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Dali-Picasso: nuevas miradas

En el cincuenta aniversario de la muerte de Picasso y a más de treinta de la de Salvador Dalí, nuevos libros vienen a poner luz sobre su obra y su biografía

Picasso y Dora Maar por Xulio Formoso

Dalí interpretado

Aunque han pasado más de treinta años de la muerte de Salvador Dalí su figura vuelve con frecuencia a la actualidad bajo los más diversos pretextos. Un periódico revelaba hace unos meses que el artista quiso fundar una religión supremacista de carácter nazi, otros informaban de localizaciones de nuevos falsificadores de sus obras, del robo de dos de sus dibujos en Barcelona y de la detención de una banda de ladrones que habían sustraído otras tantas litografías en la residencia de la viuda del arquitecto Ricardo Bofill en Cadaqués.

Se ven con frecuencia en la televisión documentales sobre el artista y sobre Gala, se siguen organizando exposiciones de sus cuadros en todo el mundo y se publican libros que tratan de aportar nuevas interpretaciones de su obra.

Uno de los más recientes es un ensayo de Ignacio Gómez de Liaño, escritor, profesor de Estética y amigo de Dalí, a quien trató hasta el final de su vida y a quien dedicó varios libros.

Con el título «Dalí descifrado» (Ediciones Asimétricas) el profesor Gómez de Liaño ha reunido varios textos publicados en diferentes medios con el fin de ofrecer interpretaciones coherentes de aspectos diversos de una obra artística considerada como una de las más importantes del siglo veinte.

Gómez de Liaño inicia sus visiones de la obra de Dalí haciendo un recorrido por el Museo de Figueres, que el autor relaciona con el inacabado Teatro de la Memoria, del humanista del Renacimiento Giulio Camillo, cuya construcción costeaba el rey Francisco I de Francia y que pretendía aunar una visión utópica de todo el conocimiento universal.

El Museo sería, según Gómez de Liaño, la manifestación de la propuesta de Dalí de «salvar al arte de la depauperización, trivialización y primitivismo en que lo habían ido postrando la prisa y otras circunstancias de este siglo de las masas que es el siglo veinte y que sigue siendo lo que llevamos del veintiuno».

Como si se tratase de una guía para entender mejor la distribución de las obras y su significado, el autor va describiendo los elementos que aparecen durante el recorrido: la escultura de cabeza ovoide, la fachada con el buzo, las armaduras, el automóvil… Explica con detalle los contenidos de la planta noble (Newton, Velázquez, Dalí, Gala) cuyo denominador común es «la inmortalidad a través de la transmisión genética y su legislación imperial», deteniéndose especialmente en los relojes blandos de «La persistencia de la memoria», la figura de Mae West, las derivaciones del «Angelus» de Millet, la visión daliniana de «Las tres gracias» o el recorrido por los tres pasillos circulares.

Resulta muy interesante la lectura de la interpretación que Gómez de Liaño hace de los alimentos que aparecen con frecuencia en cuadros de Dalí. El pan, la carne, la leche… y sobre todo los huevos fritos y las langostas y su relación simbólica con la muerte, el paso del tiempo, el canibalismo y las identificaciones de la pintura con la cocina y con el acto de comer (para los interesados en el tema remito a un reportaje de Julia Gómez Riesco publicado en «El País» el 29 de mayo de 1983).

Gómez de Liaño dedica un capítulo especial a los trabajos de ilustrador realizados por Dalí, fundamentalmente de los «Cantos de Maldoror» del poeta Lautréamont, pero también del «Quijote», «La Divina Comedia», «Fausto», «Tristán e Isolda» y otras obras de la Literatura Universal.

Una faceta poco conocida de Dalí es su actividad como escritor, que abarca una ingente producción textual de novelas, teatro, artículos y poesía (la editorial Destino recogió sus obras completas en ocho gruesos volúmenes publicados en 2004).

El surrealismo pretendía entre otras cosas fundir las artes de la pintura y la literatura y provocar el abrazo de estas dos realidades lejanas entre sí. Bretón llegó a decir que algunos fragmentos de los poemas de Dalí son como resplandores de sus cuadros.

