Clara Fernández García[1]

  • Sabiondo/da:
    Tb. sabihondo. Del lat. vulg. *sapidibundus, y este der. del lat. tardío sapĭdus ‘juicioso’; la forma sabihondo, con infl. de hondo.
    1. Adj. coloq. Que presume de sabio sin serlo. Real Academia Española

11 de abril de 2020. El mundo está loco, apocalíptico, diría yo. Un día graniza, al día siguiente el sol quema y el atardecer se parece a las puertas del infierno. Una semana después nieva. Una pandemia global nos tiene encerrados en casa día y noche, día dos y noche dos, día tres y noche tres… ya he perdido la cuenta de por qué día vamos. Creo que este sábado hace un mes de la orden de confinamiento, una palabra más suave que arresto domiciliario, que sigue siendo lo mismo.

Entre las mismas cuatro paredes un mes, de momento. Cuatro paredes que parecen una máquina del tiempo. Hoy es 11 de abril de 2020 y mañana es el 15 de agosto de 2019 y estás en la playa, viva, feliz, libre, salvaje. Y pasado mañana es el 1 de mayo y te das cuenta de que sigues arrestado en casa, que todo era falsa esperanza y vuelves al 13 de abril, desesperada. Y aún se preguntan por qué cuando encierran a la gente, se vuelve loca. Cuatro paredes dan mucho que pensar y mucho que sentir. No solo son una máquina del tiempo, sino también una fábrica de sentimientos. Te comes el coco y te comes las uñas. La mente te traiciona. Un día estás arriba, otro día estás abajo. Horas y horas pensando, analizando, repitiendo, especulando… enloqueciendo.

Parece ser que también los extraterrestres nos invaden. La gente dice que esos ruidos son difíciles de identificar, que esos focos que recorren el cielo estrellado de noche, esos movimientos… son, definitivamente OVNIS. Entonces, ¿nos encierran para que no veamos que nos invaden los extraterrestres, o qué? ¿Qué está pasando, Pentágono? Cielomoto, dice la NASA, un extraño fenómeno que se está dando en el cielo, con zumbidos y sonidos de trompetas, resultado de una serie de movimientos del aire, similares a los de la tierra en un terremoto. Qué momento más oportuno para asustar al vecindario, que quema las redes sociales con miles de fotos y vídeos de estos fenómenos, asustados, estupefactos. Escucharlos a las cuatro de la mañana resulta verdaderamente escalofriante y aterrador. Sentimientos de desprotección recorren todo tu cuerpo, ante el inmenso caos.

Mientras tanto un millón y medio de infectados confirmados por la Pandemia en el mundo y casi noventa mil fallecidos, hoy. Calles vacías, playas vacías, bares, centros comerciales y colegios cerrados. Ciudades paradas. Lo que sería el nudo de una película de apocalipsis Zombie. Surrealista. La policía en las calles, en las carreteras, cada kilómetro, vigilando. Sales a la calle injustificadamente y 600 euros de multa o 3000, depende de lo que le apetezca al poli, poli bueno o poli malo. Te paran en la carretera acompañado en el coche y entonces treinta mil euros de multa, le pagas un coche nuevo al poli malo con eso. Hospitales abarrotados, personal sanitario que no da a basto, cada vez más bajas. Hospitales de campaña, improvisados. Enfermos trasladados de un hospital a otro como mercancía. Decisiones morales de salvar a una persona o a otra, o dejar morir, como prefieras verlo. Decisiones que tienen que tomar médicos, con una carga moral tan fuerte, cuando se supone que salvan vidas, no que deciden quién vive y quién no. Esas decisiones únicamente debería tomarlas la naturaleza. Pero, ¡qué mundo de locos! Si te obligaran a elegir entre dos personas para salvar una vida, ¿tú que harías? Quedarte con secuelas, eso seguro.

