamos al Centro James Joyce donde amablemente Darina Gallagher, su directora, nos cuenta la historia de la bella casa que fue rescatada de ser demolida y donde se creó un centro de actividades culturales, entre ellas, recordar la figura del escritor James Joyce. Comentamos el éxito del Bloomday que se celebra anualmente el 16 de junio, fecha en la cual Joyce conoció a su esposa.

Con el espíritu de Joyce llegamos a la Torre James Joyce, en el martello de Sandycove, lugar donde el escritor estuvo seis noches en 1904 y dio inicio a su famosa novela «Ulysses», se puede ver la habitación de Joyce dentro de la torre, objetos, manuscritos y fotos que le pertenecieron.

Aunque Samuel Beckett (1906-1989), nació en Irlanda, en Foxrock, vivió gran parte de su vida en París, Francia, pero nunca olvidó su tierra natal. Fue el creador del «Teatro del absurdo» y su obra Esperando a Godot es un hito en la dramaturgia universal. Fue Premio Nobel de Literatura en 1969.

Como ven, Irlanda es famosa por sus poetas y escritores, atesora cuatro premios Nobel de literatura. Tuvimos la suerte de ver una interesante exposición en la Biblioteca Nacional de Irlanda sobre el último premio Nobel de 1995, el escritor Seamus Heaney (1939-2013).

Heaney nacido en Irlanda del Norte, vivió y murió en Dublín y fue profesor en Harvard, en Estados Unidos. La exposición narra su vida, su ámbito familiar, sus libros, entre ellos Trabajo de campo, El nivel espiritual, de belleza lírica y sentido ético.

Exhausta de la caminata, pasé parte de la tarde visitando el Museo Nacional de Irlanda, que alberga la colección de artistas irlandeses desde el Siglo diecisiete hasta el Siglo veinte. Disfruté del recorrido pictórico y goce de un té con scones.

Continué la ruta de arte hacia Hugh Lane Gallery, una bella mansión, que perteneció al coleccionista sir Hugh Lane, dedicada al arte moderno, especialmente al arte irlandés. El artista Sean Scully, nacido en Dublin en 1945, donó una serie de pinturas abstractas que se aprecian en una sala especial.

Sorprende la reconstrucción del Estudio de Francis Bacon, nacido en Dublín en 1909, luego se instaló en Londres, donde desarrolló una exitosa carrera plástica internacional. Bacon trabajaba en su atelier de 7 Reece Mewa, en Londres, pero al morir en 1992, el estudio se trasladó a Dublín en 2001, a la galería Hugh Lane, donde pudimos apreciar su atelier: caos colorido, delirio acumulativo de formas y objetos, sin el cual el artista no podía crear. El estudio es, en sí mismo, una «instalación» digna de verse.

No podía dejar de asistir al espectáculo de «Riverdance», creado por Bill Whelan sobre las famosas danzas irlandesas, que evocan los mitos, leyendas celtas y los bailes típicos.

«Riverdance» significa danza del río, el agua es un elemento mítico celta, y este ballet pone en alto esos mitos y hace giras internacionales con gran éxito.

El zapateo o step dancing es típico del baile irlandés, es a partir del siglo dieciocho que la danza irlandesa comienza a ser conocida; algunas coreografías provienen de las primitivas danzas celtas como el «Carol» y se nutren de las leyendas. La mayoria son danzas grupales o en pareja, se acompañan con violín, silbato, guitarra, y tambor irlandés. La sala estalla en aplausos y en el aire flota la alegría irish, el famoso «craic».

Dublin, corazón de Irlanda, la verde, la próspera. !El sueño celta!

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