Para Gómez de Liaño lo literario y lo pictórico forman dos líneas paralelas en la personalidad y en la creación artística de Dalí. El mismo pintor, en su poema en prosa «San Sebastián o la Santa Objetividad», escribió sobre las relaciones entre poesía y pintura.

Es conocido el interés de Dalí por el sicoanálisis, las ciencias físicas, las teorías relacionadas con la bioquímica, la neurología, la energía atómica y las matemáticas (su lienzo «Corpus Hypercúbicus» fue estudiado desde esta disciplina por el matemático Thomas Benschof). Se interesó por las obras de Heisenberg, Stephen Hawking y René Thorm y trasladó a sus cuadros elementos como la holografía, la estructura de los átomos y el ADN.

La parte final del libro de Gómez de Liaño se dedica a estudiar las relaciones de Dalí con la ciencia y sobre todo las influencias recibidas del Nobel español Santiago Ramón y Cajal, quien, por su parte, reivindicaba la ciencia como parte de un proceso artístico. Él mismo hizo más de doce mil dibujos e ilustró sus obras con trabajos litográficos de una gran calidad artística y científica.

Aunque Dalí nunca llegó a reconocer esta influencia (Gómez de Liaño piensa que fue por la animadversión de Cajal hacia el arte de vanguardia y la obra de autores como Picasso, Kandinsky o Max Ernst, muy apreciados por Dalí), es evidente la huella de Cajal en obras como «La mano cortada», «El gran masturbador», «El enigma del deseo» o «La persistencia de la memoria», una relación que el autor de este libro analiza con detalle.

Contra Picasso

Este año de conmemoraciones del cincuenta aniversario de la muerte de Picasso está repleto de citas y convocatorias relacionadas con quien fue el pintor más famoso del siglo veinte. Exposiciones, conferencias, películas, documentales, ensayos, biografías… irán apareciendo a lo largo de los meses que nos quedan por delante.

Uno de los libros más madrugadores es el del catedrático de Derecho Internacional José María Beneyto «Las traiciones de Picasso» (Turner), una crítica a ciertas actitudes del pintor relacionadas con episodios de su vida, con sus amigos y conocidos, y sobre todo con sus mujeres.

El libro recoge en forma novelada la vida de Picasso durante unos años decisivos, los de las décadas de los treinta a los cincuenta del siglo veinte.

La política, el arte, las mujeres

Tres son las traiciones que el autor de este libro atribuye a Picasso. Una traición política relacionada con su militancia comunista y con lo que considera una ambigua actitud ante el nazismo. Una traición a las mujeres con las que se relacionó y a las que provocó perjuicios de todo tipo. Y una traición a la pintura por fomentar el mercantilismo en el mundo del arte.

El libro comienza con un episodio poco conocido de la biografía del pintor: aquel que a instancias del escritor fascista Ernesto Giménez Caballero reunió en un restaurante de San Sebastián a Picasso con el fundador de la Falange José Antonio Primo de Rivera en agosto de 1934, en el que, según el autor, Picasso se reivindicó como pintor español.

Beneyto critica los negocios de Picasso con los nazis, a quienes siguió vendiendo sus cuadros durante la ocupación de París y su amistad con Arno Breker y Ernst Jünger, quienes lo visitaban con frecuencia en su taller. A pesar de lo cual reprocha a Picasso no haber hecho nada para evitar la muerte de su amigo Max Jacob en el campo de concentración de Drancy y, sin embargo, haber intercedido por Gertrude Stein (más tarde, después de la guerra, sería Jean Cocteau quien le reprocharía no haberle defendido ante el Gobierno francés cuando el escritor fue acusado de colaboracionista).