Gobiernos tomando malas decisiones, actuando en el último minuto, secretos de estado, manipulación de la prensa, corrupción con la prioridad a personajes públicos, mentiras, falsas esperanzas, países echándose la culpa unos a otros… un virus extendiéndose por el mundo entero como pólvora, teorías de reducción de población planeada, virus como arma biológica para descender la población a lo supuestamente ideal para lograr un equilibrio con la naturaleza, China convirtiéndose en primera potencia mundial tras ser el primer país que se está recuperando, qué casualidad que el virus se desató justo ahí, ¿planeado o imprevisto? ¿Humanos comiendo sopa de murciélago? ¿Virus creado y soltado adrede de un laboratorio o se les fue de las manos?

Aplausos a las ocho de la tarde en punto, aplausos que agradecen el trabajo y esfuerzo de los sanitarios que se oyen en toda la ciudad, en todo el país, en todo el mundo. Sales a la terraza a aplaudir con todos los vecinos, os miráis, os saludáis, os sonreís y no sabéis ni por qué, puesto que no os soportáis. Surrealista. Tu familia con el telediario encendido las veinticuatro horas del día, pegados al televisor, esperando la noticia de última hora, como si no supiesen ya lo que les van a decir. Desayunos, comidas, meriendas y cenas con un único tema de conversación: El Coronavirus (COVID-19). Es monotema. Ya no te acuerdas de qué hablabais antes de que todo esto sucediera. Se cancelan todas las clases, colegios, institutos, universidades… y entonces pierdes la noción del tiempo. Todos los días parecen domingo, todos los días te acabas levantando tarde, todos los días procrastinas como si fuese un domingo, un domingo en el que te da pereza trabajar o estudiar y sólo quieres descansar, así que dejas todo lo que tienes que hacer para el día siguiente. Todos los días parecen iguales, los terminas mirando pasar las horas. Entre tanta locura haces un bizcocho casero para evadirte. Es el mayor logro del día, parece por un momento que te haya salido bien, que solucione todos los problemas. Meriendas un trozo con tu hermano después de un colapso mental, le pegas un bocado mientras te secas la lagrimilla de la mejilla y sonríes, entumecida. Surrealista.

Predicciones, predicciones y más predicciones, entre teorías conspiratorias, historiadores y adivinos. Castigos extraordinarios o castigos de la propia naturaleza, que es más sabia que toda la especie humana.

Parece ser que por listos se nos han juntado todos los problemas a la vez, como tontos. Creíamos que teníamos todo bajo control, y en realidad no tenemos nada controlado. Creíamos que llevábamos las riendas del mundo, pero es el mundo el que las lleva. Nos creemos poderosos, grandes, invencibles, armados, preparados para cualquier situación, para cualquier guerra, con armas, bombas. Pero lo cierto es que hay una guerra que no podemos ganar, y es contra ella, contra la naturaleza. Y ahí es cuando nos damos cuenta de que somos simples fichas en un gran juego de Dominó, y que si cae uno, caemos todos. Así de débiles, vulnerables, pequeños, desprevenidos e inexpertos somos, así de débil es nuestro sistema, que llega una pieza imprevista y nos colapsa el sistema entero. Tan imprevista como la naturaleza. La naturaleza está enfadada. El mundo está enfadado con nosotros por pasarnos de listos. Perdónanos, mundo.

Caos. Cuánto caos entre tanta tranquilidad, ¿verdad? y cuánta tranquilidad entre tanta catástrofe. ¿Quién lo diría? ¿Quién diría que en 2020 viviríamos una situación apocalíptica de pandemia, dictadura, arresto domiciliario, extraterrestres, muerte colectiva. ¿Crisis profunda, cambios repentinos e inexplicables de temperatura y castigos extraordinarios? Remontándonos al pasado, cualquier historiador en su sano juicio hubiera calificado esto como un apocalípsis global o el fin del mundo, pero parece ser que los historiadores de hoy en día no están en su sano juicio. Quizá un poco alocados por estar entre las mismas cuatro paredes todos los días.

Bienvenido 2020. Llegas pisando fuerte, sabio toque de atención. Esperemos que después del caos traigas la calma. Esperemos mundo que reconozcas nuestro perdón.

  1. Clara Fernández García, 19 años, es estudiante de Ingeniería de Edificación y ADE,  en la Universidad Politécnica de Madrid

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