Cuando el año es finiquitado es costumbre hacer un balance de cómo nos ha ido la cosa, qué planes se han cumplido y qué pretendemos hacer el próximo año. Y como escribano en ejercicio que me considero en esta Comunidad de Madrid, gobernada ella a la sazón por la que considero una evangelista de nuevo cuño, veome en la necesidad de poner de relieve el evangelio arrojado por nuestra simpar presidenta, Isabel Díaz Ayuso, en el que nos ha explicado a los madrileños de cuántas buenas nuevas hemos disfrutado en fechas pasadas, y lo que nos queda por disfrutar. 

Porque es justo y necesario poner de manifiesto que nuestra presidenta, madrileños todos, emulando a los evangelistas clásicos, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, nos ha proporcionado una serie de parábolas o buenas nuevas (eso significa evangelion, del griego) de las que hemos disfrutado durante este tiempo de pandemia a diferencia de forasteros y extranjeros que nos han mirado con envidia, suspicacia, porque Madrid es mucho Madrid, y punto en boca.

Entre las muchas cosas buenas que tenemos, y ahí está lo publicado, es que «Madrid es España y España es Madrid». ¿Quién da más? ¿Podría algún otro compatriota de la península Ibérica compararse con nosotros?

Sabido es, según sus palabras, que la pandemia entró en esta Villa y Corte por el aeropuerto de Barajas, cuya responsabilidad corresponde al gobierno de España, compuesto por socialistas y comunistas ellos, gente con la que hay que tener mucho cuidado, atarse los machos y estar ojo avizor.

Muchos extranjeros, sobre todo jóvenes, descubrieron en plena pandemia europea que Madrid era una fiesta por la libertad que pregonaba nuestra presidenta a los cuatro vientos. Ingleses, franceses, italianos llenaron nuestras terrazas en las calles, emborrachándose como cosacos y dando rienda suelta al jolgorio en este nuestro paraíso, convertido en terraza universal.     

Otra de nuestras afortunadas ventajas, según sus proféticas palabras, es que aquí en Madrid te puedes divorciar y no volver a ver a tu ex en el resto de tu vida. Porque para que lo sepan el resto de españoles, en Madrid somos muchos, cerca de siete millones de personas que nos movemos como hormigas de un lado para otro a la hora de ir a trabajar, al colegio, buscar piso, ver a los amigos, pero eso sí, a la ex pareja, hombre o mujer, puede que no la volvamos a ver con un poco de suerte. 

Dispuesto a hacer frente a la situación de la COVID-19, al gobierno de nuestra Comunidad se le ocurrió montar un hospital de la noche a la mañana, el  Zendal, no reparando en gastos. Su construcción iba a costar 50 millones de euros, pero a la  hora de la verdad costó 153. Al parecer, un pequeño error de cálculo, pero todo sea por el orgullo de ser madrileños que nos llena el alma, aunque tengamos la faltriquera, bolso o mochila hecha unos zorros.  

Una de las cosas con las que hay que tener cuidado en Madrid es con los pisos, sobre todo si lo quieres alquilar, y de eso la presidenta Díaz Ayuso debe tener experiencia, puesto que lleva veinte años viviendo de arrendada. Según sus evangélicas palabras, si se te ocurre alquilar un piso te lo destrozan en cuatro días. Y si no, vienen los okupas y se meten dentro, que es peor. 

Pero los madrileños tenemos algo que no creo que pueda tener nadie en las aledañas tierras de nuestra España común. Y eso porque además de la Real Academia de la Lengua y del Instituto Cervantes, los madrileños tenemos otra entidad idiomática que no solo limpia y da esplendor al idioma de Cervantes, sino que lo ensalza con la apolínea figura de su académico con mando en plaza. Se llama Oficina del Español, comandada por Toni Cantó. Es cierto que el  susodicho no pertenece a la RAE, y tal vez por eso le han aplicado el modesto sueldo de 75.000 euros de vellón al año.

De estas cosas, y de otras muchas más, teníamos los madrileños la suerte de disfrutar a finales de este fatal año 2021, gracias todo ello a una presidenta que el profeta ha puesto en nuestro camino como guía hacia el futuro que nos espera. 

Pero como nada es perfecto, también tenemos algunos inconvenientes. En primer lugar, que el gobierno central, que nos roba según las evangélicas palabras de nuestra líder, esté ubicado en Madrid, con un presidente mentiroso donde los haya, y además plagado de una izquierda radical dispuesta a empobrecer a nuestra ciudad. Sin ir más lejos, vean las palabras que dirigió Díaz Ayuso a principios de noviembre en la Asamblea de Madrid a los representantes de la izquierda, tachándolos de «¡Sinvergüenzas!», «bolcheviques», «delincuentes», «mezquinos», «boca mustia» o «izquierda caviar». La peor parte en la jornada fue para la portavoz de Podemos, Alejandra Jacinto, a quien Díaz Ayuso la espetó: «El cáncer político de este país es su partido».

También tenemos algún que otro inconveniente los madrileños, aunque es pecata minuta comparado con los logros que pregona nuestra evangelista a bombo y platillo. Por ejemplo, que la lista de espera para el especialista superaba el medio millón de personas de Madrid cuando estaba a punto de acabar el año. Claro que tal vez por ello, entre otras cosas, las pólizas en la sanidad privada se están disparando, algo que al parecer interesa a algunos, en pleno ejercicio de la libertad que nos embarga.        

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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