El autor califica de oportunista la afiliación del pintor al Partido Comunista Francés cuando ya se había terminado la guerra (afirma que Éluard dijo que lo había hecho «para blanquear las amistades peligrosas y el pasado»). Condena la inacción del pintor ante los crímenes del estalinismo, su reacción ante la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov entre Hitler y Stalin y cuenta la decepción del Gobierno de la República española ante el Guernica, cuadro al que en principio llegó a calificar de antisocial e inadecuado para la mentalidad proletaria.

Dice el autor que la paloma de la paz de Picasso, adoptada como símbolo por el movimiento pacifista impulsado por la URSS, fue elegida por el poeta Louis Aragon (unas aves que Picasso había odiado desde pequeño por su crueldad). Se molestó por el rechazo de los comunistas a su cuadro «Matanza en Corea» y sobre todo por las críticas a su retrato de Stalin, descalificado por el Comité Central del Partido Comunista Francés que lo acusó de haber retratado al dirigente soviético como «un play boy asiático».

A pesar de que los amigos comunistas de Picasso, sobre todo Ilya Ehrenburg y Paul Éluard procuraban elogiar el valor proletario de las obras del pintor, los informes sobre Picasso a la URSS destacaban que se dedicaba a pintar fantasías que cuadraban muy poco con el ideal del realismo socialista y que su pintura, capitalista y burguesa, no era inteligible para el pueblo y no expresaba la lucha contra el imperialismo norteamericano. Su ruptura con el comunismo se produjo dos años después de la invasión soviética de Hungría en 1956.

La relación de Picasso con sus mujeres se centra en la pintora y fotógrafa surrealista Dora Maar, quien lo acompañó durante esos años difíciles y a quien el pintor abandonó cuando conoció a Françoise Gilot, causándole graves problemas sicológicos («él fue el culpable de que dejara de ser fotógrafa y artista»).

El protagonismo de Dora Maar en la vida de Picasso está presente en todos los capítulos del libro, al que el autor da una gran importancia en algunas decisiones de Picasso, como su reacción ante la guerra de España y la iniciativa de pintar el Guernica, que Dora Maar fotografió en todas sus etapas.

De hecho el libro se cierra con el testimonio escrito de la fotógrafa sobre las relaciones entre ambos. Beneyto critica la continuidad de Picasso con su anterior mujer Marie-Thérèse Walter mientras mantenía relaciones con Dora Maar, el abandono a Olga Khokhlova (que había dejado su carrera de bailarina para estar con el pintor) y a Jacqueline Roque, y la ruptura con François Gilot, la única que tomó la decisión de abandonar al pintor.

Cuando terminó la guerra Picasso se había convertido en el pintor más famoso del mundo y el Guernica en el talismán de la nueva era, a pesar de la imagen negativa que en los Estados Unidos había provocado su filiación comunista.

La izquierda afirmaba que su pintura levantaba acta de acusación contra los enemigos de la libertad, pero también había críticos que lo acusaban de denigrar el arte francés y consideraban al pintor como una reliquia del pasado.

Aunque elogia la obra de Picasso y sus aportaciones al arte contemporáneo, la traición al arte, según Beneyto, consistió en el apoyo de Picasso a la estrategia del mercantilismo a ultranza y la caricaturización que hizo del arte en su etapa final.

Su pintura, dice, aunque respondía teóricamente a un momento histórico, en realidad tenía mucho que ver con la vida erótica del pintor.

Y Dora Maar escribe: «¿Quieren que les diga lo que me enseñó Picasso?. A nadie le importa que un cuadro sea bello. Lo que importa es venderlo».

Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

1 COMMENT

  1. Picasso fue siempre fiel a Picasso, a los intereses de Picasso. Fue un gran artista, no diría tanto como el mejor del siglo pasado. Fue cruel con sus mujeres, con sus hijos, con sus amigos y hasta con su chófer. Millonario rácano. Françoise Gilot sigue viva y sigue siendo artista, gracias a que tuvo el valor de plantarle, harta de aguantar su desmedido ego. Para sobrevivir a Picasso hay que dejarle. ¿Mercantilista? Sí, pero no el único de su época. Pero el Guernica es la obra maestra de la violencia universal, el bombardeo fue el pretexto.

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