Son sólo quince fotografías, pero entre ellas están algunas de las más conocidas del fotógrafo catalán Francesc Català-Roca, procedentes de colecciones particulares y de la propia Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cuya intención es formar un fondo de fotografía similar al que tienen los grandes museos.

Académicos como el experto Publio López Mondéjar y la fotógrafa Isabel Muñoz tienen por delante un gran trabajo en este sentido, con la organización de muestras como la que se puede ver estos días en la sede de la Academia y con la edición de libros como los dedicados a Paco Gómez y Virxilio Viéitez.

La muestra conmemora el primer centenario del nacimiento del fotógrafo que influyó en todos los de su generación y fue el enlace entre la vanguardia anterior a la guerra civil y el nuevo documentalismo de los años cuarenta y cincuenta.

Conocedor de las últimas técnicas fotográficas del siglo veinte y poseedor de una original capacidad de colocar el objetivo de sus cámaras en tomas inéditas, Català-Roca publicó numerosos libros en los que recogió una amplia muestra de su trabajo entre la fotografía social, el fotoperiodismo y el documentalismo, en los que mostró una visión de los años cincuenta y sesenta que con el tiempo viene a representar la mejor documentación sociológica de aquellos años.

En esta exposición están algunas de sus fotografías más conocidas pero no por ello menos sugestivas y originales.

El maestro cumple cien años

En la década de 1940 un hombre recorría incansablemente la geografía española pilotando una vieja vespa cargada con varias cámaras y todo el utillaje de un equipo de fotografía. Su trabajo consistía en inmortalizar en imágenes los escenarios y las gentes de un país que sufría las precariedades de una posguerra especialmente cruel.

Trabajaba por encargo de la editorial Destino para unas guías que Josep Vergés publicaba en los años cincuenta para dar a conocer a los españoles la riqueza paisajística y monumental del país.

Català-Roca tomó miles de instantáneas que la editorial publicaba acompañadas de textos de grandes escritores de la época. Guía de Cataluña (Josep Pla), de Cuenca (César González Ruano), de Madrid (Juan Antonio Cabezas), de Mallorca, Menorca e Ibiza, de Galicia, de Castilla la Nueva

Además retrató a la sociedad española en sus costumbres, sus fiestas y sus ritos. El Camino de Santiago, las Fallas, la Semana Santa, la tauromaquia, el incipiente turismo en la Costa Brava… y preservó para la posteridad rincones y oficios desaparecidos: Carrers de Barcelona o Salineros de Ibiza.

Documentó la historia del arte y la cultura en La Sagrada Familia (su primer libro, 1952), Los campanarios de España, Historia de l’art català, La arquitectura de los años 50 en Barcelona, Arte ibérico y arte romano en España

La afición de Català-Roca por la fotografía nació con él mismo, porque su padre, Pere Català Pic, era un prestigioso fotógrafo de estudio de la ciudad de Barcelona y un cartelista admirador del constructivismo ruso.

El niño Francesc tuvo su primera cámara de fotos a los siete años y a los doce ya trabajaba como ayudante en el taller de su padre mientras estudiaba dibujo en la Escuela de Bellas Artes de la Llotja.

Esta inicial formación y la lectura de una monografía de Man Ray le descubrieron una visión inédita de la fotografía, lejos de la ortodoxia del momento. A pesar de su admiración por el fotógrafo surrealista, a quien conoció en 1936, su trayectoria siguió unos derroteros diferentes, que le llevaron a tener un estilo propio, muy próximo al realismo de Cartier-Bresson.

Durante la Guerra Civil colaboró con la Generalitat mientras seguía trabajando con su padre, al que ayudó a elaborar el famoso cartel propagandístico Aplastemos el fascismo, en el que se ve un pie que pisotea una cruz gamada (fue Francesc quien había hecho esta cruz con barro cocido).

En esos años participó en el rodaje del documental L’Espoir de André Malraux. El cierre del taller de su padre tras la Guerra Civil hizo que se dedicase a fotografiar cadáveres (una actividad muy frecuente en los primeros años de la fotografía, cuando los familiares querían mantener en imágenes el recuerdo permanente de sus seres queridos) y pinturas de artistas.

Mientras tanto experimentaba con nuevos enfoques y nuevas perspectivas con las que conseguía resultados inéditos y sorprendentes, como la fotografía al monumento a Colón en Barcelona, tomada en un picado inédito (se puede ver en esta exposición) para el que utilizó una caña con la que sostenía la cámara atada a su extremo.

Su dedicación a fotografiar obras de arte le dio la oportunidad de conocer a Tapies, Dalí, Guinovart, Chillida, Gargallo… y sobre todo a Joan Miró, de quien se hizo amigo íntimo. A Miró y su obra, de quien hizo más de cinco mil fotografías en cuarenta años, dedicó Català-Roca libros como Miró i Catalunya o Miró escultor. Fue él quien hizo la última fotografía del artista poco antes de su muerte.

A pesar de que es autor de algunos fotorreportajes de gran impacto, como el de la llegada de los prisioneros de guerra de la División Azul al puerto de Barcelona en el buque Semiramis en 1954, o de sus trabajos para Revista en los años cuarenta y sus colaboraciones en La Vanguardia y Gaceta Ilustrada en los ochenta, Català-Roca no era un fotoperiodista.

Su obra se sitúa en el marco de una fotografía social testimonial. Trataba de captar la autenticidad de la vida en la expresividad de lo cotidiano, huyendo de la ortodoxia y utilizando con gran imaginación las tomas, la profundidad de campo y los contrastes entre luces y sombras. Siempre quiso unificar la estética de la imagen con la semántica de sus contenidos.

Inmortalizó los paseos rituales por la Gran Vía de las jóvenes modistillas de los años cincuenta, los vendedores ambulantes, los hombres-anuncio de las Ramblas de Barcelona, los marinos norteamericanos clientes del Barrio Chino, los guardias de orden público a caballo, los maletillas ejercitándose para el toreo, curas y militares, los primeros turistas…

Muchas de estas fotografías se han convertido en iconos de toda una época y forman parte de nuestro imaginario colectivo, al mismo tiempo que provocan en el observador una reflexión sobre un momento de la historia.

Aunque hizo casi toda su obra en blanco y negro, Català-Roca experimentó con el color desde muy temprano. En los años setenta publicó en color el libro Artesanía latinoamericana y en sus últimos años le dedicó una gran parte de su trabajo, como en las fotografías de Nueva York de 1987.

En 1983 fue galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura (fue el primer fotógrafo al que se concedió este premio). Publicó sus memorias Impresiones de un fotógrafo en 1995. Murió el 5 de marzo de 1998. Su última fotografía la hizo desde la cama del hospital enfocando la ventana por la que se colaba una luz espectral.

  • TÍTULO. Francesc Català-Roca. La mirada sabia
  • LUGAR. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid
  • FECHAS. Hasta el 9 de Julio de 2023
Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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