Cuando Cuba diagnosticó el 11 de marzo de 2020 sus tres primeros casos de contagio con el SARS-CoV-2, ya tenía en tensión su sistema sanitario y disponía de una industria biofarmacéutica que se ha fortalecido durante el enfrentamiento de la epidemia, informa Patricia Grogg (IPS) desde La Habana.

Han transcurrido tres meses de un trabajo sostenido que a través de la atención primaria de salud, llega de modo directo a la comunidad, escala desde el barrio, hogares y policlínicos hasta los hospitales, en un escenario solo posible bajo un sistema de salud único, gratuito y accesible, según se  destaca en este país insular caribeño de gobierno socialista y con 11,2 millones de habitantes.

Un protocolo de actuación nacional para enfrentar la COVID-19 en el país contempla dos pilares de riguroso seguimiento: el preventivo y otro de atención a pacientes contagiados en sus diferentes estadios. El sistema está llamando la atención internacional por sus buenos resultados.

En un continente americano en que hasta el lunes 8 de junio había más de tres millones de casos confirmados y más de ciento ochenta mil fallecidos, Cuba acumulaba de ese total 2205 personas contagiadas y 83 personas fallecidas.

Para las autoridades de Salud, la prevención resulta imprescindible porque la epidemia está en el país de manera «peligrosamente silenciosa» como lo demuestran los informes diarios sobre pacientes asintomáticos, confirmados con la enfermedad, y personas que no saben cómo fueron infectadas.

De ahí que la asistencia primaria resulta fundamental en la identificación de personas vulnerables, en la detección de enfermos y en las acciones de vigilancia y acompañamiento de los recuperados: «Me siento cuidada, a menudo tocan mi puerta jóvenes de bata blanca para saber cómo evoluciono», contó una mujer de 74 años a IPS.

Estudiantes de medicina colaboran en las labores de pesquisa y otras tareas. Una de las peculiaridades de esta carrera en Cuba, apunta a que desde los primeros años de docencia, los alumnos establecen contacto con los pacientes y se insertan desde temprano en los centros donde prestarán servicio una vez graduados.

Los policlínicos son claves para evaluar si el paciente debe ser hospitalizado. Si solo es sospechoso se le conduce a un centro de cuarentena vigilada hasta determinar su situación de salud. De ese modo se libera a los hospitales de presiones innecesarias, aunque están preparados para las peores variantes.

Las medidas sanitarias se acompañaron desde el 22 y 23 de marzo de la suspensión de clases de todos los niveles y dos días después del transporte público interprovincial. El 11 de abril se ordenó la paralización del transporte colectivo urbano estatal y privado. El cierre de fronteras desde principios de abril se extenderá hasta agosto.

Una constante campaña en medios estatales recuerda el obligatorio uso de la mascarilla, localmente denominada nasobuco, en espacios abiertos, el lavado frecuente de manos y el distanciamiento interpersonal.

A nivel gubernamental, un grupo especial establecido para el enfrentamiento a la epidemia, encabezado por el presidente Miguel Díaz-Canel examina diariamente la situación.

En estas reuniones participan además de autoridades del gobierno, especialistas como epidemiólogos, virólogos, matemáticos, bioestadísticos, geógrafos, informáticos y médicos.

A su vez, el jefe nacional de epidemiología, Francisco Durán, brinda a diario por radio y televisión un balance estadístico del comportamiento de la epidemia en el país y el mundo.

Pese a sus dificultades económicas, agravadas por el recrudecido embargo estadounidense, Cuba destina el 27,5 por ciento de su presupuesto para respaldar los gastos de salud pública, considerada por la Constitución (artículo 72) un «derecho de todas las personas».

Pero de poco serviría tanto esfuerzo sin el pujante desarrollo científico en favor de la salud logrado especialmente a partir de los años ochenta.

Carlos Alzugaray, analista político, dijo a IPS que la medicina cubana y la industria biotecnológica y farmacéutica se han fortalecido en el duro bregar contra la COVID-19.

Hecho en Cuba

El grupo empresarial estatal BioCubaFarma. fundado en 2012 para integrar a los centros de investigación, producción y comercialización de medicamentos, equipos y servicios de alta tecnología, emplea a más de 22.000 trabajadores, exporta a más de cincuenta países y posee 1800 patentes fuera de Cuba.

Entre los productos de la biofarmacéutica cubana utilizados en el tratamiento de la COVID-19 figura el anticuerpo monoclonal Itolizumab, que en una muestra de más de setenta pacientes, con una edad promedio de 69 años, arrojó una tasa global de mejoría del distrés respiratorio de 70 por ciento.

El Interferón Alfa 2B humano recombinante, fármaco con capacidad de interferir la multiplicación viral dentro de la célula. Según datos oficiales, al cuarto día de ser utilizado en pacientes de la COVID-19 en el país, un 37 por ciento de los casos había eliminado el virus y a los siete días, el 78 por ciento.

Otro fármaco incluido en los protocolos de tratamiento de la epidemia es el Jusvinza, conocido también por su código CIGB 258. El producto es capaz de frenar los procesos de inflamación pulmonar que conducen a la muerte de pacientes en estadios críticos y graves de la COVID-19, está incluido también en los protocolos de tratamiento de la enfermedad.

Entre los productos naturales de factura cubana destaca la Biomodulina T, un fármaco inmunopotenciador que estimula la aparición del interferón y células del sistema inmunológico, que llevan a la producción de anticuerpos cuando se produce una infección viral o antibacteriana.

Fue aplicado en residencias de adultos mayores, hospitales psiquiátricos y otros espacios similares con muy buenos resultados según especialistas.

Mediante una activa política de investigaciones y desarrollo, inversiones y encadenamientos productivos internos, la industria biofarmacéutica cubana produce para mercados externos y sostiene 62 por ciento del cuadro básico de medicamentos del país, además de sistemas diagnósticos, equipos y dispositivos médicos.

Brigadas médicas

La epidemia llegó a esta nación caribeña en medio de una gran escasez de medicinas de ese cuadro básico, que incluye 757 fármacos.  Se expenden en las farmacias a precios muy bajos, pero dificultades financieras y falta de materias primas, que no llegaron por impacto del embargo estadounidense, provocaron desde el pasado año un déficit que aún persiste.

A contrapelo de las campañas promovidas desde Washington para impedir la colaboración en materia de salud, Cuba ha enviado 34 brigadas del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, a petición de las autoridades de veintisiete países de África, América y Europa.

«La medicina cubana tiene un bien ganado prestigio mundial  (….) y también  cuenta con una industria biotecnológica y farmacéutica de importancia. A ello hay que agregarle que la política cubana de colaboración internacional sanitaria tiene un importante componente de solidaridad», señaló el analista Azugaray.

En su opinión, «en las condiciones actuales ello permite a Cuba sentar las bases para que en un futuro la colaboración médica sea también una importante fuente de recursos».

«Pero, ante las campañas de desinformación norteamericanas, vale señalar que muchos gobiernos, incluso aliados de Estados Unidos, comprenden que la colaboración sanitaria cubana tiene ese componente de solidaridad que no es muy común en el mundo de hoy», sentenció.

Foto de portada:
Clientes mantienen la distancia y usan mascarillas protectoras para prevenir el contagio de la enfermedad covid-19 mientras aguardan en el exterior de una farmacia para adquirir medicamentos, en el municipio de 10 de Octubre de La Habana, en Cuba. Foto: Jorge Luis Baños/IPS

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