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El centenario Josef Schütz juzgado por su pasado de guardia nazi hace más de ochenta años

Josef Schütz en una sesión del juicio

Josef Schütz, exguardia de las SS (Schutzstaffel) durante el régimen nazi en Alemania, quien cumplirá 101 años en noviembre 2021, responde estos días ante un tribunal de Brandenburg an der Havel, al este de Berlín, de la acusación de «complicidad» en los asesinatos «crueles e insidiosos», según la fiscalía, de 3518 prisioneros del campo de concentración de Sachsenhausen entre 1942 y 1945, durante la Segunda Guerra mundial.

El juicio del centenario Schütz tiene lugar una semana después de que se aplazara, hasta el próximo día 19 de octubre, el de Irmgard Furchner, de 96 años, exsecretaria del campo de concentración de Stutthof, acusada de complicidad en el exterminio de más de once mil personas, quien la víspera de tener que declarar se fugó de la residencia de ancianos donde reside, y fue detenida por la policía en Hamburgo.

Josef  Schütz, quien tenía veintiún años cuando se produjeron los hechos, está acusado de disparar a prisioneros soviéticos, de ayudar «a sabiendas y voluntariamente» al asesinato sistemático con el gas mortal Zyklon B, y de mantener a los detenidos en condiciones infrahumanas, débiles y enfermos, con prácticas criminales como fusilamientos masivos.

Debido a las pésimas condiciones de salud del acusado -quien está declarando parapetado tras una carpeta azul que sostiene su abogado- el juez ha reducido la duración de las veintidós sesiones programadas para este juicio, que comenzó el pasado 8 de octubre. Los médicos han considerado a Schütz solo parcialmente apto para ser juzgado. 

«Soy inocente. No sé nada al respecto», ha respondido Schütz, quien llegó al tribunal caminando, apoyado en un andador. Después, y como había pactado su abogado, le hicieron preguntas sobre su pasado pero sin mencionar sus actividades en el campo de concentración. Recordó su adolescencia trabajando, junto a sus siete hermanos y hermanas, en la granja familiar en Lituania, su reclutamiento en el ejército en 1938 y su traslado, finalizada la contienda, a un campo de prisioneros en Rusia. De regreso en Alemania en 1947, trabajó primero como campesino y después de cerrajero, se casó, tuvo hijos y hoy es abuelo.

Por el campo de Sachsenhausen pasaron cerca de 200.000 personas entre 1942 y 1945, decenas de miles de ellas fallecieron por agotamiento o debido a las infrahumanas condiciones impuestas por los nazis. Varios supervivientes de la pesadilla de Sachsenhausen están ejerciendo de acusación popular en el juicio de Joef Schütz.

Tras un largo periodo en que los juicios pendientes de criminales de guerra nazis parecían congelados, en los últimos diez años en Alemania se ha juzgado y condenado por «complicidad en asesinato» a cuatro oficiales, exmiembros de las SS: John Demjanjuk, de 89 años, juzgado en 2009; Oscar Gröning, apodado «el contable de  Auschwitz», de 93 años, en 2015; Johann Rehbogen, de 93 años, en 2018 (el juicio se interrumpió porque los médicos le declararon no apto), y Bruno Dey, de 93 años, en 2019. 

En el caso de Furchner, le juzgó un tribunal de menores a causa de la edad que tenía en el momento de cometer los crímenes, y en el de John Demjanjuk, exguardián del campo de Sobibór, los fiscales argumentaron que «el hecho de trabajar como guardián en un campo de concentración cuyo único objetivo era el exterminio de los prisioneros, es suficiente para ser condenado por complicidad en asesinato». Argumento que fue aceptado por el tribunal, creando un precedente jurídico.

Rainer Schulze, profesor emérito de Historia Moderna Europea de la Universidad británica de Essex, quien considera que la mayor justicia que puede hacerse a las víctimas de la persecución nazi es despertar conciencias y evitar que estos delitos sean negados, banalizados o reducidos a la insignificancia, cree que, a pesar de que los procesos se han dilatado tanto en el tiempo, y de que las condenas no van a cumplirse, dada la avanzada edad y las malas condiciones de salud de los inculpados, pueden cumplir la función que les adjudicaron los aliados en los juicios de Nuremberg: educar a las gentes sobre la naturaleza y el alcance del régimen nazi, «particularmente importante en una época en que el antisemitismo está en alza y el número de supervivientes del holocausto es cada vez menor».

Y reflexiona que, si bien es cierto que, a muchos jóvenes «las atrocidades cometidas por los nazis les parecen lejanas y sin relación con su realidad actual, los procesos les recuerdan que tuvieron lugar en multitud de lugares, por toda Europa. Aunque incómodo, este paso es vital para la cultura política democrática de Alemania».

Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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