Andrea Blandín

Trabaja en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de uno de los hospitales de Madrid, azotado por las consecuencias de la COVID-19. Prefiere guardar el anonimato para contar a Aquí Madrid cómo es su vida y la de sus compañeros cada día, en el hospital y en casa.

Acostumbrada a atender situaciones extremas en circunstancias normales, asegura que ahora están trabajando en unas condiciones durísimas. No ve las noticias, no quiere saber cifras, trabaja hasta la extenuación, y cuando acaba su turno lo único que quiere es desconectar.

Muchos días no lo consigue, porque repasa su propia información que conoce de primera mano; gente joven muriendo, no hay ventiladores para todos, por lo que hay que aplicar criterios éticos para ver a quién se le asigna, los mayores de ochenta años rara vez entran en la UCI, los esfuerzos se centran en los que más posibilidades tienen de sobrevivir, y las altas y traslados a planta se dan mucho antes que en otras circunstancias, para dejar camas libres en el hospital.

Esta mujer, madre de varios niños, admira a todos sus compañeros. «Estamos viviendo situaciones muy estresantes mentalmente y yo también les aplaudo todas las tardes». La trabajadora cuenta que el gesto les anima mucho y que la primera vez que se hizo «estuvimos todos llorando como locos».

#Quedateencasa 

Agradece ese apoyo ciudadano de cada tarde, pero tiene una idea muy clara de la situación: «Para toda la gente que se queja de quedarse en casa, decirles que es un lujo que puedan hacerlo. Nosotros no podemos, y no porque no hagamos con gusto nuestro trabajo, todos estamos encantados de ayudar para que la gente esté lo mejor que pueda, por eso es fundamental seguir quedándose en casa».

«Cumplimos todas las medidas de prevención, pero a veces hay fallos, y te puedes contaminar igual. Imagina para la gente en la calle. Al no estar acostumbrados a usar esta indumentaria, los guantes son una falsa seguridad», explica. Cree que tenemos que concienciarnos de que, los guantes solo protegen las manos, si nos tocamos la cara, la nariz o los ojos con ellos, sigue produciéndose el contagio.

Actualmente, su hospital ha paralizado bastante la actividad normal. Explica que esto se debe a que muchas plantas que antes estaban destinadas para otras patologías, ahora solo se utilizan para enfermos de coronavirus. La UCI, por supuesto, pero también otras plantas de hospitalización.

UCI de uno de los hospitales de Madrid

Caos en el hospital 

La enfermera recuerda que los primeros días en el hospital fueron un caos, porque tuvieron que acostumbrarse a una forma completamente nueva de trabajar, ya que «es un circuito y unas normas nuevas a la hora de actuar para evitar la contaminación».

No es fácil trabajar con el EPI (Equipo de Protección Individual), porque no permite movimientos completos. «A esto hay que sumar toda la precaución que hay que tener y, por supuesto, el miedo e inseguridad que supone la situación como tal», continúa.

«Una vez que has cogido rutina y manejas todo más, sobre todo el tema de ponerte y quitarte el EPI, entras en una rutina de trabajo, y parece que la cosa cambia», tranquiliza.

Actualmente no tienen EPI completos, pero sí material, aunque se ve que escasea. Por ello, intentan agrupar varias acciones a la vez, «para concentrar las tareas y entrar al área de infectados las menos veces posibles». Los infectados por coronavirus «tienen una carga de trabajo brutal», asegura.

Personal sanitario

Hay muchísimas contrataciones, reubicación del personal, gente con experiencia en críticos que están yendo a las UCI aunque estuviesen, fijos o no fijos, en otras unidades «ya sea porque se lo están pidiendo o por voluntad propia», dice.

Los horarios se están cambiando continuamente. Por la mañana pueden avisar para ir esa misma tarde, o por la tarde para ir por la noche. Las situaciones van cambiando cada día porque ninguno es igual al anterior. Por eso hay tantas variaciones en los turnos, además de todas las contrataciones que se han hecho y, por supuesto, a consecuencia de las bajas que se están produciendo entre el personal. Unas bajas, por cierto, más restrictivas que en ocasiones normales. «Ahora hay compañeros que siguen trabajando con patologías que en circunstancias normales se considerarían graves».

Jugar en casa para esconderse del virus

En casa 

De momento ella no ha tenido ampliación de horario, por lo que de cara a estar con su familia no nota la diferencia.

Sí lo percibe en cuanto a la relación y la vida cotidiana. Esta enfermera da mucha importancia a que sus hijos, cuyas edades no pasan de primaria, tengan muy clara la situación. «Yo les explico que mamá tiene que irse a trabajar porque hay un bicho, y que solo la gente de hospitales y policía son los que pueden salir a la calle. Los demás se tienen que quedar en casa», cuenta.

En la vivienda han normalizado la situación haciendo dibujos del coronavirus para conocerle, e incluso han decorado la terraza «porque esa va a ser nuestra calle durante un tiempo», nos cuenta. Los pequeños saben cómo hay que lavarse las manos y «entienden perfectamente que cuando mamá vuelve a casa, no se le puede saludar hasta que no sale de la ducha, y que tienen que hacerlo sin besos».

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