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El fútbol, como terapia para la convivencia

Un escribano en la Corte

Conrad: equipo de políticos de la transición

En unos días en los que ante ese tabernáculo visual de la alianza llamado televisión cientos de millones de personas están pendientes del Campeonato Mundial de Fútbol, entre ellas varios millones de españoles, resulta que al mismo tiempo por estos suelos patrios nuestro Congreso de los Diputados pareciera haberse convertido no ya en un tabernáculo, sino más bien en un a modo de taberna de puerto en la que a los contertulios, también llamados señorías, solamente les faltara escupirse por el colmillo. Tal está siendo el grado de crispación que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha tenido que llamar al orden y al respeto a las formas en aras de la convivencia.

Porque la jerga empleada en sus intervenciones en los últimos tiempos, las invectivas lanzadas los unos contra los otros, la falta de un respeto mínimo a las normas de convivencia está siendo el toma y daca, el pan suyo de cada día de unas personas elegidas para llevar el rumbo y la convivencia de un país que se merece algo más que las diatribas de esos aprendices de filibusteros.

Respecto al fútbol en sí, he de decirles que no soy ducho en la materia, por lo que cualquier colega del gremio periodístico me pondría a caer de un asno si osara penetrar en tan sagrado terreno de este deporte que algunos llaman rey, mientras otros han convertido en una especie de religión.

En mi ignorancia en la cosa y jerga balompédica, simplemente les diré que para mí el fútbol es un llamado deporte en el que once hombretones en calzón corto y camisetas multicolores corren, o más bien trotan como corceles de forma desaforada detrás de un cuero inflado llamado balón con la aviesa intención de introducirlo en un rectángulo del equipo contrario llamado portería.

Lógicamente, el equipo que tienen enfrente hace lo mismo pero en dirección contraria, pasándose así noventa minutos en un ir y venir que suele ser el gozo y delirio de miles, millones de aficionados, muchos de los cuales se colocan la camiseta con el nombre de su ídolo, al igual que de pequeños nos colocaban en el internado el escapulario como fieles devotos de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Juntando las dos imágenes actuales, el desaguisado o escandalera que han montado algunos próceres políticos en el Congreso y el susodicho campeonato futbolero, me ha venido a la memoria un collage que hice allá por los años ochenta en mi faceta de humorista, en el que organicé, a mi manera, un equipo de jugadores políticos de distinto pelaje que jugarían un partido con otro equipo de la misma guisa compuesto por cantantes, periodistas, cineastas y gentes del mal vivir. Todos se entendían y respetaban, siempre en un tono humorístico.

Es por ello que tal vez a sus señorías de hoy les vendría bien saber que hace unos cuarenta años fue posible la convivencia entre políticos de distinto pelaje que ciertamente podían discrepar, sí, pero había un límite en las formas que en estos momentos brilla por su ausencia. Personas que habían vivido tiempo atrás en distintos bandos en una España que había sido de vencedores y vencidos, pero que llegado el momento todos pusieron de su parte en aras de una democracia de la que hoy, afortunadamente, gozamos.

En cambio, a estas alturas de la cosa resulta que, mientras el esférico elemento sigue rodando, en el Congreso de los Diputados hemos oído de boca de algunos políticos, hombres y mujeres, cosas absurdas, insultos que a veces rayan en la náusea. Unos, se consideran «superiores moralmente» a otros, pretendiendo insinuar tal vez que sus valores están por encima de los demás. Una de sus señorías ha lanzado a una ministra del gobierno la lindeza de que «su único mérito ha consistido en estudiar a fondo a su marido». No sabemos si la acusadora se ha dedicado en cuerpo y alma a vigilar a la pareja en cuestión… Hay quien trata de «machistas» a los magistrados al no coincidir ellos con los postulados emitidos, cuando magistrados es de imaginar que los habrá de toda clase y pelaje, por lo que generalizar resulta cuando menos fuera de lugar. Si se pretende llegar a algún acuerdo puedes ser tachado de «filoetarra» o que «quieres desmembrar a España»…

Pero no solamente en la Carrera de San Jerónimo está instalada la verbena dialéctica montada, pues sabido es que en esta Villa y Corte estamos a la última en cuento al presente y futuro de este país, ya que «Madrid es España, y España es Madrid». Hemos visto y oído por boca de nuestra máxima autoridad autonómica, que el presidente del gobierno, además de «tirano», es una persona que quiere «instaurar en España una república federal laica de facto». Y además, haciéndolo «al margen de los mecanismos constitucionales». Viniendo la cosa de tan docta autoridad en la materia, habrá que pertrecharse por lo que pueda pasar, pues un tirano de semejante ralea puede ser capaz de cualquier cosa.

Frente al desaguisado montado, creo que el fútbol puede servirnos como terapia de convivencia de cara a atemperar el ambiente político enrarecido que se respira, no ya en el susodicho Congreso, sino en la sociedad en general. Prueba de ello es que en la reciente jornada de puertas abiertas del Congreso muchos ciudadanos han pedido y exigido contención a los políticos. Que discutan, sí, pero que no insulten…

Ahí tienen en el collage que muestro a un equipo de políticos de distinto signo que fueron capaces de convivir dentro de sus discrepancias, respetándose en las formas. Respondían a los nombres de Adolfo Suárez, Santiago Carrillo, Pablo Castellanos, Miguel Roca Junyent, Jorge Verstringe, Joaquín Ruiz Giménez, Tierno Galván, Manuel Fraga, Alfonso Guerra, José Barrionuevo y Felipe González.

Algunos leerán sus nombres por primera vez. Para otros formaban parte de nuestro trabajo en el mundo de la información.

@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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